Hace apenas una semana, 72 bolardos de la calle Don Jaime de Zaragoza aparecían cubiertos de lana de todos los colores. Flores, ratones, pulpos, Mortadelo y Filemón, Barrancas y Petancas, etc. Quienes pasaban por aquí se sonrían y, extrañados, se preguntaban quién había hecho aquello y con qué objetivo. Pero si ya habían sonreído, el objetivo estaba conseguido. Ellas son Urban Kitting Zaragoza.
En los años 70, adolescentes de las calles de Nueva York comenzaron a escribir usando pseudónimos en las paredes de su barrio. Protestaban y reivindicaban: estos graffittis eran los primeros pasos del magnánimo mundo del Arte Urbano.
Al amparo de nuevas técnicas aparecieron cientos de formas de expresión callejera. Artistas que desarrollaban sus obras en la calle, pero usando diversos medios: murales, plantillas, pegatinas…y un día, entre todo este ajetreo, apareció un picaporte cubierto por una funda de punto de lana rosa y azul. En 2005. En Houston, Texas. Obra de Magda Saye, Knitta para los amigos.
Esta acción fue la primera expresión de una nueva concepción del arte. Era el comienzo del Yarn Bombing. Fue como enhebrar el hilo que después iba a tejer todas las calles del mundo, en cientos de direcciones. El primer punto de color en un local gris de una ciudad cualquiera. El primer tag. La pieza alpha.
Magda Sayeg, desde su modesta tienda de ropa, no se dio cuenta que estaba provocando todo un fenómeno mundial. Quizás podía intuirlo cuando vía a los coches parar frente a su puerta, y a los transeúntes tomar fotografías. El Yarn Bombing se extendió desde entonces rápidamente.
En 2006 aparece en Estocolmo el primer grupo de tejedoras cuyas piezas de lana iban a parar todo tipo de elementos urbanos. Eran dos chicas de 22 años y se hacían llamar Masquerade.
Este era el primer grupo de los más de cientos que actualmente están sobre la superficie terrestre y que tejen. Tejen sobre formas, o tejen creando formas. Pueden cubrir con una “simple” funda de lana el mítico toro de Wall Street, o dar vida con sus manos a una gran escultura de lana.
Las razones para hacer Yarn Bombing podrían ser cientas: “es una manera de expresarse, de iluminar puntos de interés, de divertirse, de cambiar la concepción de que la lana no es solo usada para prendas de ropa, de experimentar con todo tipo de tejidos, de reivindicar, de romper con convenciones sociales, y un largo etcétera”, o así lo ve Montse Palacín, quien teje en Zaragoza.
Pero en el núcleo, en el origen de todo esto, siempre se encuentra una tejedora –o varias-, una amante del ganchillo que quiere compartir su pasión y demostrar que con la lana se pueden dar vida a muchas más cosas que a un tapete.
Así fue como comenzó en Zaragoza. De la mano de Montserrat Palacín. Amaba la tela y conocía lo que se hacía con la lana en otros países. En España ya existían otros grupos como La guerrilla del ganchillo, en Barcelona o las Yarnbombing en La Coruña. Zaragoza no iba a ser menos.
Con las mangas remangadas, ganchillos y ovillos de lana, Montse se puso “manos a la obra”. Y siguiendo los pasos de otros países, comenzó a hacer quedadas por redes sociales con otras knitteras. Así nacía Urban Knitting Zaragoza un frío septiembre de 2011, lanzando flores tejidas a la fuente de la Hispanidad. Desde entonces, Zaragoza desconoce el día que amanecerá tejida.
Una mañana, las estatuas en honor a Goya de la Plz. Del Pilar, aparecían con toquillas de lana hechas a medida. Una Navidad cualquiera, un árbol de Navidad gigante hecho todo este de ganchillo, se irguió frente a la Basílica del Pilar. Una «misión asalto», y un mural con cientos de tags de 20 cm cada uno, cubría una de las paredes de la Calle Libertad. O un 14 de febrero basta para que el Puente de Santiago se llene de candados de lanas de cientos de colores.
Todas estas ideas han nacido de sus reuniones. Urban Knitting Zaragoza se junta todos los sábados en unos talleres abiertos donde tejen, enseñan a tejer y llevan a cabo sus próximas acciones. No paran de entrar caras nuevas por la puerta a las que inmediatamente se les prepara una silla y un ganchillo.
A través –otra vez- de Facebook, son muchas las personas que se enteran de estas quedadas y quieren formar parte de ellas. “Ganchillear” en compañía. Tejer y poder dar un uso “alternativo” a su trabajo. O simplemente hacer tags de todos los colores que serán usados para hacer las acciones venideras.
Y es que hay knitteros que cosen sus tags con un plan y un lugar específico planeado; y hay knitteros que hacen sus tags y luego buscan un lugar dónde dejarlos.
Y es que “en realidad, cualquier lugar es bueno. Pero cuanto más visible, mejor” nos cuenta Tere Galve, veterana de Urban Knitting. Consiste en llegar a la gente. Bombardear con cientos de lanas de colores. Por ejemplo, la meta de Montse es poder llenar de color el obelisco de la Plaza Europa “¡Pocas cosas habrá más visibles en Zaragoza! ¿Te lo puedes imaginar?” exclama excitada.
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