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Carles Porta, periodista y escritor: “Las empresas se han comido al periodismo”

Desde noviembre de 2008, la crisis destruyó 6.234 puestos trabajo y 57 medios de comunicación según la Federación de Asociaciones de Periodistas de España. La delicada situación, junto con la precariedad profesional del periodista, augura un futuro impredecible.  Carles Porta (Lleida, 1963) es un hombre de prensa que ha cubierto conflictos bélicos en Bosnia, Haití, Argelia o Kosovo. Tras investigar el caso sobre el asesinato de Fago escribió su último libro, que lleva ese mismo nombre. En esta entrevista, Carles Porta nos acerca a la realidad actual del mundo del periodismo.

Irene Villanueva.- Los contratos a becarios en los medios de comunicación es una práctica cada vez más habitual, ¿qué problemas puede suponer?

C.P.- Es una pericia muy lamentable que está demasiado extendida en países donde la supuesta picardía pasa por engañar al Estado y no pagando impuestos. No nos damos cuenta, o no queremos darnos cuenta, de que de ese modo lo destrozamos todo. La inexistencia de la figura del aprendiz o la floja colaboración entre universidades y empresas crea el caldo de cultivo de esa situación.

I.V.- ¿Qué es para usted la libertad de prensa?

C.P.- No tener que pedir permiso para escribir ni publicar. No tener miedo a enfadar a alguien poderoso. Es tener tranquilidad para decir y escribir lo que se piensa.

I.V.- ¿Hay ahora más libertad de prensa?

C.P.- Depende de la época con la que nos comparemos. Yo creo que España vive una cierta involución en muchos sentidos. El tema de la monarquía es uno de ellos. Parece como si criticar al rey o informar sobre sus actividades fuésemos a debilitar la institución. Eso demuestra que seguimos siendo adolescentes democráticos. También es cierto que desde los medios y desde los partidos se utiliza al rey como un arma arrojadiza y eso tampoco está bien.

I.V.- ¿Qué peligros puede conllevar la libre expresión?

C.P.- No debe conllevar ningún riesgo. La cuestión es la práctica del buen periodismo o de opiniones veraces y fundamentadas. El problema es que las leyes de defensa de la intimidad, honor o difamación deben aplicarse con rotundidad y honestidad, y eso, lamentablemente, no pasa. Tú has de ser absolutamente libre para opinar o informar, pero insultar, difamar o decir mentiras debe tener consecuencias.

I.V.- ¿Qué situación laboral se van a encontrar los jóvenes que terminen la carrera dentro de dos años?

C.P.- España vive en todos sus sectores una explosión de burbujas. Hay un exceso de facultades de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Resultará mucho más difícil acceder a un puesto de trabajo, pero eso le pasará a mucha gente en otros sectores. Yo soy de los que piensa que no debemos quedarnos sentados a esperar que el Estado o los gobiernos nos solucionen los problemas. Cada uno debe luchar por su parcela en el trabajo y en la vida y sumar esfuerzos. Uno más uno suman dos y así sucesivamente. El cierre de empresas y el despido de profesionales es una reconversión lógica y traumática debido al exceso de medios que provoca una fragmentación en el mercado. La crisis e Internet han descolocado a todo el mundo. Supongo que después del tsunami llegará la calma y una cierta recuperación en todos los sentidos, pero el que se quede sentado y piense que la solución “llegará desde arriba” lo tendrá crudo.

I.V.- ¿A qué cree que se debe la actual crisis del periodismo?

C.P.- Creo que hay dos tipos de crisis. La económica afecta a las empresas y la de la profesión viene inducida por la renuncia de las empresas periodísticas y el gran cambio tecnológico que vivimos. Los problemas económicos afectan a cualquier estructura empresarial.

Por lo que respecta a la profesión, desde hace años las empresas han ido cayendo en manos de gente que ha buscado influir en política y ganar dinero. Todo es muy digno pero es falso y lejano a la verdadera función del periodismo. Las empresas se han comido al periodismo. Lo importante ya no es informar sino influir a favor del político que luego nos dará más subvenciones, con lo que los ingresos de los medios han pasado a depender más de las administraciones públicas que de las ventas o de la audiencia directa. Todo ello ha pervertido el proceso. Se coloca a directivos que son amigos del que manda, que no molestarán al empresario y que dirigirán el medio hacia posiciones propagandísticas cercanas al poder. Ese poder estará contento y nos dará subvenciones, pero no nos damos cuenta de que eso nos aleja de nuestros verdaderos clientes, que son los ciudadanos anónimos. Los medios que se den cuenta de su error y regresen a la senda del verdadero periodismo dejarán de depender de esas subvenciones que, por otra parte, ya están desapareciendo.

I.V.- ¿Qué significa para un periodista el Día Mundial de la Libertad de Prensa? ¿Cree que se soluciona algo manifestándose?

C.P.- Que en el año 2012 se tenga que hablar de fundamentos básicos como el periodismo y la libertad de prensa significa que muchas cosas funcionan mal. Una manifestación busca llamar la atención del resto de ciudadanos y sus instituciones y provocar un cierto cambio. Desde luego, esas manifestaciones deberían ayudar, pero creo que lo que más ayuda es el compromiso individual de cada persona ejerciendo bien su labor y empujando a los cargos intermedios a sentir vergüenza y a verse obligados a meditar. Con las redes sociales hay muchas posibilidades de dejar en evidencia a supuestos grandes nombres del periodismo que lo único que buscan es influir políticamente y utilizan a sus periodistas como ejércitos y a los ciudadanos como cobayas.

I.V.- ¿Por qué apostar por carreras como periodismo?

C.P.- Para mí, el periodismo es como el sacerdocio, es vocacional. No puedes decir que “trabajas” de periodista, ya que para mí “eres” periodista. Eso debe llevarse en la sangre y en el instinto. Desde luego, la formación que se da en las facultades de periodismo es interesante para construir personas con los ojos abiertos en muchos ámbitos. Puede ser una buena carrera para gente inquieta con intereses abiertos y diversos, aunque siempre digo que la carrera se la hace uno mismo.

I.V.- Usted ha investigado y escrito sobre el crimen de Fago, ¿qué responsabilidad tiene el periodista cuando escribe?

C.P.- Mucha. Escribir es como tirar una piedra: cuando sale de la mano no sabes a dónde va. Escribir debe obedecer a la fiabilidad y responsabilidad. Yo soy responsable de cada una de mis palabras y afirmaciones, de recoger testimonios y contar hechos veraces. Lo que más valoro en la vida y en el periodismo es la credibilidad. Llegar a ser creíble es dificilísimo y perder ese respeto por parte de un lector es tremendamente fácil. Yo lucho cada día con cada palabra y cada frase para ser creíble y ganarme la confianza de mis lectores.

I.V.- Cada vez hay más canales de información pero, ¿implica que estemos mejor informados?

C.P.- Más horas o más páginas no implican ni más ni mejor información. La propaganda se ha comido a la información. Lamentablemente, la presencia de más medios debería significar la existencia de más miradas, de miradas distintas. En cambio, todos reproducen la misma nota de agencia o dan la misma visión de un hecho, eso sí, dándole el matiz político de su dueño o subvencionador.

I.V.- Su libro parece una novela pero es un caso real. ¿Objetividad y realidad son dos campos que deberían ir unidos?

 C.P.- La objetividad no existe. Es una palabra magnífica pero el simple hecho de decidir qué palabras utilizas para narrar un acontecimiento ya lo convierte en subjetivo. Sin embargo, la obligación de un buen periodista es acercarse lo máximo posible a la objetividad. Lo mismo podríamos decir de la realidad ya que son palabras sinónimas. Transmitir objetividad y realidad es lo que mueve mi trabajo pero cada persona tiene su propia visión de un hecho. Yo me conformo con ser honesto.

Escrito por: Irene Villanueva, alumna de 2º de Periodismo de la Universidad San Jorge

Imagen: Sergio Lacasa, alumno de 3º de Periodismo de la Universidad San Jorge

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