Algunos le odian, otros le aman, y muchos son los que le conocen como el amante de la cámara lenta. No hay duda de que Zack Snyder se hizo un hueco en su momento con su acertada adaptación de la novela gráfica de Frank Miller, 300, aunque no todos han alabado obras posteriores como la desconcertante Sucker Punch o Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes, probablemente la película menos conocida de Snyder. Este 21 de junio el popular director regresa a nuestras pantallas con una nueva adaptación de Superman, Man of Steel, que ya se ha granjeado muy buenas críticas; mientras, nosotros recordaremos otra célebre adaptación convertida ya en película de culto entre los fans más acérrimos de los cómics: Watchmen.
Nueva York, octubre de 1985; un comediante ha muerto en la ciudad. En plena Guerra Fría, Edward Blake, más conocido como el Comediante, miembro de los Vigilantes, ha sido asesinado. Los superhéroes, que antaño habían ayudado al gobierno estadounidense en la Guerra de Vietnam y que suponían una ventaja en su guerra invisible contra la Unión Soviética han desaparecido, prohibidos por las leyes del gobierno. Sólo Rorschach, que busca incansablemente la justicia portando su máscara cambiante, decide investigar el asesinato y empieza a sospechar de una conspiración contra los superhéroes, de la que pone en conocimiento a sus excompañeros Daniel Dreiberg, alias Búho Nocturno, que ha pasado a ser una sombra de lo que fue, Laurie Juspeczyk, alias Espectro de Seda y amante del único ser con superpoderes, el Doctor Manhattan, y Adrian Veidt, el hombre más inteligente del mundo conocido como Ozimandias.
Comencemos por el principio: Watchmen no es un cómic más de superhéroes. ¿Por qué? Por el simple hecho de que ha sido escrito por el aclamado autor británico Alan Moore. Es una historia donde la aplastante y cruel realidad se mezcla con una ciencia ficción igual de dura: no hay superhéroes incorruptibles e inmunes a las emociones humanas que llegan para salvar a la víctima de turno ante el asombro y admiración de los simples mortales. Aunque sigan embutidos en trajes ceñidos, la miseria humana les rodea y el pueblo se vuelve contra ellos mientras todos se preguntan ¿Quién vigila a los vigilantes?
Watchmen es una historia ambiciosa, de acción y reflexión, de complicadas tramas y personajes problemáticos. ¿Es eso lo que la ha relegado a un relativo olvido? Muchos la acusan de ser demasiado lenta y aburrida y probablemente sólo los que han leído la novela gráfica saben que así debe ser. El guion de Alex Tse y David Hayter recoge con acierto gran parte de la novela homónima, aunque, como en toda adaptación cinematográfica, cambia elementos. Pero ahí siguen todos ellos: el Comediante y el chiste que esconde la verdad, la aplastante justicia de Rorschach, la inocencia de Búho Nocturno, la soberbia inteligencia de Ozimandias, el sentimiento de Espectro de Seda y el poder de Doctor Manhattan. El pasado, la crueldad y la miseria retratados con dureza.
Un rico mosaico de personajes que componen una obra con una clave: poderío visual. Y para darse cuenta de ello sólo hace falta ver los créditos iniciales al ritmo de la famosa canción de Bob Dylan The times they are a changin; largos, sí, pero geniales al fin y al cabp. La cuidada fotografía, la violencia brutal y, por supuesto, la cámara lenta como juguete preferido de Snyder nos llevan a través de una película que, aunque adolece de una voz en off a menudo cargante y demasiado repetitiva (lo sentimos, Rorschach), nos ofrece un espectáculo que hace disfrutar y reflexionar a la vez. Una pena que el señor Alan Moore huya de los estudios de Hollywood como de la peste y no quiera ser acreditado (aunque es normal teniendo en cuenta obras tan nefastas como la adaptación de La Liga de los Hombres Extraordinarios).
Un excelente tratamiento y digna adaptación de una obra tan complicada como Watchmen y buena merecedora de crédito entre el público. Un estilo totalmente diferente al que, esperemos, nos mostrará Snyder en ‘Man of Steel’, que cuenta además con la colaboración de Christopher Nolan como productor. Aquí, personalmente, la esperaremos con los brazos abiertos y a cámara lenta.
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