“Hay un desconocimiento total sobre nuestro trabajo”, así lo considera Isabel García Macías, redactora de Heraldo de Aragón en Huesca desde hace 21 años. Es precisamente esa la razón para adentrarnos por un día en la redacción de este periódico y ver así qué sucede desde que por la mañana el periódico está vacío hasta que por la noche se termina de repasar por cuarta o quinta vez que todo esté terminado, sin una sola falta de ortografía o gramatical ni ningún error de diseño o de contenido.
Los redactores llegan por lo general a las 11.30 al trabajo. La responsable de redacción está bastante antes porque se deben coordinar las posibilidades del día con los responsables del periódico en Zaragoza, sede central. Esta reunión puede parecer prematura, sobre todo si se tiene en cuenta que las previsiones cubren solo una pequeña parte de lo que se puede publicar ese día en cuestión, pero en un periódico todo ha de estar medido al milímetro. De este modo, los imprevistos que surjan a lo largo de la jornada no trastocarán en demasía el esquema ya planteado.
Cuando llegan tienen varias opciones. Una pila de periódicos de ámbito local, regional y nacional esperan sobre una mesa a que alguien los ojeé, y seguramente si los redactores no lo hacen en este momento quizá no encuentren otro más apropiado. Claro que a las 12.00, sin ser una hora estricta, se convoca una reunión en que participa todo el equipo de esta redacción. En ella, se exponen los temas que a cada cual se le ha ocurrido, o se recuerda alguno pendiente por contar.
“Estas reuniones son muy fructíferas en muchos sentidos”, dice Carlos Naval, becario que había estado antes en prácticas en cuatro medios de comunicación distintos y no las había visto con estas características. Algunas noticias se debaten en conjunto, y, de las argumentaciones utilizadas, nacen con frecuencia nuevos enfoques para abordarlas, pues emergen elementos de las mismas que no se tenían en cuenta. Incluso se llega a participar en verdaderas lecciones de periodismo cuando la cobertura de un tema por parte del propio medio o de otros deja algo que desear; este análisis de contenido, según advierte María José Villanueva, redactora, “es también una cuestión muy importante porque esa visión crítica y el intercambio de opiniones contribuye a la formación de los profesionales en el día a día.
Sin embargo, las noticias no llueven del cielo, salvo raras excepciones; cuando alguien llama al teléfono de la redacción y cuenta algo susceptible de ser noticiable o tratado con algún género periodístico, confirma la participación, implicación y colaboración ciudadana para con el medio de comunicación en concreto. Pero no faltan los vericuetos en este tipo de conversiones debido a que cuando alguien realiza este tipo de llamadas, le motiva un interés que el periodista en cuestión debe analizar y considerar. Esta es una tarea que, aunque depende en gran medida de la agilidad mental y capacidad de comprensión del redactor, únicamente se adquiere con la práctica y la experiencia.
Pero los canales de comunicación donde se encuentran las noticias son cada vez más numerosos y hay que estar pendiente de todos ellos a lo largo de cada jornada de trabajo. Los nuevos sistemas de comunicación como Twitter o Facebook, la iniciativa de un redactor, los contenidos de las agencias, el correo electrónico o la colaboración ciudadana pueden deparar sorpresas en cualquier momento del día.
Organizar este conjunto de información es difícil, sobre todo si no hay un reparto de tareas en la propia redacción que facilite un cierto orden. De ahí, la especialización. A pesar de no ser rígida y estanca, cada cual desempeña un papel distinto en este proceso. Por ejemplo, Elena Puértolas, además de ejercer el cargo de jefa de Redacción, se ocupa de las infraestructuras, Rubén Darío Núñez se encarga de tratar las estadísticas y los sucesos; María José Villanueva se responsabiliza de todo aquello relacionado con riegos; Isabel García Macías aborda la información municipal; Isabel Ara, escribe sobre la información que se desarrolla en el ámbito de las comarcas, aunque como ella afirma: “Al final también se hacen cosas que no correspondan a tu función específica”.
El resto de la mañana, queda hecha la planificación inicial de la publicación del día siguiente, pero la responsable de redacción no comunica los diversos temas a tratar a los jefes de cada sección en Zaragoza y a los distintos cargos de dirección hasta la tarde, cuando ya se ha avanzado en las investigaciones y se ha visto lo que implican dichas noticias. Mientras, los redactores se ocupan de asistir a ruedas de prensa, de salir a investigar temas que se han propuesto y de hacer las llamadas necesarias para recopilar la información que puedan necesitar en sus textos. También se coordinan con el apartado de diseño del periódico, en Zaragoza, para dejar listas las estructuras de las páginas (maquetar) siempre con vistas a posibles cambios que exija el transcurso del día y el tratamiento de la información.
Hasta el momento, puede dar la sensación de que los compañeros no trabajan en común, pero no es así en absoluto. La sala de la redacción principal tiene unos 60 metros cuadrados donde ocho periodistas conviven con cercanía. Hay intercambio de fuentes, se pasan los teléfonos de unos a otros, se preocupan de saber cómo lleva un compañero su tarea, se proponen ideas para mejorar una determinada información y se comentan algunos temas de actualidad. En una sala aparte, está el área de deportes que disfruta de las mismas ventajas, y varios corresponsales se reparten entre varias comarcas.
Además, los fotógrafos también necesitan estar al tanto de cada información para saber cómo tratarla de forma visual, para lo que piden a los redactores que les expliquen algunos detalles concretos: trabajo en equipo. En ocasiones, su función también conlleva la búsqueda de documentación, ya sea para encontrar un determinado lugar o para imbuirse de obras fotográficas que puedan servir de inspiración a la hora de disparar el obturador de sus cámaras. Y también hablan con fuentes en casos excepcionales. Rafael Gobantes, uno de los fotógrafos de este diario, explica que “hay gente que confía más en nosotros con una cámara que en alguien con una grabadora, y nos cuentan cosas extraoficialmente porque saben que luego no aparecerá su nombre en la información”.
A mediodía, a las 14.00, los periodistas comienzan a abandonar la redacción hasta las 16.30, que reanudan el trabajo pendiente con la escritura de los textos o la revisión tanto de los propios como los de los compañeros y la inclusión de nuevos temas que no estaban previstos, así como la supresión de otros que sí lo estaban; todo ello llevaría hacerlo hasta las 22.00, pero esa es la hora de cierre de la versión del Heraldo de Aragón para iPad, donde se incluyen las informaciones elaboradas en Huesca que aparecen en la edición general, periódico que se distribuye en Zaragoza y en Teruel, ya sea en las páginas correspondientes a Huesca o en secciones como Cultura o Economía.
La edición que llega a los quioscos y otros establecimientos de Huesca (capital y provincia) es distinta por la portada y por un suplemento interior en que aparecen las noticias exclusivamente sobre este territorio. Tras la hora de cierre de iPad, que es de reloj, se retoma la tarea en la versión altoaragonesa, lo que a veces lleva a que se termine la jornada bastante más tarde del cierre teórico.
Algunos ciudadanos no comprenden cómo a los periodistas les puede llevar tantas horas escribir unos textos. “Es como escribir una página siete veces ya que se escribe y luego se repasa varias veces porque hay que asegurarse de que es comprensible para todo el mundo”, explica Ara. Isabel García Macías apostilla que hay poco conocimiento sobre el quehacer de un periodista porque algunos lectores no tienen en cuenta la importancia de “contrastar hasta los breves, así que esta tarea en una información más voluminosa y de más importancia es muy costosa; no se puede dar por válido y volcar lo que te dice una persona”.
Escrito y fotos por: Sergio Lacasa
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