Caminar por el Cementerio Antiguo de Zaragoza es como cruzar un umbral invisible hacia un tiempo que se resiste a ser olvidado. Desde el primer paso, las esculturas parecen susurrarnos historias esculpidas en piedra, bronce y mármol. Este viaje no es solo cronológico: es también emocional, estético y profundamente humano.
La ruta comienza en 1870, frente al Panteón de los Condes de Fuentes. Su arquitectura neogótica nos traslada a una Zaragoza de nobleza y tradición. Las altas arquerías, los detalles en mármol blanco, y las inscripciones bíblicas nos hablan del poder de una familia aristocrática que quiso trascender la muerte con la solemnidad del arte sacro. Aquí, el mensaje no es personal, sino colectivo: fe, linaje, eternidad.
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