Entrevistas

La lucha por la igualdad en las canchas

María de Val y Lucila Pascua (jugadoras de fútbol sala y baloncesto, respectivamente) viven en el presente sabiendo que están más tranquilas con el pago a tiempo y correcto de sus clubes, pero teniendo en cuenta que en un tiempo pasado no fue así, pues sufrieron un problema severo de impagos. Esta situación sucede todavía en el caso de muchas jugadoras en nuestro país, y Zaragoza no es una excepción.  La diferencia es sustancial con los hombres en los deportes de equipo más seguidos de España, a pesar de desempeñar el mismo trabajo.  Hemos hablado con algunas deportistas, y esta es su historia.

Por Alejandro García Casado

Muy pocas jugadoras (solo las más privilegiadas de los clubes más profesionales y potentes) pueden vivir del deporte que practican. Lucila Pascua Suárez, presidenta de la asociación de jugadoras e integrante de la plantilla de Mann Filter Casablanca (equipo de la Liga Día, primera división femenina de baloncesto), reconoce que su contrato se extiende únicamente a los meses de juego, quedándose prácticamente la mitad del año en paro; ya que suele durar desde septiembre a abril. Según afirma, las jugadoras no tienen un convenio laboral propio de su profesión.

«El contrato de las jugadoras se extiende únicamente a los meses de juego, quedándose prácticamente la mitad del año en paro».

Así define Lucila este contrato: “Es temporal, se está dado de alta el tiempo que estás jugando o entrenando; desde la pretemporada hasta que acaba la liga, y, aunque hayas firmado varios años, se te acaba automáticamente en abril y te quedas en paro”.

España es la actual campeona de Europa y plata olímpica en baloncesto femenino superando en los últimos resultados a la masculina . Gráfico: Alejandro García Casado.

La falta de un convenio propio da paso a situaciones muy diferenciadas con respecto a la vinculación laboral de los varones, según sostiene Lucila. Agrega que si hubiese algún tipo de problema, la propia jugadora  debe demostrar la relación con el club, “una de las grandes diferencias respecto al deporte masculino”.

Sin embargo, la  ausencia de un convenio específico no es de responsabilidad del club, sino que esta cuestión se debe  a la Ley del Deporte de 1990,  que no considera profesionales a las jugadoras y que se une a lo que dictamina el Boletín Oficial del Estado: solo cuenta como profesionales al fútbol masculino y a la Liga Endesa.

Según el testimonio de la jugadora, ellas no pueden quedarse embarazadas sin riesgo de ser despedidas de su trabajo, puesto que algunos clubes añaden en su régimen interno  una «cláusula anti embarazo», por la cual a una deportista que infringiera esa norma  se le anularía automáticamente el contrato, aunque  por otra parte, es igual de cierto que hay ejemplos muy diferentes y valorables, como IDK Gipuzkoa que permite y ayuda a sus jugadoras en su embarazo o Mann Filter Casablanca, que apoyó y llegó a un acuerdo con la jugadora búlgara Jaklin Zlatanova, para continuar en el equipo tras dar a luz a su hija.

Un hecho normalizado por las propias jugadoras, hasta el punto de que, según dice Lucila Pascua, tienen interiorizado y asumido que si se quedaran en cinta, salvando excepciones como las comentadas, serían despedidas. Por esa razón, añade,  antes de llegar a un posible conflicto de esa naturaleza, no suelen firmar ese año con el club.

Las jugadoras no tienen convenio laboral y suelen verse

sometidas a cláusulas que prohíben el embarazo.

Lucila Pascua  sostiene que, “por desgracia, si no eres del fútbol o ejerces un deporte masculino, muchas veces no se da la misma importancia. Es un pez que se muerde la cola, si la gente no consume el producto (baloncesto femenino), no lo pones en tu periódico y si no lo pones, los lectores no lo conocen, y como estamos en una sociedad en la que quedan muchos atisbos de machismo, en la que sacas muchas veces a la población del fútbol y se pierde.  Pienso que es un tema social porque parece que de las mujeres (a pesar del gran rendimiento) solo nos acordamos con los Juegos Olímpicos cada cuatro años, o en un mundial. Son como fogonazos, pero a los dos días se ha olvidado. Se debería hacer más seguimiento durante todo el año, pero parece que vende más la portada del As”.

María de Val, portera del Leganés femenino. Foto de @esthi_7

La realidad del fútbol sala femenino

La ausencia de convenio laboral, la firma de contratos temporales, la carencia de baja maternal, la diferencia sustancial de salarios y de seguimiento preocupan a las deportistas. Y entre las mujeres que reivindican mejores condiciones, se encuentran las jugadoras de fútbol sala femenino. Para ellas cobrar 250 euros en primera división y  el pago de hospedaje por parte del club, es un lujo que muchas jugadoras no tienen.

Ante ello, María del Val , portera del Leganés, señala que todo “depende el club y las capacidades económicas que pueda soportar. Hay equipos en primera que no pueden pagar ni el piso y algunos de ellos potentes como el campeón de España. Pero, normalmente, te pagan el piso y tus gastos, o 100-150 euros, y sin poder pagar piso.  En el mejor de los casos, piso y 250 euros».

Estas condiciones se acentúan si se tiene en cuenta que no solo no tienen convenio con un tipo de contrato diferente, si no que este no existe: “Nosotras vamos a lo ilegal, sin papeles; no tenemos contrato y nos pagan en un sobrecito. Este año me hacen firmar una cosa para certificar, pero no hay contrato”, expresa de Val.

Las jugadoras de fútbol sala femenino no tienen contrato

y, a veces, ni un certificado de que juegan en un club.

De hecho, la jugadora del Leganés se siente afortunada por “tener piso y cobrar 250 euros, es un lujo.  No puedo pedir más, hay equipos con problemas de pagos de pisos y casi que te dan las gracias por jugar, quitando Alcorcón y Burela, que tienen equipos profesionalizados, gracias a la sección masculina o al fútbol once».

Lucila Pascua Suárez, pívot del Mann Filter, e internacional con la selección española de Baloncesto. Foto: Alberto Nevado-FEB

Si la situación es preocupante en primera división, lo es todavía más en los equipos de segunda división locales. Excepto Sala Zaragoza, en el resto de clubes son las propias deportistas las que tienen que pagar una inscripción por jugar como la que puede pagar un alevín (niños de 8 y 9 años) por jugar en el club de su barrio.

Lucila Pascua subraya que ello no solo ocurre en el fútbol sala femenino, sino en clubes en Liga Femenina 2 (segunda división de baloncesto femenino) que al tercer desplazamiento, tienen que sacar sus coches y pagar el viaje de su bolsillo, porque el club no tiene liquidez.

Al preguntarle a Pascua qué cambiaría de todo, ella no duda: “Cambiaría la situación precaria de muchas jugadoras. No quiero  que a ninguna le pase lo que yo viví en otros conjuntos: es muy duro trabajar, hacerlo bien, dar resultados al club y que, a fin de mes, te digan que no cobras”.

Se están dando pasos, pero queda mucho trabajo por delante por parte de todos: desde los partidos políticos hasta los aficionados, pasando por los clubes y los medios de comunicación.

 

Universidad San Jorge