“El cáncer me quitó cosas materiales: una pierna, un pulmón y un trozo de hígado, pero me dio a conocer otras muchas cosas que jamás podría haber averiguado solo” (Espinosa, 2008, p.24). Con estas palabras, Albert Espinosa abre El mundo amarillo, un libro en el que recoge los veintitrés descubrimientos que hizo en el transcurso de su enfermedad. Este actor, director y guionista pasó diez años visitando diversos hospitales para curarse de cuatro cánceres. A pesar de ello, dice recordar esta etapa como una de las mejores de su vida. Su obra, asegura, “no pretende ser una guía de autoayuda” sobre cómo superar esta enfermedad sino un conjunto de enseñanzas que a él le han servido “para sobrevivir a la vida” (Espinosa, 2008, p.23).
“Tener cáncer te ayuda a saber quién eres, a saber cómo es la gente que te rodea, a conocer tus límites y, sobre todo, a perder el miedo a la muerte”, afirma (Espinosa, 2008, p.23). Espinosa consiguió afrontar la pérdida y el dolor gracias, en buena medida, a los ‘Pelones’, sus compañeros de habitación. Con ellos mantuvo un pacto: cuando uno moría, el resto se repartía su vida. Durante su estancia en el hospital, al guionista le tocaron 3,7 vidas además de la suya. Este nuevo escalafón de la amistad es la base del concepto de ‘los amarillos’. El propio autor los define del siguiente modo: “Dícese de aquellas personas que son especiales en tu vida. Los amarillos se encuentran entre los amigos y los amores. No es necesario verlos a menudo o mantener contacto con ellos. La forma de relacionarse con ellos es el cariño, la caricia y el abrazo. Consiguen privilegios que antes estaban en posesión solo de la pareja” (Espinosa, 2008, p.134). El ‘mundo amarillo’ es, por tanto, “una forma de vivir, de ver la vida, de nutrirse de las lecciones que se aprenden de los momentos malos y de los buenos” (Espinosa, 2008, p.27).
2.- Resumen
El libro se estructura en cuatro bloques: ‘Para empezar…’, ‘Para seguir…’, ‘Para vivir…’, ‘Y descansar…’. En ellos, Albert Espinosa ofrece una visión optimista sobre temas como el sufrimiento y la aceptación. Los veintitrés descubrimientos que aparecen en los dos primeros apartados de la obra son el preludio del ‘mundo amarillo’ y toman como eje la idea de que si crees en los sueños, ellos se crearán. Estos hallazgos, utilizados inicialmente por el autor para enlazar dos edades: los catorce y los veinticuatro años, son experiencias surgidas del cáncer extrapolables a la vida de cualquier persona. Cada una lleva por título algunas de las frases que el propio escritor escuchó durante su estancia en el hospital. ‘Las pérdidas son positivas’, ‘no existe la palabra dolor’ o ‘no tengas miedo de ser la persona en la que te has convertido’ son algunos ejemplos.
Las películas, sostiene Espinosa, han convertido al cáncer en algo doloroso. En su reflexión, el guionista lamenta que los largometrajes se centren en los lloros, los vómitos y la muerte. Sin embargo, recuerda que solo un 10 o un 12% de estos tumores causan dolor. Su afán por romper estos tópicos le lleva a asegurar que la vida adulta llegó a resultarle mucho más dolorosa que la propia enfermedad. Y es que fuera del hospital, el daño no viene infligido por una inyección o una intervención quirúrgica sino que está relacionado con sentimientos como el amor, la tristeza o el orgullo.
Perder el miedo a la muerte fue el mayor legado que obtuvo Albert Espinosa tras más de diez años de enfermedad. El propio autor describe esta etapa como algo bueno que no debe relacionarse con las palabras pérdida o dolor sino con la vida y con un fin digno e invita a sus lectores a no tener miedo a desaparecer y a hablar sobre este tema con familiares y amigos. En este sentido, recomienda pensar en el momento en que a cada uno le gustaría morir: un día, una estación, un lugar etc. Asimismo, reflexiona sobre lo importante que sería que, desde pequeños, comenzásemos a tener contacto con nuestro final. La muerte, la aceptación, las pérdidas y las ganancias son, en definitiva, los fundamentos del ‘mundo amarillo’.
Cruzarte con un ‘amarillo’ puede cambiarte la vida. Conocerlos, dice el escritor, hace que demos un salto cualitativo en nuestro día a día. Cualquier desconocido puede convertirse en uno de ellos, aunque el guionista estima que cada persona conoce a veintitrés ‘amarillos’ a lo largo de su trayectoria vital. Para encontrarles, propone crear un listado con los aspectos que cada uno considera bellos, dejando al margen aquello que tenga que ver con la belleza sexual o amorosa. Definidas estas marcas se debe comenzar la búsqueda y dejar que otras personas te encuentren. Espinosa basa su filosofía en este nuevo concepto de amistad, que le ayudó a sobrellevar sus continuos ingresos hospitalarios. Allí conoció a siete ‘Pelones’ que terminaron siendo ‘amarillos’ suyos. En este caso, la palabra amistad viene ligada a la fuerza de voluntad y a las ganas de vivir. Gracias a estos ‘amarillos’, el escritor renovó sus fuerzas para luchar contra la enfermedad, aprendió a abrirse y descubrió sus carencias.
3.- Crítica
“La muerte dejó de ser un hecho natural a principios del siglo XX con la aparición de la medicina moderna y, desde entonces, la afrontamos de un modo diferente. En el Estado de Bienestar no se tolera nada que tenga una connotación negativa” (González, 2013). En España, cada año mueren 103.000 personas a causa del cáncer y el número de nuevos casos ronda los 209.000. Hablar de esta enfermedad parece haberse convertido en el gran tabú del siglo XXI. Por ello, sorprende encontrarse con un libro que trate el tema sin tapujos. El Mundo amarillo continúa la perspectiva vista en Planta 4ª, también escrita por Albert Espinosa. El propio autor asegura que al idear el guion de esta película quiso ofrecer “una visión positiva y realista que acabase con los tópicos y mostrase cómo suele ser la vida de la gente con cáncer” (Espinosa, 2008, p. 41). El guionista recuerda que “no hay una estrategia secreta” para vencer a esta enfermedad. Pese a ello, recomienda que cada uno escuche su fuerza, cree su lucha y se deje guiar (Espinosa, 2008, p.19).
El optimismo impregna cada una de las páginas de este texto, que aborda cuestiones complejas como la discapacidad o la felicidad desde el enfoque de un niño de catorce años. Sus enseñanzas recuerdan al mensaje de Tiziano Terzani en El fin es mi principio. En ambos casos, los protagonistas miran a la muerte a la cara y dicen no tener miedo. La enfermedad es el denominador común de sus historias, aunque en el caso del ensayista italiano, esta reflexión se produce en el último tramo de su trayectoria vital. Los dos autores insisten en la importancia de aceptar el final y subrayan el hecho de que, llegado este momento, todo lo material y, por tanto, todo aquello a lo que estamos apegados, desaparece. Asimismo, coinciden en su apuesta por los deseos, los sueños y la elección de ser uno mismo. Recuperar la naturalidad a la hora de hablar de la muerte es una de las mayores fortalezas de esta publicación. Espinosa insiste en que este no es un libro de autoayuda, pero su testimonio puede servir de apoyo para aquellos que estén viviendo una situación similar.
La búsqueda de ‘amarillos’ que se propone en esta obra refleja la necesidad de dialogar que caracteriza a las personas. Este hecho también aparece reflejado en Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana de Yepes y Arangüren, donde se expone que, a través de las palabras, los seres humanos pueden compartir lo que son. El hombre, como “ser social abierto a los otros”, tiende a “exteriorizar su intimidad” y a “hacer públicos sus pensamientos” (Yepes y Arangüren, 2003, p.6). Todos necesitamos a alguien, a un ‘amarillo’, que nos escuche para sentirnos realizados, ya que “no hay un yo si no hay un tú” (Yepes y Arangüren, 2003, p.8). Hablar es también uno de los verbos más importantes en el ‘mundo amarillo’. De hecho, el escritor explica que contactar con desconocidos es la fórmula más utilizada para encontrar a este tipo de personas. “Tan solo es necesaria una pregunta: ¿Quieres ser mi ‘amarillo’?” (Espinosa, 2008, p.158).
Escrito con un estilo ameno y cercano, el libro plantea interrogantes que todo ser humano suele preguntarse, al menos, una vez en la vida: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Cómo consigo perder el miedo a la muerte? ¿Cómo debo afrontar la pérdida de un ser querido? El escritor responde a estas cuestiones con fragmentos de su biografía. Su frescura e inocencia contribuyen a que las 171 páginas de esta obra atrapen al lector de principio a fin. La narración abandona la estructura tradicional de presentación, nudo y desenlace para adoptar un sistema de capítulos de apenas cuatro páginas. Esta es quizá una de las mayores debilidades del texto de Albert Espinosa. Cada una de las veintitrés historias que componen El mundo amarillo podría servir de argumento para un nuevo libro. Querer abarcar tantos momentos de su vida impide que el autor profundice en ellos. Tampoco ayuda la falta de continuidad entre los apartados. Pese a ello, esta distribución contribuye a reforzar la claridad y coherencia del texto. Las listas son otra de las particularidades de la publicación. Estas enumeraciones sintetizan las ideas que el guionista desarrolla a lo largo de cada capítulo, aunque introducen repeticiones a menudo innecesarias. No obstante, la fuerza y la lógica del mensaje permanecen intactas.
4.- Conclusión
“El cáncer no necesita un libro para vencerlo” (Espinosa, 2008, p. 19). Sin embargo, testimonios como el de Albert Espinosa ayudan a que, al menos por unas horas, perdamos el miedo a esta enfermedad. En este sentido, el texto cumple su objetivo desde el primer momento. Existen numerosas obras autobiográficas en las que los autores cuentan sus propias experiencias con este mal. Mi cáncer y yo, de la periodista catalana Susana Frouchtmann o Cáncer: biografía de una supervivencia, de Albert Jovell, doctor en Medicina y Cirugía, y en Sociología y Ciencias Políticas en las Universidades de Barcelona y Harvard, son algunos ejemplos. Sin embargo, El mundo amarillo cuenta con un valor añadido: ha sabido conectar con el público gracias, en parte, a su particular sentido del humor y, sobre todo, a la vitalidad que transmite.
Impulsada por el éxito de Pulseras Rojas, la serie de televisión inspirada en el ‘universo amarillo’, esta obra ha conseguido vender más de 270.000 ejemplares repartidos en 43 ediciones. La buena acogida de la ficción catalana ha logrado que millones de personas, sobre todo niños y adolescentes, conozcan la historia de Albert Espinosa y vean que “del cáncer también se sobrevive” (Espinosa, 2008). Es posible que El mundo amarillo no pase a la historia de la literatura por su calidad o por haber aportado algo novedoso. No obstante, su contribución al campo del Humanismo y la Solidaridad es incuestionable. Las pulseras rojas se han convertido en un símbolo en la lucha contra el cáncer infantil. Ejemplo de ello es la campaña de concienciación y recaudación de fondos que puso en marcha la Asociación de Padres, Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Castilla y León (Pyfano) el pasado mes de octubre. Iniciativas como esta hacen que el mensaje de Espinosa cobre todavía más fuerza.
El mundo amarillo, Albert Espinosa. Debolsillo / Bestseller, 2008. 171 páginas. 6,95 € (edición en papel) ISBN 978-84-8346-907-1
Informa: Jorge Lisbona
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