Maysun, fotógrafa por cuenta propia, colabora en el libro Siria. Más allá de Bab Al-Salam con unas instantáneas que describen la otra parte del conflicto. Esta española-palestina de 32 años toma la fotografía como el acicate para remover conciencias y el arma para herir sensibilidades
Entrevista realizada el 4 de diciembre de 2012
Jorge Zorraquín.- ¿De dónde parte la idea de plasmar en un libro todo lo que vivieron en Siria?
Maysun.- La idea de hacer un libro fue de Antonio Pampliega y los demás solo colaboramos. Antonio lo pensó y nos pasó un mail diciendo que le apetecía hacer algo con todo el material que teníamos. Él se encargaría de escribir y nosotros pondríamos las fotos, aunque también hay otros redactores que se encargan de otros textos. El libro es una amalgama de vivencias de una situación que hemos vivido juntos.
J.Z.- ¿Qué espacio de tiempo se recoge en el libro?
M.- Fue variado. Antonio estuvo dos meses (con anterioridad a su último viaje en diciembre), otros dos meses estuvo Manu Brabo, yo estuve un mes y Ethel Bonet estuvo otro medio mes. Pero el relato se centra, sobre todo, en la situación que vivimos en Aleppo y en otras partes de Siria así como en la provincia de Idlib.
J.Z.- Los relatos no prestan tanta atención a los grandes enfrentamientos, a las grandes batallas sino a historias de personas anónimas.
M.- Desde luego, en el libro queríamos reflejar un acercamiento desde el lado de las víctimas: desde las historias sencillas, de a pie. Historias de padres, de madres que pierden a sus hijos y a su marido. También de familias enteras que se tienen que separar porque unos tienen que huir y el cabeza de familia se queda y, luego, ya no saben nada de él. Lo importante, y que todos compartimos, es tratar el tema desde un punto de vista humano y desde el punto de vista de las víctimas que siempre son las que salen perdiendo.
J.Z.- ¿Por qué se decidieron por el crowdfounding?
M.- Porque de esta forma, aparte de costear los costes de edición del libro, con el dinero que se recoja (en sus distintas opciones: formato digital, impreso y etc.) se podrán comprar medicinas. En un principio, esos materiales tenían como destino un hospital (Dar el Shifa) que fue bombardeado y destruido hace muy poco. Pero la idea es que los supervivientes (algún doctor y parte del personal) gestionen esa ayuda como puedan, por ejemplo en alguna clínica clandestina.
No queríamos recaudar fondos y entregarlos a una oenegé, no queríamos que hubiera mucho intermediario por el camino. Yo respeto el trabajo de estas organizaciones, pero queríamos hacer una cosa más directa y más rápida, ya que tenemos previsto volver y sabemos quiénes son y lo que necesitan. No queremos que llegue dentro de tres meses por temas burocráticos, queremos que llegue en el menor tiempo posible. (Nota: La entrega estaba prevista para su próximo viaje entre diciembre y enero, posterior a esta entrevista).
J.Z.- ¿Un ejemplo de responsabilidad social del periodista?
M.- Sí, pero ahí tienes que tener claro cuál es tu papel y tu papel es el de informar, que es realmente para lo que estás. Un doctor está para curar, un periodista está para informar y eso es una labor social en sí misma. Pero además nosotros hemos querido hacer algo más que estaba en nuestra mano. En su momento conseguimos comprar una ambulancia para el hospital y luego pensamos en el tema de los medicamentos. Pero esto es más a título personal. Como periodistas nuestra responsabilidad directa era informar e informar de forma fehaciente, sin politizaciones. Viendo lo que nosotros vimos, creo que nadie hubiera podido volver a casa y olvidarse de todo. De alguna forma, lo que vives te afecta y tienes que traducir ese sentimiento en algo útil.
J.Z.- ¿Cómo se traslada el significado de una guerra a través de la fotografía?
M.- Lo más ‘fácil’ es tomar las fotografías allí, lo haces y punto; es algo muy mecánico y te permite concentrarte en el hecho en sí y no racionalizar lo que estás viendo, ya sea una persona sin piernas o un niño con un disparo en el pecho. De otra forma, te podrías bloquear, echarte a llorar.
Lo más difícil es el ejercicio posterior: tener que editar el trabajo, tener que volver a ver el material. Ha sido mucho más duro verlo en la pantalla que verlo allí. Ahora comprendo lo que realmente he visto y digo: Pero qué horror, qué horror. Y luego viene elegir, elegir entre gigas y gigas de fotos: cuál está mejor, cuál se debe ampliar, ver si el enfoque es correcto. Y cuando decides es algo muy difícil porque debes sacar las fotografías más potentes, pero tampoco las más sangrientas, las más dramáticas o las más amarillistas; quería mostrar aquellas que mejor explicasen la situación.
Cuando las imágenes llegan al espectador ya han pasado 3 filtros. Primero, el del fotógrafo, luego el de las agencias y por último el de los medios. De todo lo que mandé a la agencia (desde lo más fuerte a lo más suave) escogieron lo más suave. Y esto es una pena, porque la gente se hace una idea que no es real. Y cuando la gente ve sangre aparta la vista y dice que eso no es necesario porque “hiere su sensibilidad”. Pero es que, a ver. Lo siento, pero es lo que hay y eso es lo que quiero: quiero herir tu sensibilidad para que te des cuenta de que eso es una barbaridad y quiero que como ciudadano te impliques en la medida de tus posibilidades. Mi trabajo es despertar a la gente, poder molestarla y que así reflexione sobre lo que está pasando. Me da igual cómo colabores ya sea mediante crowfounding, que vayas allí como voluntario o que compartas una foto en Facebook.
J.Z.- ¿Y no cree que esto se usa por parte de los medios para simplemente atraer al público sin más?
M.- Depende. De unos años a aquí, se ha suavizado bastante parte de lo que se muestra y en otros aspectos se incide demasiado en cosas que no se debería incidir. La sensibilidad no implica que debas ser un sádico y que busques el amarillismo y el dramatismo. Tampoco tienes que invadir a la persona que fotografías o que entrevistas. Las cosas se pueden hacer de muchas formas y en general los medios tienen un problema: tienen muchos intereses, una agenda muy extensa en política y otros temas por lo que muestran lo que quieren, cuando quieren y como quieren. Dependiendo de quién paga la publicidad, hay una cosa u otra.
La fotografía que fue portada en El País mostraba una serie de edificios destruidos por los bombardeos del Ejército regular sirio, pero el titular del periódico decía: Una cadena de atentados se extiende por Siria. Y eso era totalmente lo contrario. Dieron a entender que los edificios están así por los coches bomba y no por los bombardeos. Los rebeldes no tienen esa capacidad.
J.Z.- El término “rebeldes”, ¿no hace referencia a una realidad muy diversa? No todos los grupos sublevados tienen los mismos intereses, siguen la misma línea y están de acuerdo con lo que hace el resto.
M.- Desgraciadamente, no. Sería genial que pudieran unir fuerzas y así acabar con la dictadura, la opresión y la guerra civil que sufren. Pero no, hay muchas facciones: por un lado están los miembros del FSA (siglas en inglés del Ejército Libre Sirio), por otro los kurdos que están enfrentados con el propio FSA, las facciones islamistas. Hay zonas en las que se están enfrentando entre sí y Al Assad los bombardea a todos. Incluso dentro del FSA hay batallones (katibas), que son más suaves y otras que son muy islámicas (como Jabhat al Nursa) y que solo tienen en mente la yihad islámica. Y además, de por medio están los refugiados palestinos que pretenden mantenerse al margen porque suficiente tienen con su conflicto. Pero esa actitud es entendida como apoyo al contrario y por un motivo u otro también salen escaldados.
J.Z.- Pero también hay quién pide la libertad y también pide el fin de la violencia, que se dejen las armas en el suelo.
M.- Pero es que la situación ya no consiste solo en revueltas. Es una guerra civil. No es el mismo caso que en Egipto. Allí se derrocó al dictador, en Siria Al Assad está destruyendo totalmente el país. Está cometiendo un genocidio. La gente no es que use la violencia contra el tirano sino que es lo mínimo que se puede hacer contra los bombardeos. La gente no está a salvo en ninguna parte. No es que digas allí está el frente y aquí estás resguardado, no. Las bombas caen en todas partes: en hospitales, en líneas del pan, en refugios de personas que no tienen nada. Los rebeldes no son un ejército, son milicias formadas por el panadero y el frutero que han preferido coger un fúsil a quedarse a merced de otros. La defensa de un pueblo es legítima y más si es un dictador que les está atacando sin parar. No tienen opción, no pueden hacer otra cosa, si no lo hicieran hace 20 meses que todo se habría acabado. Ahora hay muchas partes implicadas ya sean religiosas, étnicas. Y yo lo que temo es que acabe por convertirse en una nueva Yugoslavia: que se extienda en el tiempo y que se subdividan los bandos todavía más.
J.Z.- ¿Cómo se decidió por el periodismo?
M.- Yo no me decanté por el fotoperiodismo, el fotoperiodismo entró en mí. Me gustaba mucho la Historia Antigua y me decidí por estudiar Historia para ser arqueóloga. Pero también pensé que era buena idea complementarlo con la fotografía por lo que me fui a estudiar para Técnico Superior de Fotografía en Huesca. Me acuerdo de las primeras clases en las que nos explicaron los distintos tipos de fotos: de moda, industrial, reportero gráfico, etc. Y yo le dije a una compañera que entre todos los tipos el que menos veía era el de fotoperiodista. Y ahora me acuerdo y me sorprendo de por dónde te lleva la vida. Por otra parte, al ser palestina (y también española) tenía la inquietud por entender mi propia identidad. Me he criado aquí, pero ni me he sentido totalmente de aquí ni la gente, de alguna forma, me ha hecho sentirme de aquí: siempre me han dicho tú no eres de aquí. Mi nombre es raro, mis rasgos tampoco son muy comunes. Así que en parte me lo creí y eso que nací en el Servet (risas).
Entonces empecé a indagar y contacté con mi familia en Jerusalén. Además, me interesé más por el árabe, un idioma que nunca había podido aprender porque no nos hablaron árabe desde pequeños, probablemente para ahorrarnos (de forma inconsciente) la tristeza de la Diáspora. Y por ahí seguí buscando. Para entender mi identidad empecé a hacer fotografías de la comunidad palestina que hay aquí en Zaragoza. Más tarde, cuando continué con mis estudios de fotografía en Barcelona, una profesora me ánimo a que siguiera con el tema de la identidad palestina: que investigará sobre mis raíces. Busqué en la comunidad palestina de Cataluña y de ahí surgió la posibilidad de viajar a Palestina y a Jordania. Y más tarde, por mi cuenta, me fui a Siria y al Líbano. Cuando me quise dar cuenta resulta que estaba haciendo periodismo: haciendo reportajes, entrevistas, documentando cosas que sucedían. En Palestina viví mis primeros bombardeos y mi primer conflicto y vi que el fotoperiodismo me había atrapado y yo no lo había elegido.
J.Z.- Y desde entonces no se ha soltado…
M.- No, la verdad es que no. Desde 2005, el proyecto sobre la identidad palestina se ha ido haciendo cada vez más grande y mientras me he ido interesando por otras cosas: por la independencia de Kosovo, por la guerra en Líbano, por la dictadura en Birmania. Me dije que ya estaba bien metida en esto y que la arqueología quedaría para la otra vida (risas). Ahora veo el fotoperiodismo como una responsabilidad. Necesito vivir esas situaciones y contarlas, me gusta o no, pero es lo tengo que hacer. Comunicar estas situaciones es indispensable para que la gente empatice y cambie su actitud.
J.Z.- ¿Qué le diría a alguien que sale ahora de una Facultad de Comunicación?
M.- Que patee la calle, que en la redacción esté lo mínimo y que no opte por el corta y pega. Que sea una persona íntegra, responsable, con valores éticos y que contraste de primera mano todo lo que le llegue. El periodismo es un arma muy peligrosa y conlleva una responsabilidad muy grande: lo que tú digas lo va a ver mucha gente y va a influir en su concepción del tema y eso acabará por reflejarse en el tipo de sociedad que se forme. De alguna forma somos una especie de estandarte de cómo se tiene que formar una sociedad. Un periodista tiene que atisbar lo que hay más adelante y contarlo para hacer consciente a la gente.
Informa: Jorge Zorraquín Catalán
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