Después del gran éxito de ‘Venganza’ (Taken, Pierre Morel, 2008) en taquilla -casi 150 millones de dólares solo en Estados Unidos-, en esta segunda parte coge el relevo Oliver Megaton (ya especialista en destrozar sagas, véase Transporter) manteniendo a Luc Besson como guionista y productor. Esta segunda entrega sigue entreteniendo al espectador durante la hora y media que dura, pero es sin duda bastante peor.
La historia se centra en Estambul. Bryan Mills (Liam Neeson), ex agente de la CIA, es destinado a la ciudad turca por trabajo. Antes de partir, invita a su mujer e hija (Famke Janssen y Maggie Grace) a que viajen a Turquía con él para pasar unos días de vacaciones. Unas relajantes vacaciones en familia en el mejor hotel de Estambul se convierten en una auténtica pesadilla cuando aparecen el padre y la familia de los albaneses que mató Mills en la primera entrega para rescatar a su hija Kim.
Un cambio de rol
Megaton cambia los papeles entre padre e hija con respecto a la primera parte, y es ahora Kim (Maggie Grace) la que tendrá que actuar como un agente especial de la CIA para rescatar a su padre y a su madre, que han sido secuestrados y encerrados por los albaneses en un sótano céntrico de Estambul.
Para conseguir rescatar a sus padres, Kim deberá lanzar granadas desde el balcón de su hotel para que su padre pueda escucharlas y saber si ella se encuentra cerca o lejos. Si esto de por sí ya parece ridículo, la policía no hace ni acto de presencia después de que más de 4 granadas estallen en el centro de Estambul. Y esto no es lo peor. Además, la chica roba un taxi y se marca una trepidante huida en coche por las calles más estrechas de la ciudad al más puro estilo Frank Martin en Transporter, ¡Y eso que aún no había aprobado el carné de conducir!
A pesar de todo, ‘Venganza: Conexión Estambul’, no es para nada una pérdida de tiempo, si no que es una película bastante potable. La continuidad respecto a la primera parte se mantiene, pero desgraciadamente Oliver Megaton no es Pierre Morel, y las escenas de acción tan pobres hacen que el nivel de la película baje considerablemente. Sin embargo, la hora y media de película se pasa muy rápido, y es que un Liam Neeson de 60 años en baja forma demuestra que sigue siendo un magnífico actor y transforma lo que podría haber sido un bodrio considerable en una película entretenida.
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