Imagine usted un país donde, de cada 10 niños catalogados como huérfanos, 7,2 realmente tienen uno o dos padres vivos, es decir, que no son huérfanos. Una serie de irregularidades permitidas por el Gobierno facilita que algunas familias cedan a sus hijos a las ONG para conseguir proyectos financiados por países del primer mundo. Bienvenidos a Camboya, el paraíso del volunturismo y de las ONG sin escrúpulos.
Las familias camboyanas, hundidas en la miseria, aceptan y ceden sus hijos a los orfanatos. Los directores de los orfanatos prometen a los padres una vida mejor para sus hijos y una boca menos que alimentar. Este sistema provoca la separación de familias. Debido a la falta de transparencia, se desconoce la procedencia de los niños que hay en cada hospicio. La socióloga y antropóloga Elisa Spampinato, experta en turismo sostenible, asegura que el problema con los orfanatos radica en la falsa demanda que los locales están creando para obtener beneficio.
Camboya es un país que ha salido de una guerra civil hace relativamente poco (terminó en 1975). Esto quiere decir que el país ha estado buscando formas de financiación para revitalizar y reactivar Camboya. Una de las vías fue el turismo. No olvidemos que el volunturismo consiste en que voluntarios (la mayoría no cualificados en su cometido) viajen a países desfavorecidos durante un tiempo determinado para ayudar a los locales en sus carencias. O así, por lo menos, es como venden la idea a los occidentales. Es aquí donde Camboya ha visto filón y ha desarrollado rutas y tours en los que, por ejemplo, los turistas visitan orfanatos.
«El volunturismo no deja de ser turismo, no es cooperación”
Según explica David Corellano, coordinador del Comité de Aragón de UNICEF, “una de las mayores fuentes de financiación de Camboya es el turismo, por ello les interesa recibir ingresos de la forma que sea. El volunturismo no deja de ser turismo, no es cooperación”. Como valoración personal, Corellano asemeja el volunturismo con una devaluación del trabajo que se realiza en las cooperaciones, alegando que el mundo de la cooperación necesita trabajo especializado y técnico y que, por tanto, las personas no cualificadas lo único que hacen es entorpecer el objetivo establecido.
«Después de la Guerra Civil, los niños que nacen ya no son huérfanos»
Estas son prácticas que difícilmente van a cesar si el gobierno camboyano no pone una serie de límites. Y es que el gobierno local carece de mecanismos suficientes y de un desarrollo institucional adecuado para salir de esta situación. Corellano argumenta que «hubo una guerra civil que dejó muchos huérfanos, ya que asesinaron a muchas personas en esa época. Pero esto pasó hace 15 años. Después de la Guerra Civil, los niños que nacen ya no son huérfanos».
El modus operandi de los orfanatos consiste en ofrecer a la familia de estos niños una compensación económica a cambio de la cesión del niño. Ante la perplejidad de que voluntarios o colaboradores desconocieran estas prácticas ilícitas, Corellano afirma que “cuando vas de voluntario a un país como Camboya, te vas con la idea romántica de que vas a ayudar, y no te fijas en la fiabilidad de la institución con la que colaboras, no te preocupas por saber qué se hace con el dinero que inviertes. Das por hecho que cosas buenas”.
Hemos podido hablar con Jorge Deiro, un voluntario que participó en dos ocasiones en la ayuda a los desfavorecidos en Camboya. El joven asegura que fue una experiencia radical en su vida, ya que pudo adentrarse en una cultura distinta a la nuestra y, gracias al voluntariado, se sintió pleno. En su organización, PSE Camboya, los voluntarios debían pagarse el viaje y 100 euros para su manutención (una manutención, nos aclara, en la que no comes lo mismo que los locales, sino menús europeizados).
«Los servicios sociales de la zona organizan tours por las residencias de los niños y las casas de sus familias, con el fin de que te sientas mal y dones más dinero, si puedes»
También asegura que no tenía ni idea del tema de los orfanatos y alega que “es difícil ya que, como el Gobierno en Camboya es muy corrupto, lleva muchos años corrompiendo el sector del voluntariado también. Hubo muchos problemas durante las elecciones porque metían en prisión a los miembros de la oposición, manipulan votos…” Camboya es uno de los países que más ONG tiene en el mundo, existiendo conflictos abiertos entre las organizaciones y el gobierno local. Deiro comenta que «los servicios sociales de la zona organizan tours por las residencias de los niños y las casas de sus familias, con el fin de que te sientas mal y dones más dinero si puedes». Lo que percibe positivo de su estancia es la comunicación y cercanía con los niños, donde se les transmite tu visión del mundo y se les alienta a seguir adelante, y donde el niño te transmite que ha captado el mensaje.
Según UNICEF, para poder luchar por los derechos de los niños existen diversos mecanismos. Uno de ellos es la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional que reconoce en uno de sus artículos que los niños están sujetos de derecho. En Camboya, según asegura su coordinador en Aragón, David Corellano, los padres de los niños tratan a estos como pertenencias familiares con lo que poder hacer lo que deseen, ya que los consideran de su propiedad. Hay que destacar que Camboya es uno de los países firmantes de la Convención sobre los Derechos del Niño, por lo que este dato es chocante y alarmante. También existe el Comité de Derechos del Niño, que evalúa a los países firmantes de la Convención su comportamiento con los niños del lugar. El problema es que estos mecanismos carecen de poder frente a los gobiernos, por lo que lo único que pueden hacer es dar toques de atención y ejercer de lobbies (grupos de presión) para solventar las malas prácticas.
"Los niños no son atractivos turísticos"
«80 de los 8 millones de niños que viven en instituciones en el mundo no son huérfanos». Esto corrobora el movimiento ChildSafe, dedicado a solventar aquellas injusticias que perjudican a los más pequeños en todo el mundo.
Gracias a esta iniciativa, se pretende concienciar a aquellas personas que han decidido visitar orfanatos con una buena intención de fondo explicando que la mejor vía para lograrlo es la implicación solidaria.
Todos los niños tienen los mismos derechos, independientemente su país de procedencia, por ello existen políticas de protección hacia el menor o el derecho del niño a la privacidad. Como asegura ChildSafe, «hay muchas organizaciones que operan sin políticas adecuadas de protección infantil, incluidas algunas que no comprueban los antecedentes de sus visitantes a corto y largo plazo».
Por tanto, desde la organización se quiere difundir la mala praxis que los orfanatos están llevando a cabo permitiendo la exhibición de menores con fines lucrativos y, además, concienciar de que la verdadera manera de ayudar a los jóvenes desfavorecidos es ofrecerse como voluntario o realizar donaciones, que mejorarán su calidad de vida y, además, salvaguardarán sus derechos.