Juan Valbuena nació en Madrid en 1973. Es un fotoperiodista independiente al que le apasionan los viajes y contar historias que muy poca gente conoce. Sus principales trabajos fotoperiodísticos surgen de su propia curiosidad y del deseo de preservar la memoria de los territorios que fotografía. Valbuena también es el fundador de la agencia NOPHOTO y director de la editorial PHREE. Además, ejerce como profesor de fotografía en España y en algunos países de Latinoamérica.
Entre sus proyectos fotográficos más significativos se encuentran Ojos que no ven, corazón que no siente, una historia sobre la Guinea Ecuatorial que fue colonia española; Salitre, donde cuenta la vida de 12 inmigrantes que viven en un piso patera con su colaboración; o Un lugar de la mancha, un trabajo en el que recoge fotografías de cinco generaciones de su familia para reflejar la historia de España de cada momento.
¿Qué significa para ti ser fotoperiodista?
Es muy parecido a lo que implica ser humano, no hay mucha diferencia. Me interesan otras personas, moverme y visitar territorios que me generan curiosidad, me sigue interesando acercarme a grupos humanos a los que no pertenezco y también conocer el mundo exterior, el mundo real. Ser fotoperiodista me parece la extensión más natural a la curiosidad que yo tengo y que otra mucha gente tiene. Lo llamamos fotoperiodista, pero no deja de ser una persona que busca historias de humanos para contárselas a otros humanos, algo bastante antiguo.
¿Cómo definirías tus proyectos fotográficos? ¿Qué valor diferencial aportas a tus trabajos?
No sé cuánto estoy aportando, lo que sí sé es que ya no tengo ingenuidad. Sé lo que ando buscando desde un primer momento y sé el posible impacto que puedo tener, lo asumo y forma parte también del proyecto. Procuro ser respetuoso con quien me cuenta historias, con quien me deja fotografiarlo. Ser respetuoso y ser justo con las historias es lo principal para mí. Todo esto va al revés de los tiempos actuales, donde se exige mucha prisa y hay demasiado ruido mediático. Con el tiempo me he ido especializando en proyectos lentos, por vocación y por cómo soy.
«Creo que la búsqueda de la visibilidad de algo que nunca antes se ha contado es clave»
¿Crees que tu perspectiva cambia desde que empiezas un proyecto hasta que lo terminas?
Sí. Esto es como lo que decía Víctor Erice: «Si lo que voy a rodar es el guion, para qué hago la película». Hay que tener un guion, pero las cosas cambian: tú como fotógrafo cambias, las cosas a tu alrededor lo hacen, la gente que participa en el proyecto también cambia… Y un fotoperiodista tiene que ir moldeando todo eso para sacar adelante su proyecto. De ahí la gran dificultad de la edición. Una vez acumulas toda la información, toca decidir cuánto se cuenta, qué se cuenta y cómo se cuenta.
Cuando llevas a cabo la edición, ¿crees que es más difícil descartar fotos o saber lo que quieres que esté en el trabajo final?
Los fotoperiodistas siempre queremos trabajar desde la abundancia. Es muy raro ir justo de material, es decir, tener solo lo que vas a usar. Sería algo tan pretencioso como que un novelista quisiera escribir una novela del tirón, sin tachar nada. O como si no existiera el montaje en el cine. De esta misma manera los fotógrafos tenemos más material del que va a entrar en el proyecto y es bueno que así sea. Luego es difícil elegir entre todo ese material, pero esa parte a mí me gusta mucho, porque puedes afinar el mensaje y ser más preciso con lo que quieres contar.
«Un fotoperiodista no deja de ser una persona que busca historias de humanos para contárselas a otros humanos»
¿Cuál ha sido el proyecto fotográfico que más te gustado hacer, que más ilusión tuvieras por tenerlo terminado y presentarlo?
Mirándolo con un poco más de perspectiva me doy cuenta de que Salitre me cambió completamente la cabeza y la forma de entender el oficio. Me di cuenta de que, a veces, para contar bien una historia hace falta trabajar en colectivo. En el caso de Salitre era necesario no ser yo siempre el intermediario de las fotos y hacer partícipes a las personas que estaba fotografiando. En algunos proyectos no dejo que nadie más haga fotografías, solo las tomo yo, pero porque soy consciente de lo que quiero. Sin embargo, en Salitre ¿qué foto podría hacer yo mejor que el dibujo de Bamba de la patera en la que él vino a España? Se trata de contar la historia, no de demostrar que yo soy muy bueno haciendo fotos.
¿Qué te motiva a empezar un proyecto fotográfico?
Mis proyectos parten de la curiosidad mezclada con la experiencia. Puede haber algo de denuncia y todos tienen una parte de creatividad, pero yo creo que la búsqueda de la visibilidad de algo que no se ha contado es clave. El proyecto de Guinea Ecuatorial (Ojos que no ven, corazón que no siente) es claramente eso: localizar un secreto e ir a por él. Esa curiosidad que yo tenía por Guinea más la experiencia de ir allí a investigar sobre el tema, son lo que hace que el proyecto tenga aún más sentido.
«Debemos sobrevivir a la muerte de nuestros antiguos clientes y buscar unos nuevos que financien nuestro trabajo»
Tu próximo proyecto es Dalind, donde recoges distintas historias en la bahía de Algeciras y el estrecho de Gibraltar. ¿Ya lo has terminado o todavía quieres seguir fotografiando?
Me resisto mucho a darlo por acabado porque sería como cerrarlo en falso. Yo estaba muy dentro de ese proyecto cuando llegó la pandemia. La declaración del estado de alarma me pilló trabajando allí en Tarifa y me tuve que volver a Madrid. Desde entonces no he vuelto a hacer fotos, aunque estuve el año pasado para hacer un intento, pero con las mascarillas todavía en uso era difícil generar confianza en la gente a la que quería fotografiar. No dejo de pensar en cómo terminarlo y qué forma va a tener, pero sé que quiero cerrarlo el año que viene, en otoño de 2024 como muy tarde. Volveré este verano en rondas de siete o diez días e iré cerrando el proyecto.
¿Has llegado a trabajar con más de un proyecto al mismo tiempo?
Sí claro, aunque es complicado. En el año 2012 estuve hasta en cuatro grandes proyectos a la vez. Pude sacarlos adelante por mi forma de trabajar en la que no mezclo las cámaras ni tampoco las ideas de un trabajo a otro. Funcionaba como si tuviera dentro a cuatro personas distintas.
¿Se puede vivir haciendo fotoperiodismo hoy en día?
Haciendo solo fotos es casi imposible porque se ha perdido bastante el valor socioeconómico del oficio de fotoperiodista. Todo el periodismo ha perdido exclusividad y está menos valorado. Para sobrevivir tengo que compaginar los proyectos a largo plazo con encargos. Por ejemplo, considero que existen cuatro tipos de fotos: las que has hecho y forman parte de tu archivo, las que quieres hacer a futuro, las que otros quieren que hagas a modo de encargo y la comunicación y distribución de todo esto. Entre estas cuatro patas nos encontramos todos los fotógrafos. Creo que los fotoperiodistas debemos sobrevivir a la muerte de nuestros antiguos clientes, que eran los medios de comunicación, y buscar clientes nuevos que financien nuestro trabajo.
«Un fotoperiodista debe tener una buena mezcla de cabeza y corazón»
El 3 de mayo es el Día Mundial de la Libertad de Prensa, ¿cómo crees que un fotoperiodista puede hacer su trabajo de manera independiente y libre?
Gran parte del problema de algunos medios de comunicación es que han perdido su credibilidad y, por cuestiones económicas, se han ido aliando a intereses que no son puramente periodísticos. Dentro de esos medios es muy difícil ser libre, aunque no imposible. Aún así hay historias que será mejor trabajar de manera independiente y buscar una financiación ajena a cualquier interés. La independencia total se vende cara y el sistema la penaliza. El periodista argentino Rodolfo Walsh decía algo así como «O es libre o no es periodismo», entonces si fuéramos estrictos, ahora mismo es muy difícil hacer periodismo.
¿Qué se necesita para ser un buen profesional?
Un fotoperiodista debe tener una buena mezcla de cabeza y corazón. Hay periodistas que han llegado al oficio de manera muy vocacional y se vienen abajo cuando se chocan de frente con la realidad de esta profesión. Hay que tener ganas de hacer trabajos y sobre todo pensar bien cuál va a ser tu primer proyecto: debe ser algo largo y lento, que se pueda abordar en lo económico y que te diferencie de otros posibles fotógrafos. Una vez que la cabeza ha elegido qué hacer, hay que ir también con el corazón.
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