Entrevista realizada por Monserrat Campos
David Jiménez García es un reconocido periodista y escritor español, con una amplia trayectoria como reportero de guerra y corresponsal en más de treinta países. Fue director del periódico El Mundo y columnista en The New York Times. Su obra más destacada, El Director, un bestseller traducido a múltiples idiomas, relata sus vivencias durante su año al frente de El Mundo, consolidándolo como una figura clave del periodismo contemporáneo. En esta entrevista, realizada durante un encuentro en la VI edición del Curso de Periodismo Especializado en Alcañiz, David Jiménez nos comparte sus reflexiones sobre el estado del periodismo y los desafíos éticos de la profesión.
Has cubierto algunos de los conflictos más intensos del mundo. ¿Cuál fue el momento más decisivo de tu carrera como corresponsal de guerra y cómo te impactó personalmente?
Quizá lo que más me impactó fue la primera vez que me pilló de cerca la muerte de un compañero en Afganistán. Yo había estado cubriendo la guerra después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y después de cubrir la guerra durante 45 días, pedí un receso para ir unos días a casa y en ese tiempo mataron a Julio Fuentes, el cual, era compañero del diario El Mundo. Vino a reemplazarme y recuerdo que regresé para recuperar el cadáver y ese fue, yo creo, uno de los momentos que más me marcó, no solo por la cobertura de la guerra sino porque darte cuenta del sacrificio que muchos periodistas hacen, a veces conlleva no regresar de las coberturas.
En tus crónicas, a menudo te adentras en los mundos más ocultos, como cuando entraste clandestinamente a Corea del Norte o fuiste testigo de la explosión nuclear en Fukushima. ¿Qué te atrajo a estos lugares, y cómo abordas la responsabilidad de contar historias tan delicadas y peligrosas?
Yo no era uno de esos periodistas que sienten la adrenalina y la necesidad de poner su vida en riesgo, simplemente cuando había una gran historia sentía la responsabilidad de ir a contarla y cuando había que decidir si me quedaba o me marchaba pues casi siempre decidía quedarme, porque me daba mucha rabia estar en medio de una cobertura y que eso se dejara de contar.
Entonces, es verdad que siempre tienes en cuenta el riesgo, pero también lo asumes como parte del trabajo e intentas no pensarlo demasiado porque si lo estuvieras pensando todo el tiempo probablemente no irías. Los conflictos son a veces una cuestión de mala suerte, estar en el sitio y momento equivocados es algo que puede hacer que no vuelvas, pero a veces pienso también puedes ir andando por una calle y te puede caer una cornisa en la cabeza, por lo tanto, si hay que morir que sea en una gran aventura.
Y a partir de ello, ¿Qué lecciones has aprendido sobre la humanidad y la supervivencia en estos entornos extremos?
Una cosa que he aprendido es que las personas nos parecemos mucho independientemente de que vivamos en África, en Asia o en Europa, lo importante son los sentimientos, las preocupaciones, nuestros miedos, todos son muy parecidos. Lo que cambian son las circunstancias a tu alrededor, el azar te puede dar la suerte de nacer en Europa o la mala suerte a lo mejor de hacerlo en un sitio sin esperanza, con pobreza o con guerras, esa arbitrariedad me hace pensar que es muy importante ir a contar esas desigualdades, esas injusticias, esos conflictos que la gente sufre sin haber hecho nada, simplemente porque el destino les ha puesto allí y han nacido en esos lugares.
Yo creo que el periodista siempre tiene un poco, al menos el reportero de guerra, de idealismo en el sentido de que piensa que a lo mejor poniendo un foco en un sitio, aportando algo de luz en esa oscuridad va a contribuir a solucionarlo, a que la gente que tiene la posibilidad hacer algo tome las decisiones necesarias.
El Director ha sido reconocido por su valentía al revelar las presiones y corrupciones dentro de los medios. ¿Qué te impulsó a contar esa historia sabiendo el impacto que tendría en el mundo del periodismo en España?
Como periodista, ya sea que se trate de un reportero, un redactor o un director, si me encuentro con corrupción, intereses o cualquier situación similar a la que enfrenté como director de El Mundo, sería difícil considerarme a mí mismo un verdadero periodista si no contara esa historia. En el ámbito del periodismo, solía existir una ley de silencio. Los periodistas podíamos hablar de todo lo que ocurría en la política, en las empresas, en el deporte, pero nunca abordábamos lo que sucedía dentro de nuestra propia profesión, las cosas malas que pasaban.
¿Crees que este tipo de silencio dentro del periodismo aún persiste o crees que está cambiando con las nuevas generaciones?
Después de haber experimentado de primera mano el lado más oscuro del periodismo —intereses, manipulación, poder— mientras ocupaba el cargo de director, sentí que era mi deber contarlo. Era importante para mí romper ese silencio. También, como menciono en la primera página de mi obra, la dedicatoria está dirigida a los futuros periodistas. Quería que este relato sirviera como una guía, un modelo para que las nuevas generaciones pudieran reconocer situaciones similares a las que tal vez enfrentarán en su trabajo. Mi esperanza es que mi experiencia como director les sea útil, ayudándoles a tomar decisiones éticas cuando se encuentren en circunstancias complicadas, tal como me ocurrió a mí.
Después de toda trayectoria, logros y experiencias que llevas detrás, ¿Qué consejos nos darías a nosotros como futuros periodistas, y en general a todos los jóvenes de hoy en día?
Lo primero que os diría es que no escuchéis nunca a las personas que os digan que algo no puede hacerse y sobre todo cuando se hace periodismo, en este escenario se van a encontrar muchos obstáculos. Esta profesión se basa en contar la verdad y siempre te vas a encontrar gente que va a intentar obstaculizarte y silenciarte. Yo creo que hay que ignorar a esas personas e intentar hacerlo de todas formas, pero yo creo que sirve para todas las profesiones, siempre va existir el hecho de que muchas veces te encuentras gente que te desanima a hacer las cosas, en mi opinión no merece la pena escucharlas.
Si yo hubiera escuchado a todos los que me dijeron esto no se puede hacer, no habría sido reportero, no habría sido corresponsal de guerra, no habría sido director de El Mundo y no habría escrito los libros que he escrito como El Director porque mucha gente me decía no lo escribas o esto te va a perjudicar. Yo creo que hay que ignorar a los que te dicen que algo no puede hacerse y al menos intentarlo y si no sale por lo menos te quedará siempre el alivio de que lo intentaste.
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