Armando Cester Martínez es el jefe de asistencia médica de bomberos del Ayuntamiento de Zaragoza desde 1983. Ha asistido a las víctimas de diversas catástrofes producidas en nuestra ciudad. Participó en el rescate de las víctimas del atentado cometido por ETA en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, que hoy cumple treinta años. En esta entrevista, el doctor Cester Martínez explica cómo vivió el atentado y la situación actual, tanto de los profesionales como del servicio sanitario de Zaragoza.
Beatriz Molina Lomba
¿Qué recuerda usted de la mañana del 11 de diciembre de 1987?
Una mañana difícil, de mucho trabajo y casi imborrable. También recuerdo mucho rescate, la actuación médica, ambulancias, los bomberos y el sufrimiento por parte de los guardias civiles. Al llegar, todo fue caos, oscuridad, no podíamos ver nada. Eran las 6:20 de la mañana, había un polvo en suspensión que no nos dejaba ver y se oían muchos gritos.
En ese momento ETA estaba cometiendo fuertes atentados para mejorar su posición ante el gobierno ¿sospechaban que lo había llevado a cabo por ETA?
Si, por supuesto.
¿Le sorprendió que la mayoría de las víctimas fuesen familias y menores?
No, lo teníamos claro. Sabíamos que era una casa cuartel de la Guardia Civil, y eso significaba que no solo había adultos, sino familias. De hecho, en las labores de desescombro apareció una niña. Era Navidad y nos encontrábamos en los años llamados “del plomo”. Todo el país estaba alerta y podían atacar en cualquier momento y en cualquier lugar, como así fue.
¿Hubo buena coordinación con respecto a sanitarios, bomberos, policías, etc.?
En toda catástrofe con múltiples víctimas siempre hay un desorden inicial, ya que los recursos sanitarios son inferiores a lo que se ha producido. Según van pasando los minutos eso va cambiando. En este caso, se llevó a cabo una buena labor. Incluso llegó a publicarse en la revista Emergencias como un ejemplo a seguir.
«Era Navidad y nos encontrábamos en los años llamados “del plomo”. Todo el país estaba alerta y podían atacar en cualquier momento y en cualquier lugar»
¿Cómo se fue desarrollando el proceso de rescate y evacuación?
Los primeros quince minutos fueron de caos absoluto. Incluso hubo gente sin lesiones que fue llevada a hospitales impidiendo el traslado de aquellos que de verdad estaban heridos. Cada uno hacíamos nuestro trabajo lo mejor que podíamos. A los veinte minutos habíamos logrado organizarnos, había luz y los bomberos estaban realizando su labor de rescate. Colocamos un puesto sanitario avanzado donde, médicos y enfermeros, atendíamos a las víctimas. Si había algún cadáver, verificábamos que había fallecido y se trasladaba al Hospital Militar.
Después de este suceso ¿se ha mejorado en Zaragoza la actuación en siniestros con múltiples víctimas?
Sí, no tiene nada que ver con aquella época. El sistema de emergencias de Zaragoza, con 061 y Bomberos, es mucho más amplio que hace treinta años. Contamos con más ambulancias, profesionales mucho mejor preparados, simulacros y planes de emergencia muy trabajados. Hace unos años vivimos la explosión de la Pirotecnia de Zaragoza y todo fue mucho más fácil. Había una jerarquía de atención a la catástrofe mucho más claro y fácil de aplicar que en el atentado de la Casa Cuartel.
¿Existen en Zaragoza las medidas de prevención suficientes para evitar este tipo de catástrofes?
Evitar, en realidad, es muy difícil. Tanto en el plano tecnológico como en el plano del terrorismo es complicado impedir catástrofes. La policía hace todo lo posible, pero nunca habrá una prevención 100% asegurada. Sin embargo, en la actualidad las medidas preventivas son mayores, hay muchos menos incendios, y los servicios sanitarios están mejor preparados que entonces. Además, el nivel cultural preventivo en España ha aumentado.
¿Cómo influyó en su vida el atentado?
Fue uno más que te marca. Hacía cinco años que había empezado a trabajar en el
cuerpo de bomberos y ya habíamos atendido muchísimas emergencias, pero el factor diferencial era que alguien había apretado un botón y había producido una desgracia. Aunque hasta ese momento la mayor parte de lo que habíamos atendido eran hechos casuales o errores humanos, no fue el primer atentado que viví. El año anterior estalló la bomba de ETA en el autobús que iba a la Academia General Militar y, años después, otra bomba de ETA en el Corte Inglés.
«Los primeros quince minutos fueron de caos absoluto. Incluso hubo gente sin lesiones que fue llevada a hospitales impidiendo el traslado de aquellos que de verdad estaban heridos».
¿En algún momento ha necesitado algún tipo de ayuda psicológica para poder superar este tipo de hechos?
En aquella época no se estilaba. Se hablaba del estrés post-traumático en acciones bélicas, pero no en el campo civil. Se empleaban otras técnicas como hablar con los compañeros de lo ocurrido, contárselo a tu mujer, amigos.
¿Cómo le ven los compañeros después de haber particioado en un hecho tan importante?
Te conviertes en un referente, en concreto, biológico, ya que muchos de los que trabajaron conmigo ya no están entre nosotros. También, por el papel que viví, fui el director de la atención sanitaria en ese hecho, un cargo lleno de responsabilidad.
¿Este tipo de trabajos te vuelven insensibles ante al dolor ajeno?
No, el ser profesional no debe hacer creer que no nos afecta. Uno lo vive. A veces pasas por sitios y revives aquello que te tocó atender en su momento. Es bueno no ser insensible, pero hay que ser profesional. En el momento de actuar hay que apartar todos esos sentimientos para que no te inmovilicen. Una vez que has cumplido tu función aparece el estrés post-traumático. Todo lo que llevas dentro hay que gestionarlo porque somos personas, y nos definimos por un cumulo de sentimientos. Un hecho así es una parte de la vida que no hay porque borrarla, hay que incorporarla de manera adecuada a tu vida.
¿La experiencia puede ayudarte a superar este tipo de catástrofes?
Claro que sí, la experiencia es saber gestionar todo un cumulo de sentimiento para así poder ser más eficaz. Hay que ser profesional y con la experiencia ir apartando los sentimientos porque un héroe muerto no salva vidas o, en este caso, un profesional muerto no salva vidas.
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