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Un abuelo, un balón (columna literaria)

El fútbol, ese deporte capaz de movilizar masas y levantar pasión allá donde va, cuenta, en alguna ocasión, con un ingrediente que lo hace todavía más grande si cabe:  la figura del abuelo. Quienes hemos disfrutado de la relación abuelo-nieto, adaptada al mundo del balón, somos conscientes de que hay pocas cosas más bonitas en la vida que compartir esos ratos con un ser tan querido.

De mi abuelo, después de una década sin él, me vienen a la cabeza todo tipo de recuerdos. Sin embargo, son los relacionados con el fútbol los que se suceden en mi memoria con más fuerza y frecuencia. Aquellos partidos que disfrutábamos juntos, los “pases” que nos lanzábamos de lado a lado de la calle, nuestras conversaciones, sus consejos… No hay día en que alguna de estas situaciones no haga acto de presencia en mi mente, y eso me llena de alegría, pues es sinónimo de lo bien que lo pasábamos.

Como sucede en el amor, el balompié no entiende de edades, y hace posible que personas de generaciones distintas puedan unir sus almas en torno a él. Nuestro deporte rey posee un lenguaje universal que supone una ocasión inmejorable de que abuelo y nieto se comuniquen, una especie de oportunidad que al menos yo no quise desaprovechar mientras pude.

A lo largo de los diez años que conviví con mi “maestro”, ambos disfrutamos juntos de variedad de jornadas futboleras. En ellas se sucedían charlas sobre infinidad de asuntos del fútbol de su época, del más reciente, y por supuesto de nuestro Barça. Recuerdo cómo se le hacía la boca agua al hablar de emblemas culés como Johan Cruyff o Kubala, jugadores que a mí me hubiese encantado poder ver. Como me hubiese gustado disfrutar a su lado del “Barcelona de Guardiola” o de la “España Campeona del Mundo”.

Quizá él esté disfrutando de estos grandes equipos desde algún lugar, pero por si acaso, cuando yo tenga un nieto le explicaré lo que las victorias de esos colores han supuesto en mi vida. Le contaré lo que el fútbol significa, porque este deporte es mucho más fácil de entender con “un abuelito” de por medio y éstos también son mejor comprendidos a través del fútbol.

Un buen día, Jorge Valdano dijo que “en ningún sitio se aprende tanto de uno mismo y de los demás como en una cancha”.  Una frase que sirve para simplificar la grandeza de este deporte pero que, al fin y al cabo, no deja de ser un conjunto de palabras que con el tiempo se van y no regresan. Los abuelos que se van tampoco regresan, pero sí permanecen en forma de balón. Un objeto muy especial que se queda para recordarnos todo lo que ellos nos han enseñado, todo cuanto nos han querido, todo lo que les gustaría poder volver a jugar algún día a nuestro lado.

Escrito por: Javier Clavero, alumno de 2º de Periodismo en la Universidad San Jorge

Fotografía por: Sergio Lacasa

 

Universidad San Jorge