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El hambre anida en el Sahel

 

Uno de los primeros síntomas del hambre, que toda persona ha sufrido, es el conocido rugido del estómago. Lo que mucha gente no sabe es que después de ello el cuerpo comienza a consumirse a sí mismo y aparecen la fatiga, el mareo, la pérdida de peso, la disminución de la respuesta inmune y, como última consecuencia, la muerte. Este problema, que tantas veces se ha hecho eco en la sociedad, alcanzará sin embargo unas dimensiones mucho mayores en el África occidental debido a las malas cosechas de este año.

“La crisis ya ha comenzado en Sahel”, explica Rafael del Prado, responsable de Acción contra el Hambre para África. Las zonas afectadas van desde Senegal y Mauritania hasta el Chad, territorios en los que se calcula que se llegará a la cifra de diez millones de personas en inseguridad alimentaria.

La causa de esta crisis viene del déficit de lluvias de la temporada anterior, lo que ha provocado una disminución en la producción agraria. En condiciones normales, la recolección de alimentos se realiza en enero, por lo que disponen de producción de cereales hasta junio, cuando comienza el pico de la crisis, que dura hasta octubre. Sin embargo, esta situación “hace que la época crítica se desplace hasta marzo”, señala del Prado.

El mayor número de casos de malnutrición severa se dará en Níger, especialmente en las zonas altamente pobladas. De los afectados, se calcula que alrededor de un millón serán niños. “El brazo de un niño en este estado alcanza el diámetro de una moneda de dos euros”, explica Alicia García, responsable de comunicación de Acción contra el Hambre. Estas personas, añade, necesitan un tratamiento específico que cuesta “alrededor de 40 euros”, pero a día de hoy “menos del 10% de los niños” tienen acceso a él.

Además de la escasez de lluvias, otros factores han influido en la creación de esta crisis alimentaria. Entre ellos se encuentra el uso de las tierras para la producción de biocombustibles, la entrada de especuladores en los mercados alimentarios, los conflictos presentes en la zona y la incapacidad de muchos agricultores para almacenar sus cosechas.

“Estamos a tiempo de poner en marcha acciones para prevenir esta situación”, señala García ante el crítico escenario, aunque admite que la crisis ha hecho que se reduzcan las ayudas, especialmente las públicas, que suponen el 80% de la financiación de la entidad. A veces la economía, añade del Prado, “monopoliza la información” y no permite ver que una situación dramática para una familia española “puede ser mucho peor para otros”.

“Lo primero que hay que hacer es informarse”, comenta García, aunque admite que la forma más útil de colaborar es a través de la ayuda económica para enviarla a las zonas más afectadas. “No vamos a acabar con el hambre”, sentencia, “pero pondremos nuestro granito de arena”.

Escrito por Jaime Aróstegui

Fotografías de Acción contra el Hambre

Universidad San Jorge