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Asfixiándonos en El Bar

El bar es el decimoquinto largometraje de Álex de la Iglesia como director. La película alcanzó el segundo puesto de la taquilla en su primer fin de semana, por debajo de La bella y la bestia, con una recaudación de casi un millón de euros. ¿Qué sensación nos produce la película?

 Por: Isabel Armentia Eizaguerri

Al comienzo de la película el director nos presenta a variopintos personajes que van a conocerse en un bar del centro de Madrid, donde se desarrolla la trama: un hipster, un pija superficial, un sin techo, un camarero esclavo de su puesto de trabajo, su jefa que regenta un negocio decadente, una ludópata y un divorciado.

Estos personajes son los estereotipos de las víctimas de la feroz crisis económica de la España de la última década.  Álex de la Iglesia escoge un escenario típico donde los españoles suelen relatar parte de sus vidas, y que configura una especia de diván social. Pero un hecho fortuito y violento dispara el lado desconocido de los protagonistas. Y ése es, precisamente, el eje del filme:  un escenario de extrema tensión, que los los lleva al límite psicológico.

Desde los créditos iniciales, el espectador, sin saberlo, se sumerge en esa atmósfera venenosa. El director consigue que el patio de butacas sienta el mismo asco y asfixia que los protagonistas, y ello  a través de imágenes escatológicas que invaden todo el film. Al final, el subsuelo donde se desarrolla el desenlace de este thriller resulta ser tan repugnante como el alma de los personajes.

Al final del film, cuando se encienden las luces, se escuchan suspiros de alivio. La gente se levanta rápido de la butaca en dirección a la salida. Todos queremos escapar de ese bar asfixiante.

 

 

 

 

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Isabel Armentia

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