Carmen Morillas Díaz nació en Ceuta en 1927. Es una de las muchas españolas que vivieron los horrores de la Guerra Civil española. Hija de Jerónimo Rodríguez, militar que luchó en Granada. A sus 85 años, recuerda las miserias de la guerra como si fuera ayer.
Irene Villanueva.- ¿Qué recuerda de la época de la Guerra Civil?
Carmen Morillas.- La Guerra Civil empezó cuando yo tenía nueve años. A esa edad era muy difícil apreciar con detalle lo que estaba ocurriendo. Las vivencias personales y los testimonios de mis familiares me han hecho reconstruir esa época tan triste. Mi padre Jerónimo era militar y tuvo que luchar en la guerra como la mayoría de los hombres españoles. Yo llevaba una vida normal junto con mis cuatro hermanos. Iba al Colegio Calderón de las Monjas Paúles que estaba en la Calle Recogidas de Granada.
I.V.- ¿Cómo se vivía entonces?
C.M.- La Guerra Civil era una época que las últimas generaciones solo conocen por los libros de historia y a través de los relatos de personas de edad avanzada. Recuerdo que los bombardeos y los estallidos eran continuos; se pasaba mucho miedo. Como era tan pequeña, no me enteraba de muchas cosas que pasaban, estábamos muy desinformados, pero en gran parte preferíamos estarlo. Era una época de hambrunas, penurias y muertes. Afortunadamente, nadie en mi familia pasó por estos horrores. Muchas personas lo pasaron realmente mal, todos estábamos horrorizados.
I.V.- ¿Granada fue una zona muy afectada por la guerra?
C.M.- Había diferencia entre la parte nacional y la parte en la que estaban los republicanos. En la posguerra, la parte nacional era más rica, se cultivaba gran cantidad de productos, se comía pan blanco, el nivel de vida era mejor. Sin embargo, en la zona republicana, el pan era negro, se pasaba hambre y las tierras empobrecieron. En esa época, yo estaba viviendo en la zona nacional, en Granada. La vida allí parecía normal en comparación con otras zonas; como si la guerra no existiera. Recuerdo que había abundancia de recursos, almacenes de todo tipo, no se notó falta ninguna. Desgraciadamente, en la otra zona todo eso se destruyó.
I.V.- El estraperlo era una práctica habitual en esa época, ¿cómo lo recuerda?
C.M.- Algunos productos faltaban y no se podían encontrar, ya que en tiempos de guerra no se fabricaba nada. En ese periodo se vivía de existencias o con lo que provenía de África, puesto que era el continente más cercano. Cosas corrientes como las medias de nylon o las sábanas de hilo eran muy difíciles de encontrar. El estraperlo era un negocio por el cual se vendían los productos más caros, con un valor superior. Había casas particulares que traían las mercancías de contrabando y eran vendidas en los pisos. La policía las requisaba cuando las descubrían. Era muy habitual.
I.V.- ¿Era difícil estudiar entonces?
C.M.- En la guerra sí que lo era; hubo un espacio de tiempo de tres años donde estuvieron cerradas las universidades. En la posguerra, la Universidad comenzó a tener alumnos de nuevo. El bachillerato tenía que cursarse durante siete años. En séptimo curso conseguías el título. Recuerdo que éramos muy pocos alumnos en clase. En quinto de bachillerato ya solo quedábamos dos alumnas. En los últimos años de bachillerato, subíamos a la Alhambra y teníamos nuestros bailes. Me acuerdo que cuando nevaba era una preciosidad ver la Alambra cubierta de nieve; se helaban los estanques. Nuestra diversión para no ir a clase era llevarnos unos patines al estanque del Generalife y bailábamos claqué sobre los bancos, ya que en aquella época Fred Astaire era mi ídolo.
I.V.-La época de su juventud no es la misma que la de ahora, ¿qué cambios percibe?
C.M.- Se han producido tantos cambios que podría hablar durante horas. La educación y el respeto eran dos palabras muy importantes que marcaron mi vida. Ahora veo que la juventud no es obediente y hay cosas que serían impensables hacerlas en mi época.
A los 20 años, una chica ya estaba casada, no como ahora que esperan más tiempo. Ahora lo que importa es que todas tengan su trabajo antes de casarse. Antes, la sociedad era más machista y, por ello, las jóvenes se casaban antes. Yo me casé con 21 años. Con 18 años ya hice las oposiciones de Hacienda y de Correos. Era una chica adelantada en el tiempo, ya que la mayoría no pensaba en estudiar. La oposición que salió antes fue la de Correos y por ello trabajé en la oficina de Correos hasta que me casé. En ese tiempo muy pocas mujeres trabajaban, yo fui una de las primeras. Recuerdo que era la única chica en mi oficina. Cuando aprobé las oposiciones y como era demasiado joven, mi madre vino conmigo a Cádiz, que fue mi primer destino laboral.
La diversión en los años de mi juventud era mejor que ahora. Los jóvenes de hoy en día solo piensan en jugar con los ordenadores o chatear. Por esa parte yo creo que tendríamos que regresar a mis tiempos, aunque, a pesar de todo, tengo un ordenador que utilizo a diario.
I.V.- ¿Qué diferencias ve en la familia?
C.M.- Antes, la familia estaba muy unida y se tenía mucha obediencia. Cuando estábamos en el colegio, los padres nos obligaban a ir todos los días a casa de los abuelos a verlos. Había fijada una hora para los almuerzos y las cenas, ya que era el momento del encuentro familiar. Por la tarde era habitual dar un paseo con las amigas. Los domingos acudíamos al cine o íbamos a bailar. Si nos castigaban, nos dejaban sin ir al cine en esa semana. Para mí, era un castigo muy duro debido a que en esa época no teníamos televisión y era un modo de mantenernos entretenidos. Además, era impensable que salieran las chicas jóvenes por la noche y llegar de madrugada, como se hace ahora.
Texto y fotografía: Irene Villanueva, alumna de 2º de Periodismo de la Universidad San Jorge
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