“Mola más ver Juego de Tronos que ser extra en Juego de Tronos”
“¡Venga chicos, silencio, prevenidos y…acción!”. Estas fueron las palabras mágicas que me pellizcaron para decirme: ¡Ey sí, estás dentro del rodaje de Juego de Tronos!, es real y… “paramos, volvemos a primera, prevenido y…acción”. Una y otra vez, así fue mi idilio con el rodaje de Juego de Tronos.
Sonó mi móvil y una simpática voz malagueña me dijo que había sido seleccionada para ser extra de Juego de Tronos. A partir de ese momento todos mis días empezaban con la cabecera de la serie: Tiiiitoootitotiiiitooooo titotiiiiii (cuerdas) titotiotitotito(drama y acción) titoootiiitootiiiitooooo (castillo que se construye sobre el mapa de los reinos) tito tiiiii (empiezo a hacer decadentes movimientos de esgrima con mi espada imaginaria) titooo tiiiii tiiiiii.
La mirada de preocupación de mi madre me hizo pensar que mi reacción era algo exagerada pero… mother of god iba a estar dentro de L A S E R I E. Iba a ser una de esas cabezas, pies, uñas o brazos que tenían un 0,1% de probabilidades de compartir plano con Daeneris, Tyrion Lannister, Aria Stark o quizás un resucitado Jon Snow (¡Bommm Spoiler!)
Demasiada imaginación y desconocimiento al mismo tiempo. Pero después de la grabación y a pesar de mi firma en un contrato de confidencialidad, por el que no puedo “bajo NINGÚN CONCEPTO revelar lo que sucede dentro de cualquier zona de rodaje, desde el set hasta vestuario” puedo decir que así ha sido ser extra de Juego de Tronos, dentro cabecera.
02:00 a.m. Suena la alarma que por primera vez no apago con la opción de cincominutitosmasdesueñoporfavor, café en una botella de plástico y el GPS con la ruta programada Zaragoza-Valtierra (pueblo respetable pero cuyo nombre no había oído en mi vida). Así comienza la aventura que contaré a mis nietos y con la que pretendo encontrar al hombre para poder tener esos nietos algún día.
Después de 150 km, una autovía desierta y programas de radio decadentes llegué al Polideportivo de Valtierra. Mis dientes no paraban de bailotear: mezcla de cafeína, emoción, nervios y un frío que anunciaba que el invierno estaba llegando (si, amo las sutiles metáforas).
Una carpa improvisada con una lona blanca y cientos de sillas de plástico blancas que esperaban a que cientos de privilegiados traseros se sentaran sobre ellas.
04:00 a.m. La voz firme de J (uno de los responsables) pone orden. “A ver porfavo chicos nos vamo separando. Los chicos al lado izquierdo y las chicas al derecho”. Un acento malagueño iba silenciando murmullos y poniendo orden con salero a cientos de miradas que iban a estallar de emoción. “A ver chicos, quien haya traído el móvil que lo deje en esta caja”. Mierda, adiós a poder hacer alguna foto chorras para colgar en Facebook y dar envidia. En ese momento me di cuenta de que iba a ser muy complicado poder contar que es ser extra de Juego de Tronos sin poder contar nada de lo que pasa durante el rodaje de Juego de Tronos.
04:15 a.m. Estaba dentro del pabellón. Música, departamentos separados con lonas azules, movimientos, agujas, telas, y demasiados acentos diferentes que me hicieron replantearme seriamente el retomar mis clases de inglés.
Una fila improvisada formada por bancos del polideportivo, los de las clases de educación física del instituto, que esperaban a que pasáramos todo para ir a vestuario.
06:00 a.m. Todos preparados y flipando bastante. Subimos al bus, una vez más los responsables de casting temerosos porque más de uno se lanzara al cuello de los actores nos repitieron las reglas de oro: “No se puede hablar con los actores. No se puede tocar a los actores ¿entendido? Vamos a hacer fotos, las vais a poder ver pero nunca las tendréis”. Puñales y puñales caían por los cielos y se clavaban en mi alma cuando repetían esas frases.
“No podéis contar nada de lo que pase en el rodaje. No empecéis a subir cosas a Twitter y Facebook que os conocemos.” En el fondo se empezaba a gestar en mí una sensación de tener poder, ese secreto de estado que nunca me será confiado, mi propia caja de Pandora.
07:00 a 18:00 (Un rodaje lleno de “fantasía medieval, drama y aventuras”, no lo digo yo, lo dice Wikipedia)
19:00 p.m. El primer día de rodaje había terminado. Cansancio mucho cansancio. Tocaba deshacer camino, coche dirección Zaragoza, kilómetros, tres horas de sueño, alarma, coche dirección Valtierra, kilómetros y carpa blanca otra vez again.
04:00 a.m. Más de uno nos preguntábamos el porqué de estar ahí. Después de un café y volver a vestirnos lo recordábamos enseguida. Titoootitotiiitoooo titotiii (cada vez que se me cerraban los ojos cantaba para mí y para quien estuviera al lado la mágica cabecera) por eso estábamos ahí, por cumplir nuestro sueño. Unos lo cumplieron en Lluvia de Estrellas de la mano de Bertín o el amigo M.Luther King lo hizo con la libertad. Como dice mi abuela “cada loco con su tema” y siguiendo con refranes este me viene como anillo al dedo.
07:00 a.m. Otra vez al bus, otro día lleno de “fantasía medieval, aventuras y drama”. Un día que acaba con un “fin de rodaje”. Aplausos, felicidad y una sensación de “gustico-dolor” que se me clava en el pecho. Toca deshacer camino esta vez sin vuelta. Adiós súper cámaras y gente de los Estados Unidos. Adiós a una ropa que no volveré a vestir y adiós a una de las oportunidades que me ha hecho flipar y amar todavía más Juego de Tronos.
Ahora me tocaba tener esa sensación de vacío que se siente al bajar de una montaña rusa o después de reírte de nada durante horas con amigos. Toca esperar al subidón del estreno de la Sexta Temporada para volver a soñar con que igual aparece alguna parte de mí ser por ahí.
Mientras tanto tocará seguir conviviendo con el resto de mortales, intentar escribir un libro o conformarme con un haiku y contarle a todo el mundo que yo estuve ahí, que yo fui extra de Juego de Tronos. Y para provocar algo de empatía en ellos decirles también que, a pesar de la genial experiencia, mola más ver Juego de Tronos que ser extra en Juego de Tronos.
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