IRENE MAZANAZARAGOZA, 03/03/2020 15:00
El sector del fitness carece de regularización, sufre intrusismo laboral y no profundiza en las enfermedades psicológicas durante la formación
La obsesión por el gimnasio se ha convertido en una realidad que no deja de crecer con el paso de los años. Es lo que se conoce como vigorexia, un trastorno psicológico del que la sociedad padece un gran desconocimiento. El Consejo General de Colegios de Farmacéuticos calculó la existencia de 700.000 casos de vigorexia en España. Estas cifras revelan la gran responsabilidad que recae sobre los profesionales del deporte a la hora de detectar un caso de este tipo, sin embargo, la formación de CAFD no prioriza ni enfatiza en los trastornos y el sector del fitness carece de regularización.
La vigorexia no está reconocida como enfermedad y, según la define el profesor Carlos Fanjul, es “la obsesión por el cuerpo”. En su tesis “Vigorexia: Una mirada desde la publicidad”, Fanjul demuestra que el 22% de los usuarios de gimnasios consumen anabolizantes para aumentar el músculo, algo totalmente perjudicial para la salud que puede derivar en cánceres, problemas hepáticos o de hígado e incluso en la muerte.
“Hay un gran desconocimiento en el sector del fitness”, así introducía el problema un ex alumno de CAFD de la Universidad San Jorge, Juan Quílez, que ahora es director de un gimnasio de la cadena Viva Gym en Zaragoza y está especializado en gestión deportiva. Quílez alegaba que, durante su formación, no recibió “la instrucción suficiente” sobre enfermedades o trastornos relacionados con el esfuerzo físico y el alto rendimiento. “Los problemas psicológicos no son una prioridad, se tratan superficialmente”, indica.
¿Cómo detectar los indicios que presenta una persona vigoréxica? ¿Cuál es el método de actuación? Estas son algunas de las claves que, para Quílez, hubieran sido necesarias en una sola asignatura del grado, sobre todo teniendo en cuenta “las tendencias de hoy en día”, señala el director.
Como profesional del deporte, el club manager destaca que “estas personas deben recibir una atención individualizada y un entrenamiento personalizado” y asemeja este tratamiento al que tienen con ellos los psicólogos, puesto que “necesitan un trato diferente”.
En el caso del centro que dirige Quílez, situado en plena zona universitaria de La Romareda, detectaron desde el principio casos cercanos a vigorexia, bulimia, inactividad absoluta o sobrepeso. Ante esta situación, su manager fue defensor de trazar “atenciones individualizadas” y, dentro de que son un centro low-cost, acercarse e intentar que “se sientan más seguros”.
Lucía Sebastián, estudiante de psicología del área deportiva, destaca la importancia de que los profesionales del deporte “conozcan este tipo de trastornos, debido al gran desconocimiento que existe”, ya que pueden crear grandes problemas en la vida diaria de los deportistas, como “una pérdida de autoestima y una gran autoexigencia”, señala Sebastián.
Los parámetros y códigos de conducta necesarios para el tratamiento de personas con trastornos psicológicos en el ámbito del deporte, no son una prioridad en la formación de grados como Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFD).
Según han afirmado algunos estudiantes de este mismo grado en la Universidad San Jorge, las asignaturas no profundizan en los trastornos psicológicos y dejan la cobertura en la docencia de manera superficial, a pesar de la relación tan directa que guardan con la salud y el deporte.
Un estudiante de último curso, Mario Sorbe, defiende la idea de que se forman para ser “personas que imparten salud” y, por tanto, cuestiones como objetivos estéticos, verse más fuerte o tener la marca más alta “son totalmente secundarias”.Sorbe, como educador deportivo en prácticas, conoce los trastornos psicológicos relacionados con el esfuerzo físico gracias a algunas asignaturas. Sin embargo, asegura que “no hay una asignatura específica como tal”, en la que se incida “cómo detectarlas, cómo corregirlas o los parámetros específicos”.
Cierto es que son varias las veces que se nombran las enfermedades, ejemplo de ello es la asignatura de “psicología deportiva”, que evidencia el hecho de que “sí se tienen en cuenta”, matiza Sorbe.
Otro estudiante de tercer curso, Andrés Montori, corrobora estos hechos añadiendo que “no hay especialización en cada tipo de enfermedad, solo pinceladas”.
“Se dejan influenciar por aquellos que lucen sus objetivos estéticos y no por los profesionales del deporte”
EL PAPEL DE LAS REDES SOCIALES
La preocupación obsesiva por el culto al cuerpo se está viendo acrecentada por los cánones de belleza que marcan las redes sociales. La directora del centro de Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS), Vega González-Bueso, establece que “los medios de comunicación transmiten el modelo de hombre atlético y musculado como prototipo de salud y éxito”.
De esta forma, un receptor medio puede recibir un impacto contraproducente de influencers o personas con un número elevado de seguidores que aconsejen y normalicen este tipo de conductas.
Esto se debe a que difunden unos hábitos que les corresponden a su propia constitución y, como asegura el club manager Juan Quílez, “cada persona necesita una rutina adaptada”, de ahí que sea perjudicial adoptar rutinas ajenas sin conocer lo que realmente les conviene. “La gente les hace caso por desconocimiento”, indica el estudiante Mario Sorbe.
De hecho, “se dejan influenciar más por aquellos que lucen sus objetivos estéticos y no por los propios profesionales del deporte”, adoptando hábitos que no les convienen sin la supervisión de un especialista en nutrición deportiva o de un entrenador personal.
Sorbe insiste en que “se fían por la imagen que dan” y su labor como profesionales debe orientarse a “priorizar la salud y educar hacia un camino saludable y no estético”.
INTRUSISMO EN EL SECTOR
La falta de regularización en el sector del fitness es otro de los agujeros que provocan este gran desconocimiento. El ámbito deportivo está viviendo un auge en sus oportunidades de negocio entorno al mundo del fitness, que mueve intereses económicos y profesionales.
Los entrenadores personales, quienes tienen la relación más directa con el vigorexíco potencial o una posible víctima de trastorno psicológico, están sufriendo intrusismo laboral. Hoy en día, cualquier persona con un cuerpo cuidado, que frecuente el gimnasio y tenga conocimientos básicos, cumple con los requisitos de trabajar como entrenador personal.
Ellos son, precisamente, quienes asesoran al usuario del gimnasio y, por lo tanto, quienes más capacidad tienen de influir sobre él. En el caso de la cadena de gimnasios Viva Gym, según revela Quílez, manager de uno de sus centros en Zaragoza, “los entrenadores personales pertenecen a una empresa subcontratada” independiente de la cadena low-cost.
El director del centro zaragozano, puntualiza que “cada club tiene a seguir la misma línea de trabajo al ser una gran empresa”, aunque matiza que “luego cada manager decide cómo trabaja su equipo”. Eso sí, los entrenadores son ajenos a la empresa y no precisan de una titulación para optar al puesto de trabajo que más contacto tiene con los clientes.
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