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Comedores más sociales

Inmigración, graves problemas sociales, adicciones y sobre todo la falta de trabajo son algunas de las razones por las que los comedores sociales están sufriendo un aumento de demanda en los últimos tiempos. Los usuarios que acuden a los comedores sociales no son solo personas excluidas de la sociedad. También existe un gran porcentaje que cuenta con vivienda propia pero, debido a problemas económicos, necesita de los comedores para poder alimentarse.

Actualmente, Zaragoza cuenta con 3 comedores sociales, el del albergue municipal más otros 2 comedores pertenecientes a entidades privadas, siendo todos ellos de entrada gratuita. Uno de los lugares que realiza esta importante labor social de acoger a la gente sin recursos es el comedor de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen. En este comedor se dan cita cada jornada 150 comensales que, con la ayuda de los voluntarios y gracias a las donaciones hechas por personas anónimas a la entidad, consiguen comer cada jornada.

Sin embargo, el trabajo de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen no se limita solo a ofrecer alimento o dar cobijo a quien lo demande, sino que también realiza una importante labor social al tratar a los usuarios de manera individual para conocer de primera mano sus necesidades reales y así poder mejorar su calidad de vida. Para ello, el centro cuenta con una trabajadora social con la que los usuarios mantienen una entrevista previa y que realiza un seguimiento de la situación personal que vive cada una de las personas  que acuden al comedor. Como comentan desde la parroquia, estos encuentros se hacen siempre “desde la empatía y la escucha directa”.

Además del importante trabajo que lleva a cabo la trabajadora social, también tienen mucha importancia en el comedor los voluntarios. Gente que sin esperar nada a cambio se convierte en una de las patas fundamentales que sostienen la acción social de este comedor. Gracias a ellos los usuarios tienen cada día en la mesa una comida caliente que llevarse a la boca. En el año 2010 las cocineras voluntarias repartieron más de 50.000 comidas a los usuarios,  aumentando en 6.000 las comidas repartidas el año anterior. “Esto lo hacemos porque nos llena de satisfacción poder ayudar a la gente que más lo necesita. No esperamos nada a cambio, si acaso, un poco de cariño” destaca una de las cocineras del voluntariado.

Otro de los apoyos fundamentales del comedor son las ayudas económicas. En este aspecto, el comedor social recibe subvenciones públicas de la Diputación General de Aragón (DGA) desde el Departamento de Servicios Sociales y Familia. Además, otras empresas y entidades privadas, así como donaciones periódicas o esporádicas de personas anónimas, se convierten en el principal sustento económico para el centro social.

El usuario tipo que acude al comedor

“Han aumentado los usuarios extranjeros, reflejo de que nuestra sociedad está cambiando y de que la población más vulnerable es la población extranjera” destaca la trabajadora social de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen, Mº Dolores Solano Bafaluy. Y es que los ciudadanos extranjeros suponen el 72% del total de usuarios que acuden al comedor, siendo los de nacionalidad africana el colectivo mayoritario.

Además de ese mayor porcentaje de personas extranjeras el usuario tipo que acude al comedor es un hombre soltero, con una edad comprendida entre los 29 y los 38 años, es decir, por lo general personas jóvenes en edad de trabajar pero con graves problemas de acceso al mundo laboral debido tanto a la falta de formación como a la falta de habilidades, sobre todo en el caso de los ciudadanos extranjeros.

Una jornada en el comedor

El turno de comidas en el comedor comienza a las 13:30 horas. A partir de esa hora empiezan a entrar los usuarios a comer, sin embargo, la jornada para los voluntarios empieza mucho antes. Ellos deben de preparar las mesas y, sobre todo, cocinar la comida. Para ello, las cocineras voluntarias cuentan con una gran cámara frigorífica donde guardan los alimentos que han sido donados por el banco de alimentos.

Preparada la comida de la jornada se coloca en bandejas para agilizar el tiempo de recogida por parte de los usuarios. De esta manera se permite la entrada a mayor número de personas.

Todas las personas que quieren entrar a comer esperan en el exterior hasta que uno de los voluntarios comienza a comprobar las credenciales que permiten a cada usuario su entrada o no en el comedor. Para los que es la primera vez que acuden al comedor no es necesario enseñar ninguna credencial, sin embargo, a fin de regular la entrada de usuarios deben realizar una entrevista posterior con la trabajadora social que selecciona a los usuarios y les otorga una tarjeta que se renueva cada 15 días. Durante el último año el comedor ofreció 4.256 comidas a usuarios sin tarjeta frente a las 46.571 que se ofrecieron a personas con tarjeta.

Finalizada la comida, los voluntarios y también alguno de los usuarios limpian y recogen el comedor. De esta manera el trabajo realizado por voluntarios y las ayudas de los usuarios permiten al comedor seguir funcionando y ofreciendo comidas día tras día.

Cuando todo ha quedado recogido, los usuarios marchan para su casa. Los que no tienen vivienda donde dormir se marchan a ganarse la vida pidiendo por las calles. Otros como Héctor Rodrigo Rivera, simplemente salen a descansar a las escaleras de la parroquia. “Después de comer salgo a las escaleras porque a esa hora hay mucho sol y así charlo con otros”, afirma Héctor Rodrigo.

Historias personales

Junto a Héctor se encuentra José Peña. “Profesor Peña para los amigos”. Peña es un ciudadano peruano de 53 años que llegó a España dejando en su Perú natal a una hija. Allí había estudiado Historia y ejercía como profesor. “Aquí lo único que hago es vender figuritas por la calle” comenta. “Tengo casa pero no puedo pagar la luz y la calefacción por eso vengo al comedor. Algunas veces me gusta dormir en la calle porque Zaragoza no es peligrosa”.

En peor situación se encuentra Antonio, un ciudadano lituano de 29 años que habla español, ruso, polaco, portugués e inglés, además de su lengua materna, el lituano. No tiene vivienda dónde dormir y, además de acudir al comedor, también participa en el programa de rehabilitación de alcohol, que le ayuda a salir de su adición. “Empecé a beber sin parar todos los días desde que mataron a mi padre”, confirma. Antonio llegó a España de la mano de su padre con la intención de trabajar, sin embargo la muerte de su progenitor le marcó en su vida y ahora se encuentra sin trabajo y sin un lugar donde vivir. “Desde que mataron a mi padre he dormido cerca de la estación de autobuses, en parques, en la Plaza del Pilar y en invierno en los cajeros. No tengo nada y tengo que pedir dinero para comer”

Y es que el comedor aglutina todo tipo de historias y de vidas. Antonio, Daniel, Héctor Rodrigo, el profesor Peña… son solo algunos de los usuarios que día tras día acuden al comedor para poder sobrevivir. Gracias a la labor social de comedores como el de la parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen las personas en riesgo de exclusión social se encuentran arropadas y sienten que pueden ser útiles para la sociedad. Además, las donaciones hechas por personas anónimas y el trabajo desinteresado de todos los voluntarios demuestran que una sociedad solidaria es posible. Como dijo el poeta francés Baudelaire: “En un acto social, cada uno disfruta de los demás”.

Texto y fotografías: Jorge Roy, estudiante de 3º de Periodismo de la Universidad San Jorge

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