No es un aprobado general donde todos los alumnos superan el curso con un cinco ni una solución innovadora que se adapta a los tiempos de confinamiento y “tele aprendizaje”. El cierre de los centros educativos en todo el país ha dejado al descubierto las fortalezas y debilidades del sistema educativo español. Los estudiantes de infantil, primaria, secundaria y primero de bachillerato serán evaluados en función de las notas de los dos primeros trimestres. El tercero, será de repaso, no se impartirá materia nueva y servirá para mejorar las calificaciones.
Estas pautas aparecen publicadas en el Boletín Oficial del Estado del 24 de abril, siguiendo lo que decidieron el Gobierno y las Comunidades Autónomas en la reunión que mantuvo la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, con los consejeros autonómicos el pasado miércoles 15 de abril.
“La reducción del tiempo de enseñanza o la falta de recursos influyen en el rendimiento escolar”
Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)
Las comunidades menos dóciles
Galicia, Castilla y León, Murcia, Andalucía y la Comunidad de Madrid se desmarcaron del acuerdo, alegando una falta de unanimidad en los criterios propuesto la obtención de diferentes títulos, como Bachillerato, ESO o FP según las autonomías. Por otro lado, el País Vasco tampoco firmó el documento recordando que la Educación no es una competencia estatal.
Al final, tanto estas regiones como las que sí que se han adherido a las instrucciones del Ministerio de Educación dejarán en manos del profesorado la decisión sobre cada alumno, como siempre ha ocurrido.
“En las etapas obligatorias, ni la madurez del alumnado, ni las posibilidades tecnológicas de muchos ni su falta de competencia digital, hacen que lo online sea un buen modelo para recibir clase”
Plataforma Maestros Innovadores, Alumnos Competentes
El viernes 13 de marzo, un día antes de que se decretara el estado de alarma en todo el territorio nacional para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la COVID-19, los docentes de los centros educativos de Aragón fueron convocados a un claustro extraordinario: «Recibimos órdenes de seguir impartiendo clases y continuar enseñando los contenidos del temario fuera cual fuese la situación que se nos sobrevenía», apunta la Jefa de Estudios del Instituto de Educación Secundaria Martina Bescós, Mª José Barroso.
Sin embargo, la posterior declaración del estado de alarma, con el obligado confinamiento de más de ocho millones de estudiantes de enseñanzas no universitarias, hizo que los colegios e institutos tuvieran que reinventarse improvisadamente mientras recibían instrucciones desde el ministerio de Educación que se iban modificando continuamente a lo largo de las semanas.
La cuestionada eficacia en las clases a distancia y los alumnos más pequeños
El modelo de educación online tiene como elementos imprescindibles el ordenador y la conexión a Internet, pero no todas las familias con niños en etapas obligatorias (educación primaria y secundaria) tienen acceso a estos pilares del nuevo formato de aprendizaje.
Jorge Largo, profesor en la Facultad de Educación de Universidad Complutense de Madrid y miembro fundador de la Plataforma Educativa Maestros Innovadores, Alumnos Competentes, señala: «Lamentablemente, nuestro sistema educativo no estaba preparado para dar el salto, de la noche a la mañana, a la educación virtual. Más que nada porque, todo el mundo sabe que en las etapas obligatorias, ni la madurez del alumnado, ni las posibilidades tecnológicas de muchos ni su falta de competencia digital, hacen que lo online sea un buen modelo para recibir clase. De hecho, estamos viendo cómo con todo lo anterior, garantizar la igualdad de oportunidades, es un tanto pretencioso».
La ratio de ordenadores por casa no es igual que el número de niños por familia
Iker y Daniela son hermanos, tienen respectivamente siete y once años, y estudian en el colegio Madre María Rosa Molas. En su casa solo hay un ordenador. «Tenemos que coordinar sus horarios de clase con nuestros horarios de trabajo para asegurar que ambos pueden estar un rato con el ordenador haciendo sus tareas, escuchando a la maestra y que no se distraen», señala su madre.
«Esta situación supone un reto para nosotros: Iker va a quinto de primaria y su profesora se conecta a las nueve a través de la plataforma Google Classroom para dar clases todas las mañanas siguiendo el horario. La maestra de Daniela, que va a segundo de primaria, no se conecta todos los días y por eso pueden alternarse el ordenador», explica la madre de Iker y Daniela.
Además, muchas de las materias no las pueden abordar los niños en solitario. La misma madre continúa explicando: «Cuando volvemos de trabajar, su padre o yo tenemos que ayudarles con los problemas de matemáticas, los trabajos, los ejercicios de inglés y francés e incluso para las tareas que les mandan en educación física. ¡Es agotador!».
La factura de Internet es inaccesible para algunas familias
Chema Jaime va al Colegio Público Valdespartera y está en la misma etapa educativa que Iker y Daniela. Su curso es cuarto de educación primaria. Al ser hijo único, no necesita compartir y distribuir el tiempo de uso del ordenador en casa con otro niño. Sin embargo, su madre, Mª Carmen, indica cuánto ha aumentado la factura de telefonía durante la última quincena.
“Incluso para las actividades de Educación Física se necesita conexión a Internet”
Madre de un alumno de primaria del Colegio Público Valdespartera
«Todo el aprendizaje de Chema depende de los datos móviles: necesita conexión para acceder a las clases virtuales, para hacer videollamadas con los compañeros, para descargarse las fichas de ejercicios que sube su maestro a Google Drive…», se queja Mª Carmen.
Incluso para las actividades de Educación Física se necesita conexión a Internet. «Chema tiene tres sesiones semanales de deporte. Una de las actividades que le mandan consiste en bailar con un programa de Zumba Kids que consume muchísimos gigas de la tarifa. Otras actividades de esta asignatura son más tradicionales. Por ejemplo, también tiene que jugar a la oca, simular las letras del alfabeto con su cuerpo u organizar circuitos con tapones de envases», explica esta madre.
La reducción del tiempo de enseñanza o la falta de recursos influyen en el rendimiento escolar, advierte la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El cierre de las escuelas conlleva desigualdades educacionales, donde familias con más holgura económica «tienden a tener niveles más altos de educación y más recursos para compensar la pérdida de clases», señalan desde la organización.
Las desigualdades tecnológicas enfatizan la brecha social
El instituto en el que imparte clases la profesora de Lengua y Literatura castellana Mª José Barroso se encuentra en Cuarte de Huerva y acoge a tan solo 189 alumnos. «En el Martina Bescós el equipo docente y los alumnos somos como una pequeña familia. El número reducido de chavales nos permite mantener una relación muy estrecha y directa con las familias, algo que no sucede en otros centros más masificados», asegura Barroso.
El tamaño ha permitido al claustro de profesores adaptarse a los casos individuales de aquellas familias con menos recursos. «Sabemos que no todas las casas cuentan con las mismas condiciones y los padres están muy preocupados por las limitaciones que puedan sufrir sus hijos», señala la profesora.
Barroso continúa explicando: «Por ejemplo, acabo de hablar por teléfono con una madre que realmente no necesitaba una tutoría sobre la evolución de su hijo, sino una sesión de terapia. Su caso es complicado: se trata de una unidad familiar monomarental con dos hijas adolescentes y un chico que padece un déficit de atención. Desde el instituto somos conscientes de todo el esfuerzo que está realizando para sacar a su familia adelante e intentamos ofrecerle un trato humano, cercano y adaptado para que no sienta que tiene que lidiar con esto sola».
Esta jefa de estudios teme que si la modalidad de enseñanza a distancia se prolonga en el tiempo, aumenten las desigualdades sociales. «Siento que los estamentos políticos poseen un desconocimiento absoluto de la labor de los docentes. Este acuerdo o la última ley de educación son un claro reflejo de lo alejados que están de la realidad, del día a día en los centros educativos. Siento que están primando los porcentajes de aprobados sobre el aprendizaje real de los alumnos. Y si continúa esta dinámica de enseñanza online, nos encontraremos con una brecha social casi insalvable», concluye María José Barroso.
¿Qué sucederá en septiembre?
Los grupos de chats de profesores se llenan estos días de preguntas que se quedan ahí, esperando una respuesta que no llegará. «¿Grupos a la mitad? ¿Clases de 15? ¿Quién va a dar esas horas? ¿Qué alumnos vendrán a clase? ¿Cómo voy a compaginar trabajo y teletrabajo si solo la enseñanza a distancia me tiene desbordada?»
Como viene sucediendo durante toda la crisis del coronavirus, cada anuncio que hace el Gobierno sobre el curso escolar plantea más dudas de las que resuelve, sumiendo a los profesores y familias en especulaciones de todo tipo. El último ejemplo ha sido la decisión del Ministerio de Educación de que en septiembre, si no hay vacuna contra la COVID-19 (que no la habrá con toda probabilidad), la actividad docente presencial volverá con grupos desdoblados y máximo 15 alumnos por aula, según anunció la ministra Isabel Celaá en una entrevista con 20 minutos.
La falta de docentes para desdoblar las clases y los problemas que genera la educación a distancia a los colectivos más vulnerables son las principales dificultades que ven los profesionales educativos ante la propuesta de Celaá de cara a septiembre.
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