El volunturismo, a pesar de ser una práctica que surgió hace más de 50 años, está en pleno auge gracias a la globalización y las nuevas tecnologías. El problema desencadenante es la falta de profesionalización y la corta duración de la estancia de los voluntarios en el país de destino, llegando a suponer incluso más obstáculos que facilidades a la hora de mejorar la calidad de vida de la población. David Corellano, coordinador de UNICEF Aragón, expone los principales inconvenientes que el volunturismo y la falta de profesionalidad han desencadenado en la industria, y apunta una serie de mecanismos de acción que lo solventan.
¿Qué está provocando esta tendencia del volunturismo?
Como valoración personal: Significa devaluar un poco el trabajo que se hace en cooperación. Es un trabajo muy técnico el que requiere el mundo de la cooperación, no es llegar y hacer cosas, es mucho más complejo. Es muy recurrente que nos llame gente a las sedes de UNICEF porque se quieren ir un mes de vacaciones a África a ‘hacer algo’. No es tan sencillo. Yo mismo no podría irme a un proyecto de este estilo. Se necesita una cualificación técnica. Para trabajar en la cooperación, se tiene que estar realmente capacitado ya que, normalmente, en estos países se piden trabajos muy técnicos que tienen que ver con áreas muy diferentes: proyectos de saneamiento de aguas, desnutrición, tratamiento de enfermedades… Tienes que tener formación.
«Lo que hay que hacer en estos casos es combatir la desigualdad, pero de una forma seria, no con nuestras horas sueltas en vacaciones»
¿Cómo es posible que un voluntario deba pagar casi 2000€ por estar tres semanas en una familia sudafricana?
Los voluntarios ya saben lo que les va a costar la experiencia. Lo que deberían hacer estas empresas es advertir del tipo de actividad. Sin embargo, debo recalcar algo: lo que hacen no es cooperación. Son empresas disfrazadas de ONG. El que una entidad tenga la apariencia y el reconocimiento jurídico de ONG no significa que su forma de trabajar sea la de una ONG.
Están reguladas relativamente: en países en vías de desarrollo es complicado. Las que tienen sede en España están muy controladas, son muy exigentes a la hora de dar fondos a una entidad como la nuestra. Cuanto más potente es una organización, más mecanismos de autorregulación tiene. En UNICEF, que es una agencia de Naciones Unidas, tenemos un sistema de triple auditoría que nos examina si cumplimos los requisitos o no. La fundación Lealtad es una de ellas, se dedica a auditar entidades y a verificar si respetan con el principio de transparencia. Las entidades necesitamos, precisamente, obtener fondos de los gobiernos, de las empresas, y, sobre todo, ser muy transparentes y que todos los seguros que nos donan tengan una trazabilidad.
«Lo que hacen no es cooperación. Son empresas disfrazadas de ONG»
¿Hasta qué punto es ética la movilización masiva de los voluntarios a estas comunidades, teniendo en cuenta que las cosas no mejoran (a gran escala) y al final la recompensa es personal?
Sirve para muy poco. Un ejemplo: cuando ves una catástrofe por la calle y te haces un selfie con el accidentado. Esto refleja la cultura que tenemos de vender experiencias, como si lo importante fuera mostrar lo que uno ha visto. Es lo mismo que vender que estás haciendo una gran obra por enseñarle a un niño inglés durante una hora. ¿Cómo podemos pensar que dando una hora de inglés a la semana le estás enseñando realmente a hablarlo? Es ridículo.
Tendemos a ver los países en desarrollo como países de segundo orden, de segunda clase. Los niños de Camboya son niños exactamente iguales que los españoles, que los bolivianos o que los británicos. Igual. Tienen las mismas necesidades solo que se encuentran en una situación de vulnerabilidad y de desigualdad más alta. Lo que hay que hacer en estos casos es combatir esa desigualdad, pero de una forma seria, no con nuestras horas sueltas en vacaciones.
«Tendemos a ver los países en desarrollo como países de segundo orden»
Muchas veces, los voluntarios suplen las ocupaciones de los locales por puestos sin profesionalización. No está del todo bien. Si estamos pensando en sacar a estos países de su situación de vulnerabilidad, lo que hay que hacer es dar recursos, no basta con buenas intenciones.
¿Cuál sería la solución o alternativa?
No hay nada que hacer, esta práctica seguirá existiendo mientras los propios países no pongan coto. Hay cierta concienciación social en los países desarrollados, pero se deben fortalecer los mecanismos de cooperación. Hacen falta más recursos para facilitar el desarrollo institucional de cada país en situación de vulnerabilidad. Vale más invertir en una organización con recorrido que en un viaje de este tipo. Es más eficiente a largo plazo.
En el caso de que uno decida invertir su tiempo en un país desfavorecido, debe realizar una labor acorde con su profesión o con su cualificación previa y suplir durante un tiempo esa carencia existente en el país. Sin embargo, embarcarte en un proyecto sin una función determinada no sirve para nada, ni un mes ni seis.
UNICEF publicó que el número de niños que viven en orfanatos en Camboya se cuadriplicó de unos 6.000 en 2004 a más de 26.000 en 2016, según los datos que durante estos años han recogido el Ministerio de Asuntos Sociales de Camboya y UNICEF. Según Europa Press, en la actualidad hay un total de 406 orfanatos en Camboya y el 38 por ciento nunca han sido inspeccionados. De ahí que vosotros hagáis una ardua campaña contra estas falsas prácticas. ¿Crees que los orfanatos se aprovechan de aquellos padres en situación precaria a la hora de ceder a sus hijos?
Claro, porque las familias tendrán una compensación económica al realizar esta acción, es puro negocio. Todo ese dinero que se invierte en estos programas llega a los bolsillos de los dueños de la ONG. Es algo difícilmente evitable. Si el gobierno quiere ponerse manos a la obra lo hará, pero de momento no les interesa.
«Los gobiernos necesitan que ocurra, tienen poca capacidad de acción y carecen de medios suficientes para solventar estas adversidades»
¿Y cómo es posible que voluntarios de Camboya que habían colaborado con estos orfanatos desconocieran que los niños con los que estaban no eran huérfanos realmente?
Al final, cuando uno va a un país como Camboya, se va con la idea romántica de que va a ayudar y no se preocupa por averiguar si la institución con la que va a colaborar es fiable o no, no se preocupa por saber a qué se destina el dinero que invierte. Con 12 dólares en Camboya al día se puede hacer mucho. La renta muchas veces de una persona es de menos de 1 dólar al día. Si una ONG destinara todo el dinero que los voluntarios aportan para esto, se habría notado.
¿Es real que el gobierno, en este caso de Camboya, no da facilidades a las entidades que intentan ayudar?
Por ejemplo, UNICEF es una entidad que está presente en casi todos los países. En concreto, más de 50. En países complicados actualmente como Yemen, Siria, Afganistán, están las asociaciones como UNICEF.
Cuando hay dificultades y necesidad, las entidades más importantes están ahí para ayudar. Los países al final no son tontos. Puede haber corruptelas en los gobiernos de estos países, pero no renuncian a las ayudas que se les brindan. Los gobiernos necesitan que eso ocurra, son países con poca capacidad de acción. No tienen medios suficientes para solventar estas adversidades.
¿No crees que lo esencial sería que existieran pocas fundaciones pero que trabajaran de manera eficiente frente a la existencia de muchas asociaciones o fundaciones que manchen la imagen de esas pocas que actúan bien?
Ojalá. Para nosotros sería mejor, recibiríamos más fondos. De cada 10 euros que conseguimos 8 y pico van destinados a la necesidad. Lo que se denomina el porcentaje de retención. Necesitamos muy poco para generar mucho. Cuanto más pequeñas son las organizaciones normalmente más porcentaje necesitan para enviar menos, es decir aumenta el porcentaje de retención. En UNICEF no ocurre porque somos más grandes que ellas.