Reportajes

Los negocios rurales sobreviven a la despoblación

Mostrador de la farmacia de Jaulín durante la crisis de la COVID-19. Foto: Patricia Molina

La Comunidad Autónoma de Aragón tiene una población de 1.319.291 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) que se caracteriza por el sector primario. En los  últimos años, los residentes de los pueblos han abandonado el mundo rural para ir a vivir a las ciudades. Aunque, negocios como las farmacias o las tiendas de alimentación permanecen como los servicios más necesarios en el mundo rural.

LAURA SOLÁN – Zaragoza – 21:09 CET

Aragón es un territorio que poco a poco se está quedando despoblado y como afirma el Gobierno de la propia comunidad: “​​​​​​​Hasta ahora, la reacción ante los problemas demográficos y poblacionales de Aragón ha sido en negativo. Durante mucho tiempo nos hemos instalado en la frustración, en la desesperanza, en la queja por el agravio, en el pesimismo, incluso en el victimismo. Pero hay que cambiar radicalmente esta actitud”.

Además, el Gobierno de Aragón expresa que la comunidad aragonesa en conjunto tiene que afrontar la despoblación como un problema positivo apoyándose en la repoblación, pero de una forma proactiva. “Con ganas de construir una nueva realidad en nuestros pueblos”, subraya el gobierno autonómico. “Es necesario poner en valor el potencial del medio rural aragonés, hablar de lo bueno, de las oportunidades, de los recursos y fundamentalmente un cambio de actitud a la hora de afrontar el problema demográfico”.

La comunidad aragonesa, según el Instituto Aragonés de Estadística, la forman 731 pueblos, situándose en la provincia de Zaragoza 293 municipios. A día de hoy, los negocios rurales como las tiendas de alimentación, las farmacias, bares o bibliotecas dan más vida a los pueblos. Además, este tipo de servicios recuerdan a los establecimientos de toda la vida.

Las farmacias: un apoyo para el mundo rural

Las farmacias son un servicio esencial para toda la población, sobre todo en los pueblos que su población supera los 65 años. Patricia Molina es la farmacéutica de Jaulín, un pueblo de la provincia de Zaragoza situado a media hora de la capital aragonesa. Molina comenzó trabajando en Zaragoza, pero hace un año y medio decidió dejar la ciudad y formar parte del mundo rural.


En cuanto a la despoblación, una de las características de la Comunidad de Aragón, Molina la aprecia en su trabajo y recuerda que cuando comenzó a trabajar en Jaulín entraba muy poca gente a la farmacia. “Llevas la idea de que va a haber poca gente, pero que entren 4 o 5 personas al día, al principio te asusta porque al principio piensas que no vas a llegar a fin de mes”, manifiesta la farmacéutica de rural. “Luego vas viendo que llegas  a fin de mes y vas cubriendo un poco los gastos y te quedas más tranquilo, pero sí que se nota sobre todo en ese aspecto de que no tienes una densidad de pacientes al día”.

Vistas de Jaulín con el arco iris de fondo. Foto: @ilovejaulin

La parte de positiva es que cuando poco a poco van los habitantes del pueblo a la farmacia, se les puede dedicar mucho más tiempo y “te fijas mucho más en lo que les das. También se nota la despoblación en que igual la media de edad que tengo es de 75 años, es decir, esto es un indicativo de que no hay población joven y Jaulín es un pueblo que va un poco encaminado a la despoblación.

Además, Molina cuenta que diferencias encuentra entre una farmacia de ciudad y una de pueblo. “Las cosas negativas es que los ingresos son mucho menores y la facturación es mucho más baja. Aquí en un pueblo no puedes tener un stock de productos, ya que en la farmacia rural compras un poco a un laboratorio directamente y lo que no le compras lo vas tu surtiendo con los otros, pero no tienes una gran variedad de productos, que eso también se nota”, afirma la farmacéutica de Jaulín.

A Molina le llamó la atención del mundo rural la farmacia, pero sobre la relación con los pacientes. “El trato con el paciente es muy cercano y no personalizado. El farmacéutico rural va conociendo a la población y como es muy pequeña es mucho más fácil que se acuerde de cada paciente lo que toma, incluso hasta nivel personal se conoce mucho mejor”, afirma la farmacéutica de Jaulín. “El trato personalizado va un poco ligado a lo que es la farmacia asistencial que es como evaluar un poco como funcionan realmente los tratamientos en la población, por ejemplo, si los toman bien”.

Patricia Molina es la farmaceutica de Jaulín, un municipio de la provincia de Zaragoza. Foto: Patricia Molina

La crisis de la COVID-19 también ha afectado a la farmacia rural de Jaulín. Aún encontrándose en el mundo rural, las normas sanitarias también se han cumplido en el municipio zaragozano. “En cuanto a nivel de trabajo he tenido que extremar mucho las precauciones como servicios esencial. He tenido que poner una barrera protectora de más de un metro para evitar el contacto directo con la gente e incluso he puesto carteles en la farmacia con una serie de normas de higiene de seguridad”, dice Molina. “He tenido que tener mucha más precaución en desinfectar la farmacia. Estoy todo el día lavándola con lejía, la puerta, el suelo, los productos, todo.

Los negocios familiares pasan de generación en generación

La Almolda es un pueblo de la comarca de los Monegros, situado a 63 kilómetros de Zaragoza, con una población de 553 habitantes. Uno de los establecimientos que continúan en activo en el pueblo es la tienda de alimentación. María Dolores Morales, dueña del negocio dice que «es una tienda familiar en la que empezaron mis abuelos, luego pasó a mis padres y ahora la tengo yo, que soy la tercera generación».


La despoblación es un término que forma parte de la caída demográfica en las áreas rurales aragonesas y es una de los problemas que afecta a los negocios propios de los pueblos. «Antes vivía más gente en el pueblo, pero ahora los jóvenes se han ido a vivir a Zaragoza o a otras ciudades, por lo que sí que se nota, sobre todo entre semana» cuenta Morales.

La Almolda es un pueblo de la provincia de Los Monegros, que cuenta con una ermita y una iglesia. Foto: www.turismodezaragoza.es

«Yo empecé a trabajar en la tienda cuando tenía quince-dieciséis años. Antes la población del pueblo era más grande, por lo que venía más gente a comprar», expresa Morales. «Ahora, la demanda ha bajado y compran los clientes fijos y los que no suelen comprar solo vienen si les falta algo cuando están en el pueblo o es algo que necesitan en ese momento porque ya traen todo de Zaragoza, pero nosotros seguimos igual que siempre».

Los clientes que dan vida a estas tiendas son los que viven día a día en el pueblo, pero al ser una tienda rural no viene mucha gente. «Es una población de gente mayor y mediana edad. En verano a los jóvenes les gusta venir al pueblo y sí que es verdad que alguna tarde vienen a comprarse algo», afirma Morales. Además, lo exclusivo de la tienda de alimentación es el estanco. «También vendemos tabaco y como en el pueblo de al lado, Castejón de Monegros, no tiene sí que vienen a comprar», añade Morales.


Durante la crisis sanitaria de la COVID-19 la tienda de alimentación de La Almolda ha notado la pandemia y sus puntos negativos, pero a la hora de obtener un punto positivo es que a la hora de comprar, los habitantes que se encontraban en el pueblo acudían a adquirir sus necesidades a las tiendas del pueblo.

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Laura Solán

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