Entre las entrañas de la cúspide del independentismo catalán y la realidad popular de las calles de la comunidad autónoma parece que hay un abismo. Sin embargo, ambas esferas, inspiradas por el poder de movilización social, albergan en el futuro una esperanza de soberanía que pretende dejar atrás al resto de comunidades autónomas y «a la España opresora», pero no a la rica Europa
«Un tipo de melena alocada al que no le gustaba demasiado el bullicio de Barcelona y prefería dirigir el periódico desde Girona me contrató como editor jefe del diario Catalonia Today», cuenta Stephen Burgen, un periodista británico autónomo afincado en Barcelona desde 2001.
«Sin un diseño editorial o un modelo de distribución, Puigdemont quería imprimir diariamente un periódico en inglés gratuito para exaltar la identidad catalana»
El director al que hace referencia es Carles Puigdemont y el periódico al que alude es actualmente una revista digital que coordina Marcela Topor, la mujer del ex presidente del la Generalidad de Cataluña.
«Sin un diseño editorial o un modelo de distribución, Puigdemont quería imprimir diariamente un periódico en inglés gratuito para exaltar la identidad catalana entre los extranjeros arraigados en la comunidad que quisieran leer en inglés», explica Burgen.
Con el tiempo, el proyecto se transformó en una publicación semanal en vez de diaria y dio el salto a lo digital. «No sabía de dónde venía el dinero para poder generar un periódico gratis o para pagar mi sueldo, por ejemplo. Pero desde el principio supe que se trataba de una empresa política», reconoce el freelance.
Demasiado alejado el contenido que se publicaba y el que su editor jefe consideraba interesante para los lectores a los que se dirigía, Burgen renunció a su puesto de trabajo en Catalonia Today.
Actualmente trabaja como corresponsal para The Guardian y denuncia que ha sido tachado de «facha por no reproducir la propaganda institucional que emite la Generalidad de Cataluña».
La Real Academia de la Lengua Española define el fascismo como «un movimiento político y social de carácter totalitario que se caracteriza por el corporativismo y la exaltación nacionalista». Y para Alicia, una estudiante catalana de comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, la agitada realidad social que se vive en su comunidad es un reflejo de un problema político. «Rechazamos a la extrema derecha en este territorio. Hay una mentalidad progresista superior en Cataluña que en el resto de España. Por eso, rechazamos las posiciones firmes y rígidas respecto al independentismo o a la autodeterminación que tienen partidos como Vox o el PP».
«Hay una parte del movimiento independentista catalán a la que debemos analizar como un egoísmo fiscal de personas más ricas que la media»
Sin embargo, fueron los partidos catalanes independentistas, junto con el PP y Ciudadanos, los que se opusieron a los presupuestos generales del estado de «carácter progresista» que presentó Pedro Sánchez en febrero, abocando al país a unas elecciones anticipadas.
«Desde que en 2012 tuvo lugar un auge por la crisis económica, la independencia catalana se ha convertido en un producto político»
Además, economistas como Thomas Piketty creen que «hay una parte del movimiento independentista catalán a la que debemos analizar como un egoísmo fiscal de personas más ricas que la media», declara para El País y detalla en su libro Capital e ideología.
Alicia explica que la violencia que se ha vivido en los últimos meses no es «ni lo mayoritario ni lo característico del movimiento por la independencia, pues se han llevado a cabo muchas movilizaciones bajo el lema “somos pacíficos”. No obstante, desde que en 2012 tuvo lugar un auge por la crisis económica, se ha convertido en un producto político».
La estudiante de la Pompeu Fabra destaca como un ejemplo inspirador, el modelo de organización social que se planificó para realizar el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017: «Las urnas se pasaron a través de una cadena social desconectada donde las acciones se prepararon como si se tratara de un rompecabezas. Un organismo coordinador repartió las tareas sin que nadie conociera qué pieza del rompecabezas tenía el vecino o qué significado tenía la suya en el marco general de la acción. Solo cuando la acción se materializó, comprendimos el resultado común de nuestra acción particular».
Esa forma de organizarse permitió pasar por la frontera y custodiar 8.000 urnas sin que las fuerzas policiales ni los servicios secretos pudieran descubrirlas. Simplemente gracias a un cuidado reparto de papeles, cadenas de confianza y una escrupulosa dispersión de la información.
No obstante, por encima de todo el conflicto y de la cuestión de si independencia sí o independencia no, Alicia destaca que «lo de Cataluña es una discordancia, el reflejo de un problema social, pero no el problema social en sí mismo. Lo que sucede en Cataluña es la inconformidad del pueblo que simplemente quiere decidir».
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