Desde la revolución periodística de Mussolini hasta la ley de 1963: un sector complejo y no totalmente libre.
Por Matteo Mercuri
En los últimos veinte años, el sector periodístico e informativo italiano ha experimentado un claro descenso tanto en lo que se refiere al número de periodistas activos en el territorio y a su retribución, como al número de lectores. Una evidencia innegable comprobada por datos alarmantes que demuestran que el periodismo está en crisis y que necesita de una solución mas antes posible.
La historia enseña, siempre, y también en este caso para comprender mejor la situación actual y poder sacar conclusiones, puede ser útil dar un salto atrás y recordar al mayor enemigo del periodismo italiano: Benito Mussolini.
No todo el mundo sabe que el dictador fascista, antes de convertirse en tal, había sido un periodista prometedor y respetado. El era muy consciente de la influencia y el poder que podía tener la información sobre la percepción de la realidad de las personas y sobre el resultado de sus políticas. Para muchos, la crisis en la que se encuentra hoy el mundo de la información se debe, en parte, a las consecuencias que han tenido sus medidas desde el final de los veinte años fascistas. Vamos a ver cuál.
Una vez eliminada la oposición y con plenos poderes, Mussolini seguía teniendo un gran obstáculo que lo separaba del éxito; la disensión y la polémica que se difundían en varios periódicos. En 1925 instituyó la dictadura y tomó el poder de los periódicos más leídos (“Corriere della Sera” y “La Stampa”), sustituyendo a sus respectivos directores por periodistas de confianza que apoyaban el fascismo.
Ese mismo año disolvió la Federazione Nazionale della Stampa Italiana (FNSI) sindicato de periodistas que tenía como objetivo principal la defensa de la libertad de prensa, y lo sustituyó por la creación del Colegio de Periodistas. Este nuevo órgano fue creado para realizar un censo de todos los periodistas activos que sólo si estaban inscritos en él y sólo si apoyaban la ideología fascista, podían continuar su actividad informativa.
Junto con las medidas que revolucionaron la prensa, también se implementaron nuevas directivas para los contenidos que podrían ser tratados. Los periódicos tenían que asegurarse de crear el «mito del Duce» y solo hablar sobre temas políticos y noticias sobre crímenes; cualquiera que no cumpliera con estas pautas habría sido expulsado del Registro de Periodistas.
Pero es precisamente este órgano, al que dio origen Benito Mussolini y que todavía existe con nombre y función diferentes, que tiene alguna responsabilidad en el período oscuro que está atravesando el periodismo italiano.
Reformado durante los primeros años de la República (1946) y con una depuración temporal de los periodistas que se habían comprometido con el régimen fascista, el registro ha sido siempre objeto de debate, a veces de enfrentamiento, incluso áspero, en el mundo político. Con una ley de 1963, “el Colegio de Periodistas” se convierte en “Orden de los Periodistas” (Odg), convirtiéndose en un organismo público encargado de vigilar la actuación de los periodistas y de tutelar hacia la propia profesión.
Junto con una serie de normas que regulan el acceso a la profesión, el establecimiento del registro de profesionales y publicistas, la lista de los derechos y deberes del periodista, la ley también trae consigo el nacimiento de algunas reglas deontológicas que los periodistas están obligados a seguir.
El “Albo”, es decir la lista de los miembros de una corporación, en Italia es el corazón de cualquier colegio profesional (abogados, arquitectos, médicos…). Allí donde existe un “Albo”, hay reglas para entrar en él, reglas para salir de él y una frontera que separa a los incluidos de los excluidos. Sólo esto hace del periodismo italiano una profesión no del todo libre como debería ser.
Entre la institución que creó Mussolini y el Orden de los periodistas creado en 1963 con la ley del 3 febrero n°69 propuesta por Aldo Moro y Guido Gonella existe, pues, una evidente continuidad. Por supuesto, también hay algunas diferencias importantes. El colegio de Mussolini se confió al sindicato fascista de periodistas, mientras que el Orden es un órgano de autogobierno.
El “Albo de los periodistas” y sus reglas
Ahora que se han mencionado las raíces y la configuración del sector de la información actual, es posible comprender mejor la razón del debate político sobre las instituciones que lo regulan y leer con mayor conciencia la precariedad de los periodistas.
En primer lugar, es útil decir que para adquirir la tarjeta de periodista profesional es obligatorio realizar 18 meses de prácticas en una redacción periodística o, alternativamente, hacer dos años a una de las escuelas de periodismo indicadas por el Orden de los periodistas, y por último, superar un examen de aptitud profesional.
¿Cuál es el problema? El problema es que entrar en un periodico sin experiencia previa o sin recomendación es realmente imposible; mientras que las escuelas de periodismo tienen muy pocas plazas (alrededor de 15) y son muy costosas, por lo que son accesibles a unos pocos.
Para inscribirse en la lista de periodistas publicistas, por el contrario, es necesario haber ejercido una actividad periodística continuada y regularmente remunerada durante al menos dos años. En este caso el problema es que los periódicos no tienen mucho dinero, así que si tienes suerte, recibes un salario que puede variar entre 5 y 10 euros por artículo.
De lo contrario, como ocurre en la mayoría de los casos, el aspirante a periodista paga una cantidad de dinero al periódico que se la devuelve en forma de remuneración. Un sistema complejo que favorece la corrupción y la recomendación y que desalienta a la mayoría de las personas que quieren tomar este camino, obligándolas a elegir alternativas para buscar la fortuna personal.
Los datos que confirman la crisi
También las estadísticas facilitadas por la Autoridad de Garantías en las Comunicaciones (AGCOM) y publicadas en 2017, confirma las dificultades mencionadas hasta ahora y hace de la crisis periodística un hecho objetivo y con respecto al cual es necesario encontrar cuanto antes contramedidas.
Entre 2000 y 2015, los periodistas activos de menos de 40 años disminuyeron un 19%, mientras que la generación de más de 51 años aumentó un 16%. En esencia, en solo quince años, el periodismo italiano ha pasado de ser una profesión sustancialmente joven a una actividad realizada por personal más maduro; un verdadero estancamiento.
La dinámica del reparto de los periodistas por ingresos revela, por el contrario, que en los últimos quince años se ha asistido a un aumento significativo del 10% de los ingresos más bajos (por debajo de los 35000 euros).
En particular, en 2015, la franja de ingresos inferior a los 5.000 euros de actividad profesional representa más del 40% de los periodistas activos, lo que demuestra la presencia de una parte, ya mayoritaria, de personas que trabajan de manera parcial y/o precaria. La evolución de la profesión periodística parece caracterizarse por un envejecimiento progresivo y un empobrecimiento estructural de las fuentes económicas.
Y, por último, la cuota de periodistas que ganan menos de 20.000 euros al año pasa de casi el 90% con edad hasta 30 años, al 50% de los que tienen entre 50 y 60 años. Esto pone de manifiesto que son las nuevas generaciones las que experimentan las mayores dificultades de entrada en el mercado y las que sufren formas persistentes de precarización, induciendo a algunos de los nuevos profesionales a abandonar su profesión y a buscar otras actividades profesionales.
Comentar