Su camilla ha escuchado centenares de confidencias, secretos custodiados por su discreción bajo siete llaves. Sus manos brillan a la sombra de los focos, en la intimidad del vestuario, cuando se apagan las luces y las gradas enmudecen después de la batalla. Su cara es conocida por miles de personas en el pabellón Príncipe Felipe, pero muy pocos le ponen nombre. Ha ejercido dos temporadas en el Lleida Basquet y una en el Basquet Manresa. En septiembre de 2006 fichó por el CAI Zaragoza.
Carlos Ciria.- Los niños sueñan con ser Messi, Cristiano Ronaldo o Pau Gasol. ¿Eres fisioterapeuta vocacional?
José García.- Quería ser veterinario, siempre me han gustado los animales y todo lo relacionado con la salud. Crearon la carrera de fisioterapia y encontré en ella la manera de unir mis dos grandes pasiones: la medicina y el deporte. Era una diplomatura de tres años. En aquella época, además, jugaba al baloncesto y la decisión fue sencilla.
C.C.- ¿Dónde estudiaste la carrera?
J.G.- En Sant Cugat de la Gimbernat, en Barcelona.
C.C.- ¿Cuánto tiempo pasó desde que colgaste el título en la pared hasta recibir al primer paciente?
J.G.- Tuve mucha suerte. En España había siete universidades y éramos muchos menos estudiantes que ahora. Yo vivía en un pequeño pueblo donde se inauguró un hospital comarcal. En verano terminé las prácticas y comencé a trabajar allí como sustituto. Poco tiempo después lo hice ya como fisioterapeuta titulado. Recuerdo aquella época con mucho cariño. Acababa de terminar la carrera, tenía trabajo y, además, lo podía compaginar con otro en un centro médico del pueblo. Las pocas horas que me quedaban libres las dedicaba al baloncesto como jugador y entrenador.
C.C.- Cada vez hay más fisioterapeutas, pero los equipos profesionales no crecen en esa misma proporción. ¿Tenéis que llamar a las puertas de los clubes o son ellos quienes se interesan por vuestro trabajo?
J.G.- El deporte es efímero en todas sus facetas, tanto la de jugador como la de entrenador o incluso la nuestra. Un buen día te puede contratar un club y dependiendo del momento, también te puede echar. Este trabajo en equipos profesionales es mejor aceptarlo como un hobby. En mi caso, yo seguía trabajando en el hospital, pero en mis ratos libres ayudaba a equipos y participaba en varios campus hasta que llegué dónde estoy… La suerte también juega un papel importante.
C.C.- ¿Cómo fue tu fichaje por el CAI Zaragoza?
J.G.- Fue una casualidad. Sus dirigentes buscaban un ayudante para el fisioterapeuta que estaba entonces. Yo llevaba un par de años en Zaragoza porque no tenía trabajo en Manresa. El club buscaba a alguien con un perfil semejante al mío, me llamaron y empecé.
C.C.- ¿Ver, oír y callar, es el código deontológico de un fisioterapeuta?
J.G.- Sí, aunque en mi caso yo oigo pero no me callo. Gran parte de nuestro trabajo es gestionar la información que nos llega. Conocemos a los jugadores y a los entrenadores. Hay cosas que puedes decir y otras, obviamente, que debes omitir. Seleccionamos esa información para que el grupo salga siempre beneficiado.
C.C.- ¿Cuántas confesiones habrá escuchado tu camilla?
J.G.- Ha oído de todo. Oye muchas cosas dependiendo del estado del jugador, pero ellos saben que esas confidencias empiezan y terminan ahí, jamás atraviesan la puerta del vestuario. Quiero que los jugadores sepan que estoy disponible para todo.
C.C.- ¿La psicología es importante en un fisioterapeuta?
J.G.- Sí, en el deporte profesional es muy importante. Es una de las partes de la carrera que habría que potenciar. Esa faceta te permite ayudar a los jugadores.
C.C.- Son muchas horas de viajes, de concentraciones y confidencias. ¿Se puede ser amigo de un jugador?
J.G.- El concepto “amigo” es un término más semántico. Con los jugadores has de tener empatía, una buena relación, sin llegar a una gran amistad. Cada uno ocupa su lugar y hay que ser consciente de ello.
C.C.- ¿Qué ambiente te gusta crear cuando atiendes a un jugador?
J.G.- Para mí no hay nada mejor que una buena conversación. Todo resulta más sencillo si sabes que tu mensaje llega de forma clara al jugador y para él también es importante conocer que entiendes sus problemas, que le vas a ayudar física y psicológicamente.
C.C.- Eres de los pocos profesionales del CAI que ha vivido los dos ascensos a la Liga ACB. ¿Son tu mejor recuerdo?
J.G.- El mejor día de mi vida deportiva fue el del primer ascenso. El ambiente, el público, los cánticos, las caras de felicidad de todo el mundo… son recuerdos muy difíciles de superar. El segundo fue muy bonito, pero mucho más previsible. Estábamos disfrutando de una experiencia que ya habíamos vivido.
C.C.- ¿El peor momento fue el descenso de categoría?
J.G.- Fue muy duro. Aunque sigo fiel a mis principios y me quedo con lo bueno de aquello. Ese descenso nos sirvió para aprender, para no cometer los mismos errores y hacer las cosas bien.
C.C.- ¿Qué te llevas a casa después de un partido?
J.G.- Si ganamos me voy contento. Me apetece tomar una cerveza con mis amigos y disfrutar de mi familia. Cuando perdemos me voy más enfadado y no me apetecen tantas cosas. No hay que perder nunca la perspectiva de que esto es un juego.
C.C.- Con la agenda de trabajo tan apretada, ¿cómo es un día cualquiera en tu vida?
J.G.- Fuera del CAI por desgracia no hago muchas cosas. El club requiere una gran parte de mi tiempo. Tengo una consulta abierta e intento dedicarle el máximo tiempo posible, sin descuidar a la familia. A veces resulta bastante complicado combinar esas tres “agendas”.
C.C.- ¿A qué dedicas tu tiempo libre?
J.G.- Me gusta mucho ir a comer o a tomar algo con mis amigos, ir al cine y estar en casa con mi mujer viendo una película. Son las pequeñas cosas que a todos nos gustan, pero las disfruto al máximo.
C.C.- Hablando de cine ¿eres de lágrima fácil o prefieres las películas de acción?
J.G.- Hay películas que me emocionan, pero no suelo llorar. Prefiero las de acción. Soy un fan de Star Wars, pero no excluyo ningún género. Puedo ver un documental dedicado al deporte o cualquier serie que me distraiga un rato.
C.C.- ¿Qué música podemos encontrar en tu coche?
J.G.- No me gusta la música comercial. En mi coche puedes encontrar desde Manu Chao a música clásica y, eso sí, en lugar preferente mis tres grupos favoritos: Dire Straits, Queen y Supertramp.
C.C.- Los deportistas estáis abonados a menús sencillos. ¿Se te puede conquistar por el estómago?
J.G.- Sí, y sobre todo, me pierdo por un buen solomillo con un poco de foie y un buen vino. Con eso soy el hombre más feliz del mundo.
C.C.- ¿Te interesa la actualidad o en un periódico buscas directamente las páginas deportivas?
J.G.- No leo mucho los periódicos. Cuando tengo uno voy directamente a la sección de deportes y, sobre todo, a las noticias de baloncesto. Vivo por y para el deporte.
C.C.- ¿Qué te hace perder el buen humor?
J.G.- No soporto la hipocresía. Muchos te tratan de distinta manera si tu trabajo está relacionado con personajes conocidos. Yo soy igual con la ropa del CAI o vestido de calle. Trato a todo el mundo de la misma forma. Soy “Jose” y, de forma temporal, el “fisio” del CAI.
C.C.- Cada temporada hacéis miles de kilómetros de ciudad en ciudad. ¿Disponéis de tiempo libre para conocer algo más que el hotel y el pabellón de turno?
J.G.- No nos queda mucho. Cuando estábamos en la Liga LEB había más tiempo para hacer cosas. Viajábamos los jueves porque los partidos se jugaban los viernes por la noche. Teníamos toda la mañana para hacer algo de turismo. En la Liga ACB llegas a la ciudad, tienes un par de horas libres y después vamos directos al pabellón. Ese escaso tiempo me gusta pasarlo con el equipo preparando el encuentro.
C.C.- ¿Te sientes uno más de la plantilla o cada uno ocupa su lugar en el escalafón?
J.G.- Me siento un miembro más del CAI Zaragoza. Si algún año no me encuentro integrado en esa dinámica dejaré el equipo. No podría soportar que mi trabajo se redujese a ejercer las labores de un fisioterapeuta. Intento hacer grupo, crear siempre un ambiente positivo porque un equipo es como una familia. Para ser un “fisio” más, me quedo en mi consulta.
C.C.- ¿Hay mucha diferencia en los tratamientos entre deportistas profesionales y pacientes de a pie?
J.G.- No debería existir esa diferencia y el que diga lo contrario miente. Me gusta compaginar mi trabajo en el CAI con la consulta, porque de otra forma puedes perder la perspectiva del mundo real.
C.C.- Los jugadores dicen que eres un manitas con las vendas, las tijeras, los masajes y el esparadrapo. ¿También lo eres en tu vida cotidiana?
J.G.- Sí, pero en cosas que me gustan, como la cocina. En caso contrario no les dedico mucho tiempo. Eso de arreglar enchufes no va conmigo.
Texto y fotografía por: Carlos Ciria Máñez
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