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Negacionismo: opinar diferente, sentirse diferente y negar lo evidente

Decenas, cientos y miles de problemas, dolores de cabeza e inseguridades conlleva en sí misma la pandemia bajo la que se sume el planeta desde marzo de 2020. Enfermedad, defunciones, desempleo, colapso hospitalario… Son problemas a los que tanto la sociedad en su conjunto como cada ciudadano de manera individual, ha de hacer frente de manera más o menos gustosa. Partiendo siempre de la premisa, eso sí, de que la situación en la que nos encontramos está provocada por un virus que amenaza con alterar la vida y las relaciones sociales tal y como las conocemos.

Por Alfonso Bona

A la larga lista de obstáculos a la que tenemos que hacer frente, sin embargo, se añade uno cuya raíz reside en el egocentrismo, el afán de «opinar diferente» y una fuerte ambición de renegar de una realidad que, por dura que sea, no deja de ser verídica. Hablamos del negacionismo, de esquivar las cifras, las informaciones y las consabidas problemáticas derivadas de la enfermedad.

¿Qué es el negacionismo?

El negacionismo, en cuanto a la definición teórica, es la corriente ideológica por medio de la cual decenas de miles de personas se escudan en la inexistencia del virus o, en su defecto, de la negativa incidencia del mismo sobre la población. En cuanto a la extrapolación práctica de las actitudes negacionistas, estas se traducen en el rechazo de todas las medidas de seguridad impuestas por los diferentes gobiernos en pos del bienestar sanitario. Algunas de las principales actitudes de estas personas acorde a las medidas son tales como evitar el uso de mascarillas, incumplir las medidas de confinamiento y distancia social, negación de la validez de los test PCR, etc.

Cristina Equiza, psicóloga clínica, define al negacionismo como una idea inevitable: «La corriente negacionista tiene que existir. No porque haya existido siempre, sino porque no todos podemos tener las mismas opiniones al respecto, más aún cuando hay unas medidas tomadas por los gobiernos que, evidentemente, no gustan a todo el mundo». De esta manera, la profesional de la salud mental incide en que, en muchas ocasiones, el brote negacionista que surge en las personas se fundamenta en la negativa a aceptar determinadas medidas institucionales o gubernamentales.

¿Cómo es y en qué se fundamenta un negacionista?

Esoterismo, pseudociencias y altas dosis de ingenuidad e influenciabilidad son los principales ingredientes que componen la receta para formar a un negacionista. «No hay un perfil de personalidad como tal. Hay una adscripción a unos postulados que, en definitiva, resultan cómodos. Negar el virus demuestra unas características propias de la adolescencia. Sentimiento de omnipotencia, invencibilidad… Esto habla, en personas adultas, de una inmadurez, de no querer asumir una realidad y de negar algo que no nos agrada con argumentos pueriles y fantasiosos», afirma la psicóloga cuando se le pregunta por el perfil típico de estas personas. 

Las redes sociales, por su parte, el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de estas corrientes. En pleno siglo XXI, más que nunca, las redes sociales cumplen un papel fundamental en las labores de desarrollo y transmisión de la información. Esto, inevitablemente, resulta un arma de doble filo. Así pues, la información contrastada se ayuda de internet para su rápida y extensa difusión. Sin embargo, también ocurre lo mismo con el resto de información basadas en conjeturas, rumores y falsas creencias. Cristina Equiza, desde su punto de vista profesional, alude a la importancia de estas herramientas para la difusión de contenidos: «Las redes sociales tienen un peso específico para cualquier seguimiento de una u otra corriente. La red social hoy es un altavoz, hace un llamamiento. Las redes sociales hoy en día son capaces de engordar cifras, manipularlas y difundirlas».

De esta manera comprobamos la facilidad con la que pensamientos como aquellos característicos de las corrientes negacionistas se difunden con una facilidad pasmosa. Las redes, aliadas y contrincantes al mismo tiempo de los datos verídicos y contrastados, se enemistan con el rigor periodístico e informativo en lo que al negacionismo se refiere. Jóvenes y mayores, quienes cada día se manejan con mayor facilidad en Twitter, Facebook e Instagram, encuentran sin mayor problema contenido relacionado con aquello que empieza a brotar en su cerebro. Así, gracias a la desinformación publicada en las redes, se incrementa el desconocimiento de estas personas, potenciando todavía más la firmeza de sus creencias. Estas firmes convicciones, en la mayoría de los casos, aumentan de manera directamente proporcional al absurdo del contenido de las mismas.

En unas ocasiones con acritud, y en otras sin ella, se define desde el grueso de la población a los negacionistas como personas con problemas mentales. Sin embargo, este tipo de diagnósticos tan solo pueden ser enunciados por profesionales en la materia. Al respecto, Cristina Equiza cree que relacionar negacionismo con problemas de salud mental son «palabras mayores»: «Tener salud mental es vivir bien con uno mismo y con la sociedad en la que ha de desarrollarse. Es la ausencia de patología. En mi opinión, negar una pandemia es diferente a padecer una patología. No me atrevo a decir que los negacionistas tengan un problema de salud mental, pero sí creo que tienen un problema de conciencia». 

Ante el problema negacionista, la psicóloga propone una «terapia de choque» tan agresiva como efectiva: «Me gustaría que tuviese lugar en estas personas, en primer lugar, un acto de reflexión y retrospección. Si las ideas permanecen, estaría bien que se pasasen por las UCIs y viesen los estragos de todo lo que está sucediendo. Que vean el dolor, el sufrimiento y la realidad de la pandemia en primera persona».

Siete rasgos de los negacionistas. Fuente: Lucía Membrado.
Universidad San Jorge