Le apodan Txepetx, nombre que se designa en vasco a una minúscula ave marrón con un carácter vivaz. Pero el tamaño de este pequeño pájaro no tiene que engañarnos con la grandeza de conocimientos que abarca José María Sánchez, licenciado en filología angloamericana, filología vasca y catedrático de bachillerado de lengua y literatura española. Ha volado de país en país ejerciendo como profesor en Escocia, Inglaterra, Canarias, Baleares y Andalucía y ha investigado acerca del bilingüismo, la sociolingüística y la vida de las lenguas. Hace poco, participó como ponente en la Semana de las Lenguas y las Culturas, organizadas por el Grado de Traducción y Comunicación Intercultural de la Universidad San Jorge. En esta entrevista, Sánchez reflexiona sobre las relaciones entre lengua y pueblo.
Por Rebeca Oliva
¿Por qué la lengua es un tema de actualidad?
Y de una actualidad sociológica y política
que nos afecta en gran manera. No se trata de algo que ocurra en países exóticos, sino de la relación con nuestras identidades, y hay identidades que afectan a colectividades numerosas, e identidades que afectan a pequeñas colectividades.
En su charla en la USJ habló de la construcción de una “verdad”. ¿Cómo ocurre ello?
Para eso me sirvo del ejemplo de las siete islas. Si tenemos seis y estas pertenecen a distintos continentes, y surge una séptima isla política en tierra firme (por ejemplo, la república de San Marino), nos damos cuenta que –al examinar las relaciones de lengua y pueblo en esos contextos diferenciados– hay verdades que se han tenido por ciertas, y evidentes, en ese espacio. Pero, cuando nos trasladamos a otro lugar, o a otro tiempo, resulta que esas verdades son relativas. Y, a veces, no emergen a la superficie, porque están solapadas por ideologías o por prejuicios.
¿Cómo así?
Las ideologías, a veces, fabrican artificialmente el conflicto entre comunidades lingüísticas, que son muy sensibles con su propia identidad.
¿Es un conflicto entre lenguas mayoritarias y minoritarias de un país?
No exactamente. Primero, debemos saber que hay una diferencia entre lengua minoritaria y lengua minorizada. Una minoritaria se refiere a la cantidad; es decir, cuando un territorio tiene un número pequeño de personas que la hablan. En el caso de una lengua minorizada depende de un factor cualitativo: se trata de lenguas muy extendidas por un territorio, y habladas por la mayor parte de su población, pero se ven minorizadas por otra lengua respaldada por un mayor poder político. Es el caso del aimara en Bolivia. En esa lengua impuesta puede cubrir todas las funciones sociales del territorio, a pesar de que no la hable la mayoría de la población.
¿El poder político pretende aislar esas lenguas minorizadas?
Más bien, existe una competición ideológica por la búsqueda de poder. Desde el punto de vista racional y lógico, existen tres soluciones: el binomio multiplicativo, la homeostasis y la ecuación demográfica y recursos.
«Si ignoramos las historias de convivencia, las relaciones y los elementos comunes, se creará un uniformismo que ignorará las peculiaridades de cada lugar»
¿Nos lo puede explicar? Empecemos por el binomio multiplicativo…
En álgebra, el binomio es el resultado de dos monomios, A y B, que pueden sumar o restar. Para que sumen, tiene que existir un tercer elemento común de A y B. Si lo trasladamos al caso lingüístico, nos referimos a la existencia de las lenguas A y B en un mismo territorio, independientemente del porcentaje de los hablantes de cada una. En este caso, se trata de buscar un elemento común para que sumen, y nunca se resten la una a la otra.
¿Qué ocurre cuando se restan?
Surge el conflicto. Esto es lo que pasa con las ideologías que suprimen lo que las hace diferentes. O cuando eliminan sus puntos en común. Tan malo es ignorar sus semejanzas, como sus diferencias.
Vamos, lo que ocurre en España…
Si ignoramos las historias de convivencia, las relaciones y los elementos comunes, se creará un uniformismo que ignorará las peculiaridades de cada lugar. Y esas peculiaridades son muy queridas por sus habitantes. La mayor parte de los conflictos lingüísticos están provocados por ideologías que suplantan y suprimen esas diferencias.
¿Y qué pasa con la homeostasis?
Es un concepto que he rescatado de la biología. Se trata de la capacidad de cualquier ser vivo de adaptarse a los cambios y condiciones del entorno, manteniendo su estructura, identidad y naturaleza básica. En el caso de las lenguas es igual: se trata de una condición fundamental para el equilibrio entre lengua y pueblo.
¿Puede dar un ejemplo?
Esto podría ocurrir en el caso del Tíbet, ante la invasión China. La comunidad tibetana tendrá la capacidad de incorporar elementos ajenos a los suyos, a través de esa invasión. Pero siempre que no se metan más chinos que tibetanos. Porque entonces en ese momento la homeostasis, su capacidad de adaptación, se viene abajo. Lo mismo ha sucedido en la historia de la colonización: no hay un equilibrio entre comunidades, así que se rompen esos procesos de adaptación.
¿Por qué se implantan unas creencias y una lengua?
Porque se produce una ruptura del equilibrio demográfico. Es necesario un equilibrio: ni hacer todo igual, ni exaltar las diferencias. Un mundo en el que quepamos todos es posible.
¿En qué consiste la ecuación demográfica con recursos?
Busca que cada territorio tenga una proporción entre los recursos y la población que dispone. Cuando eso no se produce, y un territorio acumula más población que capacidad para sostenerla, se crea un espacio abonado para la guerra.
¿En el caso de España sucede esta manipulación ideológica que altera alguna de las soluciones lógicas?
Sí. Sobre todo porque muchas comunidades perciben que para su auto perpetuación han de cortar todos los elementos comunes a España, y eso no es una solución.
Se exaltan los nacionalismos…
En España todas las comunidades autónomas están salpicadas por relaciones sociales y familiares que no son exclusivas de ese sitio. En nuestro país ha habido mucha migración entre comunidades autónomas. No se pueden negar los elementos comunes ni diferenciadores, porque tenemos vivencias y contactos afectivos con el resto de los españoles.
¿Cuál sería la solución?
Sustituir ese binomio restrictivo por uno aditivo que muestre las diferencias y elementos en común, sin suprimirse unas a otras. Necesitamos una voluntad de solución centrada en la educación y la información. Si los medios de información priorizan las ideologías sobre las lenguas, no podemos llegar a nada.
¿Es necesario diferenciar claramente lo que es lengua de ideología?
Sí. El problema es que los medios de educación e información están controlados por personas que no quieren que esa solución se conozca. Necesitamos una sensibilización social que cambie esa desinformación. Si, además de ello, los medios de comunicación fueran independientes del dinero subvencionado por ciertas ideologías podrían transmitir esa sensibilización.
¿Qué política se debe seguir ante la diversidad lingüística de España?
Se debería ofrecer en cualquier lugar de España la posibilidad de conocer las lenguas que forman parte del territorio español. Tan absurdo es que no se enseñe el castellano en Cataluña, como que no haya posibilidad de aprender catalán en cualquier sitio de España.
«La mayor parte de los conflictos lingüísticos están provocados por ideologías que suplantan y suprimen las diferencias».
Aquí en Aragón no nos ofrecen la posibilidad de aprender aragonés…
Eso es lo absurdo. Pero es cuestión de política. Cuando uno rasca por debajo de la superficie se da cuenta de que han intentado cerrar el camino a las soluciones razonables. En el caso de Aragón y el aragonés, se tiene la posibilidad de entender las cosas al margen de una manipulación ideológica.
¿Qué ocurre con otras lenguas?
Es una pena que se considere el gallego, el catalán o el euskera como algo que no tiene nada que ver con España. Y no es así: todas son patrimonio de nuestro país. Gabriel Aresti decía que una persona no es española si no habla las cuatro lenguas.
En Andalucía es prácticamente imposible que te enseñen otra lengua española diferente al castellano…
Así es. Si terminase la manipulación ideológica, en Granada podría llevar a mis hijos a un colegio en el que, además de enseñar inglés, francés o alemán, enseñaran catalán, gallego o euskera. El conflicto se deriva de unos prejuicios promovidos por intereses ideológicos. Un chaval de Andalucía no tendría por qué sentirse mal por saber, además de castellano e inglés, la lengua catalana. Al igual que un catalán no piensa que es una estupidez saber castellano. ¿Por qué vas a sentirte mal por una riqueza que se te añade? Es una nueva posibilidad de comunicación, de profundizar en el ser humano. Rechazar el aprendizaje de una nueva lengua es como rechazar un premio. Pero si te hacen creer que por estar en un determinado sitio no tienes derecho a acceder a esas lenguas, se están creando conflictos innecesarios. Las lenguas deberían ser un derecho de todas las personas.
«La pérdida de un solo idioma es una pérdida para toda la humanidad»
¿Cuál es la lengua que más le gusta?
Es difícil elegir. Cada lengua te aporta algo, al igual que sucede con la música. Si nos quedásemos con una única melodía militar sería una pérdida para todas las personas. Las lenguas son expresiones de ideas, sentimientos y afectos. Lo fantástico es que existen muchísimas. La riqueza del ser humano está en esa variedad. La pérdida de un solo idioma es una pérdida para toda la humanidad, porque hay una sensibilidad, una arqueología y unas almas que se han expresado a través de ellas. No hay ni una sola lengua de la que haya aprendido algo que no me haya gustado.
¿Ha aprendido a hablar todas las lenguas españolas?
He estado tratando de aprenderlas, pero no es posible, ni siquiera se llega a dominar la lengua en la que uno ha nacido. He vivido en 17 comunidades autónomas diferentes y me he dado cuenta que sucede lo mismo que en el ejemplo de las siete islas. Cuando te mueves de un sitio a otro te das cuenta de que una verdad incuestionable deja de serlo en otro lugar. Es el movimiento de comunicación el que nos permitiría abrir nuestro corazón y entender las cosas profundas que nos unen.
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