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Centro Hípico Doble F: un lugar oculto para dejarse perder

Cualquier localidad siempre esconde secretos incluso para sus habitantes más mayores. Zaragoza no es una excepción y el claro ejemplo está en el Centro Hípico Doble F. Conocido por pocos, desconocido por muchos. ¿Qué esconde este lugar?

Texto y fotografía: Víctor Tomás Moliner

“El perro es el mejor amigo del hombre”, versa el refranero popular. Pero no todos los refranes se pueden aplicar a todas las personas. Este el caso de Paco Franco Sorribas, un hombre que reemplazó a los caninos por los caballos. Primero como jinete, luego con la fundación del Centro Hípico Doble F. Toda una vida dedicada en cuerpo y alma al mundo del caballo, y cuya pasión quiso llevar a Zaragoza, la ciudad que le vio nacer.

De hecho, la capital aragonesa puede presumir de ser una de las pocas ciudades que cuenta con un hipódromo. “En España solo hay en Madrid, San Sebastián, Andalucía y Zaragoza”, indica Paco Franco, que presume de ser el único cuya propiedad no es pública, sino particular. Esa puede ser una de las razones de la escasa ayuda económica que recibe tanto por parte del Gobierno de Aragón como del Ayuntamiento de Zaragoza, a lo que ya se resigna.

UN LUGAR OCULTO EN LA LEJANÍA

Para encontrar este hipódromo que roza ya el medio siglo de antigüedad hay que trasladarse a la altura del número 242 de la Avenida Cataluña y atravesar unos 300 metros de un camino de tierra, una localización algo alejada de la urbe. Esa lejanía puede suponer que los habitantes de la ciudad desconozcan su existencia, algo ya asumido por propietario: “Zaragoza ignora una barbaridad este lugar”.

La finca, formada por la friolera de 80.000 metros, está bien refugiada por los árboles, protegiéndola ante las posibles miradas indiscretas de los que pasen por la zona. Sumando tanto los que rodean el lugar como los que se encuentran en el interior, en total hay más de 5.000, lo que genera una gran alfombra de hojas cuando los árboles pierden su abrigo.

El recinto cuenta en sí cuenta con dos pistas de doma, tres de salto de obstáculos, una de polo y el hipódromo, un óvalo de más de 700 metros donde se disputan las carreras de caballos cuando llega la primavera. A estas dos últimas zonas se accede a través del Paseo de las Pamelas, igual de larga que el Paseo de Independencia según el propio Paco Franco.

Para encontrar el origen del nombre del Paseo de las Pamelas hay que remontarse a los varios viajes que hizo Franco a Reino Unido, concretamente al Hipódromo de Ascot, uno de los más antiguos e importantes. Tras una de esas visitas decidió importar a Zaragoza ese glamour inglés, una decisión que fue bien acogida por el público.

Pero en el Centro Hípico Doble F no solo hay espacio para la competición, sino también para el cuidado y la enseñanza. En la actualidad tiene a su cargo alrededor de 20 caballos –aunque llegó a tener más de 50- a los que cuida y doma. Uno de los métodos empleados es darles cuerda: el animal está atado por una cuerda en un extremo y el otro lo tiene el domador para que el primero vaya dando vueltas alrededor del segundo. Es un proceso que dura aproximadamente unos veinte minutos por caballo, pero vital para su formación.

UNA VIDA DEDICADA A LA HÍPICA

La relación entre los caballos y Paco Franco se remonta a su niñez. “Mi padre era tratante de caballos, por lo que antes de andar ya sabía montar a caballo”, explica, orgulloso de todo lo que ha logrado a lo largo de sus 73 años de vida. Uno de los logros de los que más presume es de haber sido el primer jinete civil  que participó en la hípica militar, en la que no había participado ninguno que no fuera militar.

A Franco también hay que atribuirle el mérito de la llegada de los primeros caballos para dar clases de equitación a Aragón. “Zaragoza solo se había montado en burro y en mula. En caballos solo montaban los militares y la Guardia Civil, la Policía Nacional,…”, destaca el propietario del Centro Hípico Doble F. Su compromiso con la hípica es tal que incluso lleva dando “clases gratis” a todo aquel que tiene un caballo.

“Esto requiere mucha pasión, trabajo y ganas”, reconoce Paco. Aunque en ocasiones reciben la ayuda de dos personas más, son él y otro hombre los que habitualmente se encargan de dejar cada día el Centro Hípico en las mejores condiciones, cuidar a los caballos, educarles,… “Había otro hipódromo en Galicia al que hace unos años les quedó una deuda de 90.000 euros, con 24 empleados en unas instalaciones más pequeñas que estas”, compara Franco.

UNA CARRERA DE “CABALLOS”

Zaragoza, y concretamente el Centro Hípico Doble F, fue el escenario de un enfrentamiento jamás visto hasta el momento. Era el 26 de mayo de 2013, una fecha que pasará a la historia por la celebración de la primera carrera entre un coche y un caballo. Los competidores, Paco Franco –artífice de la idea- a los lomos del caballo Prieto Azabache y un Audi, con más de 150 caballos.

La carrera, que se celebró en superficie de hierba, estaba estipulada a 100 metros, provocando que las diferencias fueran mínimas y exigiendo lo máximo tanto al coche como al caballo (llegando a superar incluso los 70 Km/h). “Nunca he visto correr así a un caballo. No tocaba el suelo con las patas, parecía que volaba”, señala Paco Franco mientras revisa fotos y recortes de periódicos de aquel día.

Este es solo uno de los muchos diplomas, fotos o artículos de prensa que guarda en su oficina. Recuerdos que forman parte de pasado y no se repetirán. Su presente está en el Centro Hípico Doble F. “La pasión que tengo yo por los caballos no la tiene nadie, esto solo lo puede tener un apasionado”, afirma un orgulloso Paco Franco, que ha logrado a base de mucho esfuerzo y sacrificio que la ciudad de Zaragoza tenga un lugar dentro de la hípica española.

 

Acerca del autor

Jorge M. Rodriguez

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