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Joseba Bonaut: El hobbit, un viaje (in)esperado

Joseba Bonaut

Llegó el día. El 14 de diciembre pudimos volver a la Tierra Media, disfrutar de un mundo mágico en el que la batalla esencial no es el enfrentamiento armado sino la lucha con uno mismo. “El hobbit” es una historia para niños y tiene de todo: enanos, “trolls”, elfos y hasta un dragón (el dragón). Pero también recoge una enseñanza básica de la vida y es que, cuando uno se marcha de su hogar, afronta un riesgo, se expone a no volver a ser el mismo y cambiar. En definitiva, la aventura.

Imagen promocional de El Hobbit

El camino, metáfora de nuestra existencia, es en “El hobbit” elemento esencial para comprender el acceso a lo imposible, al riesgo, al miedo y, en consecuencia, al aprendizaje. No hay mayor gozo que el descubrimiento y, en ese campo, Bilbo Bolsón se erige con rapidez como su principal exponente: el Cristobal Colón de la Tierra Media.

Pero bajo esas enseñanzas, “El hobbit” no puede verse más allá de lo que es, una historia infantil. O lo que es lo mismo, “El hobbit” no es “El señor de los anillos”. De este modo, ¿qué podemos exigir a la adaptación cinematográfica de Peter Jackson? Mi consejo, si sirve de algo, es que nos olvidemos por un instante de la galardonada trilogía y nos pongamos el disfraz de niño. Disfrutemos del viaje y olvidemos preguntas que por su importancia no tienen valor en el contexto comentado: ¿por qué se realizan tres películas? ¿Qué lleva a Peter Jackson a rodar los filmes en 3D y 48 fps? ¿No queda muy falso? ¿Por qué ha cambiado lo que realmente aparece en el libro?

[Bien, en este punto de mi comentario tienes que tomar una decisión. Si te haces esas preguntas y/o te interesa poco la Tierra Media y sus historias, deja de leer el texto. Olvídate de ir a ver esta película y dedica tu tiempo y dinero a cosas más útiles. Si por el contrario, te da igual lo que he explicado previamente, continúa]

Imagen promocional de El Hobbit

Peter Jackson, y sus colaboradoras habituales Fran Walsh y Philippa Boyens (junto con la importantísima aportación durante dos años de Guillermo del Toro), han decidido titular su primer acercamiento a “El hobbit” como “un viaje inesperado”. Lógico por la actitud de Bilbo ante la vida, aún más lógico por la audacia de los cineastas por querer volver a la Tierra Media tras el éxito de “El señor de los anillos”. Toda apuesta por retomar este universo está condenada al fracaso y a la decepción, básicamente porque las expectativas son muy altas y el material de la historia no tiene la profundidad y calidad de la famosa trilogía.

En este terreno, en el que hay poco que ganar y mucho que perder, Jackson ha decidido jugar con la seguridad de una apuesta conocida. Y por ello, este primer filme se desliza mucho más hacia las constantes referencias a las anteriores películas (formales y narrativas) que a nuevos y misteriosos terrenos cinematográficos. La tecnología ha servido como una buena excusa para enmascarar esta apuesta conservadora, y hemos hablado más de cómo se ve que lo que realmente se ve.

Sin embargo, a pesar de los animados esfuerzos de Jackson por reforzar esa forma del mensaje (plasmado en una continua sucesión de batallas y malabarismos genialmente creados digitalmente), “El hobbit: un viaje inesperado” se distancia de cualquier obra contemporánea del mismo corte. La repetición de la fórmula no evita que surja una vibrante emoción y amor por el cine en cada fotograma y eso, en el actual panorama del “Blockbuster” cinematográfico, es un auténtico milagro.

Jackson es un director veterano, muy alejado de la percepción que teníamos de él hace más de diez años, y sabe hacer cine de verdad, con mayúsculas (al contrario que muchos compañeros de profesión). Conocer bien tu oficio te permite trabajar mejor con los actores (maravillosa actuación de Martin Freeman, como siempre), te empuja a liberar la creatividad de tus colaboradores (qué regreso de Howard Shore a la música de la Tierra Media) y, lo más importante, refuerza tus valores fílmicos al mismo tiempo que certifica una verdad cinematográfica olvidada en estos tiempos: la narración deber ser sólida.“El hobbit: un viaje inesperado” puede ser una película larga, pero nunca podrá ser acusada de inconsistente en su estructura narrativa.

Gollum en el Hobbit

Por ello, sorprende que Jackson se centre tanto en la forma y no focalice su atención en su verdadero talento: el de ser un Cuentacuentos. Dos escenas son claves para entender esta dimensión. La primera, aquella en la que vivimos la invasión de la casa de Bilbo por parte de unos animados enanos. En 20 minutos, Jackson consigue narrar las motivaciones y miedos de los personajes, definirlos, relacionarlos, plantear el tono de la historia y lo más importante, hacernos reír. La segunda es un momento mágico del universo de la Tierra Media, ese en el que Bilbo roba el anillo a Gollum y genera lo que posteriormente será la mecha para “El señor de los anillos”. La capacidad de trabajar en un espacio reducido con dos actores (uno de ellos digital), captar la atención del espectador con un par de rostros y crear un duelo a muerte (o vida, como se quiera)basado en la palabra, todo eso solo está permitido a los más grandes, y Jackson lo es.

De este modo, la película engaña al espectador y le desvía de su gran virtud. En las masas encuentra su vulgaridad, en los individuos revela su grandeza. Como si Jackson quisiera restarse importancia, juega a igualarse con directores mediocres. En el fondo, el director neozelandés interpreta el papel de adulto en una historia de niños, y esta película solo se disfruta volviendo a la infancia: con los ojos bien abiertos y el corazón entregado.

Joseba Bonaut

*Joseba Bonaut es licenciado y doctor en Counicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Es decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad San Jorge y profesor de varias asignaturas del grado de Counicación Audiovisual. Sus principales áreas de investigación, sobre las que tiene varias publicaciones, son el estudio de la evolución de los formatos de ficción televisiva, la relación de necesidad entre televisión y deporte y el fenómeno cinematográfico de El señor de los anillos.

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