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Reseña: El vampiro de los pobres

Rosario González Casas: ‘El vampiro de los pobres’. La esfera de los libros. Madrid, 2010. 294 pp. 19 euros.

Introducción

Este libro trata la historia de una enfermedad que causa estragos en países no industrializados como Bolivia. Recoge los testimonios de muchas personas que, de forma individual, han contribuido a paliar sus efectos en la población afectada. Asimismo, también hay multitud de fuentes que han padecido esta lacra social. Se trata de una obra, a caballo entre la literatura y los principales géneros periodísticos, sobre un problema con condicionantes económicos, políticos, sociales y culturales. Se puede señalar como una aportación fundamental para el campo de la solidaridad. El lector encontrará puntos de interés que demuestran que otro mundo es posible, pues contiene enseñanzas aplicables en la vida cotidiana. Los ingresos que obtenga Pilar Mateo por la venta de este volumen serán “destinados a la ayuda del pueblo guaraní boliviano”.

El libro se estructura en cuatro partes, cada una de las cuales se subdivide en entre nueve y 21 capítulos. Los temas se repiten de una parte a otra, no así el enfoque o las fuentes empleadas. A grandes rasgos, se puede decir que la primera parte sirve como introducción al tema y contiene una descripción bastante detallada sobre la procedencia de la doctora Pilar Mateo (no se ha erigido como protagonista pero sí como eje vertebral en torno al cual se construye el relato), su actividad y hazañas en Bolivia, la explicación de la “vinchuca”, transmisora del mal de chagas, y una breve semblanza sobre el pueblo guaraní. La segunda parte del libro muestra algunas claves para entender la cultura, concepción y costumbres de la población boliviana. La tercera parte conecta esos rasgos culturales y sociales con la llegada de la doctora Pilar Mateo, en ocasiones se cuenta como un elemento fantasioso en que poco o nada tuvo que ver el azar. La cuarta parte trata gran variedad de temas que se disgregan de la materia principal que se aborda en esta edición, como la ablación o la función de los medios de comunicación de actuar en pro de la solidaridad y la protección de los Derechos Humanos.

Análisis interpretativo y conclusiones sobre el libro

Heredera de los maestros que conforman la tradición narrativa hispanohablante, cultivada su precisión lingüística en el periodismo y sabedora ─gracias a sus aportaciones en el terreno de la dramaturgia─ de la idea de que los gestos, miradas y acciones determinan en gran medida el camino de cada cual, su suerte y su desdicha, Charo González Casas deja tiritando al lector que se adentra en este libro (con bastantes deficiencias estilísticas, habida cuenta de la talla de la escritora y periodista): que no se espere un cuento al uso ─la cantidad de moralejas no exculpa a la multitud de estilos literarios utilizados ni a una maraña de capítulos poco acertada─ ya que no se trata de una autora previsible y tampoco narra la historia de una mujer convencional.

Pilar Mateo, química valenciana que cada día desafía a la injusticia con su tesón y su eterna bondad, inspira un relato bañado de una conglomeración de elementos que van desde el ensayo científico ─en que no riñen la exactitud y la comprensión─ hasta la fantasía de pequeñas anécdotas que se cuelan en las páginas por necesidad. Todas ellas son evocadoras de textos como ‘Sobre el arte de fundar ciudades’, del gran Daniel Moyano, pasando por las principales técnicas periodísticas, con el trabajo de campo necesario para atribuir cada mínimo detalle. Se engaña el lector si presupone que la conjugación de tantos y tan variados estilos le veta la entrada ─sí la dificulta─ en una historia increíble, llena de héroes y de matices históricos, culturales, sociales, políticos, entre otros. Con todo esto, González Casas disponía de posibilidades para dejarse llevar por una ambición estética desmedida, pero no lo ha hecho consciente de que ello habría puesto en jaque la credibilidad de esta epopeya que de tan verosímil duele.

A lo largo de las casi 300 páginas del libro, desfilan multitud de personajes que, de algún modo, han contribuido a erradicar las “vinchucas” que provocan una enfermedad mortal. Se la transmiten a los seres humanos mientras duermen y se la ha apodado: “mal de chagas”. Viene presentada como una patología con derivaciones físicas, psicológicas y sociales que las políticas competentes arrinconaban en las ínfimas rendijas de sus miras, convirtiéndose en un padecimiento de pobres silenciosos y silenciados. La consecuencia: una actitud silente del resto del mundo, de la investigación de las empresas químicas y farmacéuticas y, por supuesto, de la política internacional. Atajar esta lacra no procuraría beneficios económicos a nadie.

Este relato da voz propia al asunto, descubre la magia de la casualidad y el poder de la valentía; amplía la visión sobre las capacidades del individuo; acentúa las ganas de hacer, la ilusión por ayudar y la eficacia del trabajo en equipo; deja entrever los intríngulis del otro, de su cultura y los hermosos mitos en que plasman sus deseos y temores; destaca la fuerza, a veces irreconciliable, de la naturaleza; pone en entredicho la actuación de las oenegés que, con puntos de vista etnocéntricos, esperan solucionar, con irónica agilidad, las complejas realidades de otros países, otras etnias y otras culturas. Aspectos en cuya introducción la autora demuestra gran tino porque “el enfoque tradicional de la investigación humanística” se ha basado en “el sujeto humano y su contexto cultural como reflejo de las capacidades de este sujeto para construir modelos de sí mismo y de los otros”. De otra parte, presenta al ciudadano occidental, destinatario del libro, la situación de un pueblo solidario, muy pobre, que evita el mal porque cree en el bumerán y que se siente poseído por la tierra. La obra, finalmente, escapa del tópico y del estereotipo y concede a la utopía el rango de probable y a los sueños el de virtud. Desglosa, pues, temas muy complejos y de hondo calado humano.

Es esta una obra imprescindible para todo aquel que deseé conocer el mundo que le envuelve: los personajes se mueven en una escala de grises, incitados por sus necesidades, motivaciones, por voluntad propia o ajena; las personas se conforman por falta de oportunidades o se comprometen con tenacidad por los demás. Así, los civiles bolivianos son casi todos débiles, desde un punto de vista económico o intelectual, analfabetos y sin acceso al trabajo ni a una vivienda digna, pero son héroes como personas, por su actitud, por su cercanía, por su integridad y grandeza, vencidos sus miedos personales. Están lejos del ciudadano occidental medio (disculpe este la generalización) que se fija en sí mismo, con una endogamia recurrente, e ignora voluntariamente que su felicidad reside en los demás, en el trato personal, en el intercambio mutuo de experiencias. Pilar Mateo es la figura central del relato, y aún siendo valenciana de nacimiento, se convierte en la referencia humana y excepción que desmiente la regla de la generalidad. En este sentido, hay esperanza: el ser humano como un vehículo para abrir caminos hasta arrugar los horizontes y trazar otros nuevos.

Hay esperanza gracias a la tendencia de que el humanismo (a secas) parece ganar terreno en un mundo infestado por intereses económicos y estratégicos y por la desigualdad social. La autora se adentra, no obstante, en terreno pantanoso al criticar, a la ligera, la labor de los académicos dedicados a la investigación del “mal de chagas”. Es comprensible su argumento: no han visto con sus propios ojos la miseria que reina, gobierna, administra, decide y sentencia la vida ─mejor dicho, agonía─ de los guaraníes, pero la defensa de tal postulado requiere de datos que demuestren la relación de causa-efecto entre la pobreza y el padecimiento de esta enfermedad. Dicha asociación se sostiene en detalles que revelan las razones por las que un ejército de “vinchucas” puede ocupar una vivienda y entorpecer, por ejemplo, el acto amoroso entre sus habitantes, entre otras cuestiones humanas del día a día. Se echa en falta, pues, profundidad y precisión en este sentido, porque la multitud de fuentes empleadas ─entre las cuales los académicos carecen de voz─ y la escrupulosa atención al apartado técnico de descripción del Triatoma infestans (la “vinchuca”) no compensan este menoscabo, por lo que el lector ha de conformarse con sobrentenderlo.

Del mismo modo, el libro tantea temas ─como la ablación o el trato general hacia la mujer en Bolivia─ que hubiese sido preferible evitar puesto que se alejan del propósito de esta obra. Habrá quien crea que el objetivo de la autora es la exposición de cuantos elementos contribuyen a explicar la realidad de una sociedad tan compleja como los tapices artesanales que en la misma se elaboran; toda una temeridad de tan inabarcable. De ahí que el eje central sea el “mal de chagas”, sus causas y derivaciones. Si González Casas se hubiera ceñido a este aspecto con más intención habría dinamizado una lectura que se explaya ─más allá de lo necesario para establecer el contexto─ en aspectos colaterales y cuya organización cae con regularidad en la redundancia. ‘La esfera de los libros’  habría reducido costes de edición e impresión eliminando unas 40 páginas aproximadamente que, lejos de sorprender al lector, dan una sensación de retroceso en la estructura de la obra: un garabato de capítulos sin demasiado criterio cuyo trazo regresa más de una vez a los mismos puntos, con la única aportación de una nueva fuente, sin descubrir nada nuevo.

Dada la materia sobre la que trata este libro, cabe detenerse a reflexionar sobre el concepto de igualdad. Todos somos iguales por norma y diferentes por definición: la diferencia, bien entendida, es la carta noble de los individuos, si bien no puede usarse como recurso para la denigración sistemática, sino, todo lo contrario, como agente para aspirar a completarse como persona, extrayendo enseñanzas de unos y de otros e impartiéndolas con humildad y total desprendimiento. O, como lo expone Jacinto Choza: “Es conversación y comunicación actual con los otros, no importa en qué coordenadas espaciales estén los otros. La totalidad de los seres humanos que han existido son contemporáneos en nuestro presente y actores en él. Nosotros los interpretamos y ellos nos interpretan”.

Así vive la doctorita ─como llaman amigablemente en Bolivia a Pilar Mateo─ aventurada. Recordemos una frase que se atribuye a Malraux y que trata de dar una definición personal de el aventurero: “Es el hombre a quien no ilumina el sol, sino la antorcha que empuña la mano”. El gran favor que ha ganado la doctora con su hazaña es que quien sepa de ella y de su vida la reconozca o, al menos, no quede indiferente; ahí entra en juego la labor de esta obra de Charo González Casas que difunde un mensaje cargado de riqueza con la esperanza de que haya personas que sepan apreciarlo, pues sin una labor comunicativa todo queda sumergido en la sombra. No se trata de un libro de entretenimiento pasajero, pues como advierten Yepes y Aragüren: “No hay nada más «enriquecedor» que una persona con cosas que enseñar y que decir, con una intimidad «llena», rica”.

En próximas fechas, la doctora Pilar Mateo, que es además madrina de la promoción 2013 en la Universidad San Jorge, estará en los micrófonos del programa ‘Dragón Digital’, en Radio Universidad San Jorge.

Informa: Sergio Lacasa

Universidad San Jorge