Entrevistas

Manuela Catalá, filóloga: «El lenguaje no es ni inclusivo ni excluyente por sí mismo»

Por Juan Embid

Son muchas las vías para lograr la igualdad entre hombres y mujeres, y el lenguaje, como método comunicativo de una sociedad, goza de una importancia significativa. Por ello, hace ya unos años surgió un término para denominar al uso del lenguaje que intenta evitar el sesgo hacia un sexo o género social en particular, ‘lenguaje inclusivo’, bajo el que se han llegado a utilizar expresiones que la Real Academia Española (RAE) no ha considerado como correctas. Manuela Catalá Pérez, doctora en Filología Hispánica y profesora en la Universidad San Jorge, ha dado su opinión sobre este fenómeno y ha aclarado cuestiones sobre los desdoblamientos, el género no marcado en el español y posibles cambios que se deberían hacer en la educación para mejorar el conocimiento de nuestra lengua en las generaciones venideras.

¿Cómo definiría lenguaje inclusivo?

La expresión lenguaje inclusivo no la veo acertada, creo que hay un problema de denominación del fenómeno, me gusta más hablar de cómo a través del lenguaje podemos o no generar inclusión. El lenguaje no es ni inclusivo ni excluyente por sí mismo, sino que lo somos nosotros a través del uso que hacemos de él, y dentro de las posibilidades gramaticales que cada lengua tiene, porque el español tiene unas posibilidades gramaticales que el inglés no comparte.

«No podemos ver las palabras como emoticonos»

Dada la importancia política, jurídica y lingüística que posee el lenguaje, ¿puede ser un aspecto que ayude a mejorar la situación en cuestiones de igualdad o por el contrario generará rechazo de forma mayoritaria?

Tenemos que ver el lenguaje dentro de su función básica, porque tiene su importancia esencial como vehículo para la comunicación y el entendimiento. Lo que no creo que sea bueno es que se juegue con él para intereses políticos y jurídicos de forma insistente, que creo que es donde ahora está el problema. El lenguaje tiene una batalla por sí mismo: servir como un vehículo de comunicación y entendimiento, no como arma arrojadiza y como escudo para otras muchas cuestiones. El lenguaje es el reflejo de una sociedad, no es más que el testimonio de ésta, por lo tanto, somos los hablantes los responsables de su buen o mal uso. Ahora bien, la igualdad no es una tarea solo del lenguaje, y en los últimos tiempos se le ha otorgado una función demasiado exigente a este respecto. La lengua se va adaptando, dado que siempre está sometido al cambio en cada época, pero también tiene unos márgenes de acción que están bien delimitados. Lo que no podemos hacer es asignarle al lenguaje la solución para que las cosas cambien al 100 %.

A modo de ejemplo, ¿cree necesario utilizar ambos géneros en la construcción gramatical de una oración (uso del desdoblamiento)?

En el apartado morfológico de la gramática española (NGLE 2009) se nos indica que el masculino es el género no marcado, es decir, el masculino incluye por defecto al femenino. En frases tales como el ‘hombre contemporáneo’, la palabra ‘hombre’ incluiría tanto al género masculino como al femenino. Los dobletes constantes, que han sido muy frecuentes en los ámbitos político, educativo y administrativo, son muy cansinos. No se puede abusar de ellos. En el lenguaje ordinario y diario no le pregunto a alguien que tiene hijos como están ‘tus hijos y tus hijas’. Estos dobletes de aparente visibilidad han sido muy forzados en unos ámbitos muy concretos, pero en el hacer ordinario no son útiles.

«El conocimiento nos hace crecer como sociedad, pero la opinión nos lleva a más enfrentamientos»

¿Qué opinión le merece el uso de palabras como ‘todes’, ‘todxs’ o ‘tod@s’ para suplir el desdoblamiento?

Yo las veo como simples propuestas, pero son formas que la morfología del español no contempla de momento. Considerarlas como útiles o válidas ahora mismo es imponer la fuerza a la razón. No se pueden crear nuevas palabras con signos no alfabetizables (tod@s). Aunque este tipo de expresiones se utilizan informalmente, no significa que terminen calando en lo normativo. Nuestra gramática no contempla estas formaciones hoy en día, pero no sé qué ocurrirá en el futuro. Tenemos 22 academias de la lengua española en el mundo, y es en España donde todo este problema de la denominación del género está llegando a unos niveles terribles.

La intención del lenguaje inclusivo es evitar el sexismo y, por tanto, hace uso de los dos géneros (masculino y femenino). Sin embargo, recientemente ha surgido una polémica en torno a cómo referirse a las personas del colectivo LGBT que no se sienten identificadas con ninguno de los dos géneros, ¿se le ocurre alguna solución?

Se me ocurre una “tercera vía” que consiste en establecer un matiz sobre esos conceptos con los que no se sienten representados, como, por ejemplo, personas de identidad sexual difusa, personas trans… A lo que quiero llegar es a que un cambio de vocal o el uso de signos no alfabetizables (@) no consiguen la precisión que persiguen. Otra cosa es que estas expresiones les parezcan a algunos demasiado extensas, aunque no opinan lo mismo cuando utilizan los dobletes. Lo que debemos tener es un criterio, y habrá que dar soluciones complejas a situaciones complejas. No podemos pensar en hacer cosas diferentes haciendo lo mismo. La solución de sustituir ‘o’ y ‘a’ por ‘e’ no es inclusivo de nada. No podemos ver las palabras como emoticonos, las palabras son lo que son.

«No se pueden crear nuevas palabras con signos no alfabetizables»

Sabemos de sobra que el sistema educativo es susceptible de cambios, ¿habría que dar más importancia al aprendizaje del uso del lenguaje desde los primeros pasos en la educación?

El conocimiento del lenguaje en las etapas iniciales de la persona siempre es muy importante, porque es la vía fundamental de comunicación con los otros. En la educación hay que hacer una muy buena descripción del mismo, porque la sociedad debe conocer cómo funciona desde un punto de vista epistemológico. De lo contrario, vemos que surgen palabras como ‘portavoza’ o ‘miembra’ y se dan por válidas, cuando no lo son. La palabra ‘portavoza’ no es válida porque ‘voz’ (que compone la anterior) ya actúa como femenina. A lo mejor hay que indicar a los niños una mayor riqueza de vocabulario. Lo que no es positivo es el adoctrinamiento, y creo que sí se está dando una cierta doctrina en la educación, por parte de los medios de comunicación y por supuesto ya en la política y en las administraciones. Bastaría con hacer una buena descripción del lenguaje desde el punto de vista epistemológico y ver la trascendencia que tiene la comunicación en la sociedad. Si al final lo que hacemos es del lenguaje un aprendizaje de anécdotas, y no explicamos el porqué del uso de según qué palabras, tenemos un problema.

¿A qué otras herramientas además de la RAE podemos recurrir en el caso de tener dudas sobre cuestiones lingüísticas en relación con el género de algunas palabras?

La Nueva Gramática de la Lengua Española (2009) dedica toda una sección al género gramatical, en este documento se abren nuevos caminos para denominar sustantivos referidos a profesiones tales como médica, catedrática o jueza. Mientras que el conocimiento nos hace crecer como sociedad, la opinión nos lleva a más enfrentamientos.

Universidad San Jorge