La comedia independiente golpea fuerte. Un nuevo tipo de comedia, más incómoda, crítica y sobre todo muy europea está llenando salas y acumulando premios. Primero fue la aclamada Tony Erdmann (2016) y ahora The Square (2017), la comedia que está rompiendo todos los esquemas.
Por Laura Gómez
The Square, la última ganadora de la palma de oro en Cannes y que ha arrasado los últimos premios del cine europeo, llegó a las salas españolas el pasado viernes 10 de noviembre y no ha dejado a nadie indiferente.
Ruben Östlund ya es un veterano en lo que de polémica se trata. El director sueco había pasado desapercibido hasta el estreno de Play (2011), que desató más de una crítica negativa por su peculiar humor acerbo que para muchos puede resultar incluso de mal gusto. Con Fuerza mayor (2014) parecía que Östlund se había relajado, pero sin haber dejado de lado su extraño humor y su recurrente crítica social. Sin embargo, The Square muestra que el Östlund más crítico y punzante está de vuelta.
La historia tiene como eje central a Christian (Claes Bang), el director de un museo de arte contemporáneo que tiene problemas para competir en el mercado internacional. De camino al trabajo, Christian es atracado de una forma algo peculiar. A partir de ese momento una serie de acontecimientos absurdos y fuera de su control le perseguirán y sacarán a la luz las peores partes de sí mismo.
Östlund emplea el humor simple, como la escena en la que un hombre con el síndrome de Tourette arruina una entrevista con sus constantes tics nerviosos en forma de insultos, y lo mezcla con un humor mucho más complejo, e incluso con escenas de una tensión asfixiante dignas de una película de terror.
Hipocresía, falsedad y escasa moralidad. Con sus casi dos horas y media de duración, The Square nos da tiempo para pensar qué clase de personas somos y cómo nos comportamos con hipérboles absurdas, pero a la vez verosímiles y creíbles
El director sueco se sirve de todo esto para crear una ferviente crítica a la sociedad burguesa, digna del mejor Buñuel. Östlund se ríe del falso triunfador, caricaturizado en el personaje de Christian, que se cree moralmente superior pero que realmente ni es un triunfador ni es una gran persona, simplemente aparenta serlo por la posición de poder en la que trabaja. Los esmóquines formaran una parte importante de esta crítica: el burgués de esmoquin jamás quisiera verse a sí mismo de rodillas buscando en la basura. Casualmente, este es el tipo de público que acoge el festival de Cannes, pero a Östlund no le asusta nada.
El mundo del arte tampoco se queda sin su correspondiente crítica. Elisabeth Moss, recientemente premiada como actriz principal en una serie dramática en los últimos premios Emmy’s por su trabajo en The Handmaid’s Tale, vuelve a demostrar su gran talento – que deslumbra incluso en papeles sin mucho peso narrativo – interpretando en este caso a Anne, una periodista que entrevista a Christian, pero que parece no comprender qué es en realidad el arte moderno. «Si pusiera tu bolso en este museo, ¿se convertiría en una obra de arte?» El director muestra y tira la pelota: ¿qué convierte al arte en arte? Ni si quiera los trabajadores del museo parecen saberlo: un accidente al limpiar una obra termina destruyéndola, así que Christian decide dejarla así porque según él si nadie se da cuenta no pasa nada.
Hipocresía, falsedad y escasa moralidad. Con sus casi dos horas y media de duración, The Square nos da tiempo para pensar qué clase de personas somos y cómo nos comportamos con hipérboles absurdas, pero a la vez verosímiles y creíbles. Sin duda, un toque de atención para todos los Christians de la sala de cine.
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