En la provincia de Flandes Occidental, en el Noroeste de Bélgica, se encuentra la ciudad medieval mejor conservada de Europa: Brujas. “La dama de Flandes”, como comúnmente es conocida, conserva infinidad de canales, iglesias, edificios de estilo neogótico, viejos molinos de viento y calesas de caballos que nos transportan al siglo XV.
No es casualidad que su nombre proveniente del noruego antiguo, “Bryggia”, y del flamenco/neerlandes, “Brug”, signifiquen puente. A partir del siglo XI, Brujas tuvo un gran éxito comercial por su puerto internacional y aunque ya no se conserva, la ciudad cuenta con siete embarcaderos y un gran tráfico por canal que la hacen merecedora del nombre de “La Venecia del Norte”.
Esta ciudad, cuyo casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000, está hecha para caminar, a pie, en caballo, bicicleta o barca y contemplar al mínimo detalle. Apenas se ven coches por el centro de la ciudad; el medio de transporte más común entre los ciudadanos es la bicicleta, y las calesas de caballos y barcas entre los visitantes. Contemplar la majestuosidad de la ciudad desde el nivel del agua es una experiencia satisfactoria pese a las bajas temperaturas, unos 5ºC en invierno y unos 15ºC en verano. Otra opción es recorrer sus calles adoquinadas repletas de tiendas, restaurantes, pastelerías y mercadillos en coche de caballos y bajo una manta, potenciando así, todavía más, el valor romántico de esta ciudad de cuento.
Su centro neurológico se encuentra entre la plaza Mayor y la plaza Burg. Sin previo aviso, te encuentras rodeado por el palacio Bruje Vrije del siglo XVI, actualmente centro administrativo municipal, por el Ayuntamiento gótico del siglo XIV, la antigua escribanía renacentista del siglo XVI convertido en museo provincial o por los 83 metros que forman el campanario gótico. Solo el toque de sus 47 campanas parece ser capaz de romper el silencio de la tranquila ciudad.
Es rara la calle de Brujas en la que no encuentras una iglesia o capilla totalmente restaurada, y con multitud de obras de arte de pintores flamencos de escuelas flamencas como Miguel Ángel, Pieter Pourbus o Gérard David. La Basílica de la Santa Sangre y sus dos capillas superpuestas, una románica y otra neogótica, veneran una reliquia de Sangre de Cristo traída desde Tierra Santa por el Conde Flandes durante la Segunda Cruzada.
La Catedral de San Salvador es la más antigua, del siglo XI al siglo XV. Tiene más de 100 metros de altura, tumbas medievales e incalculable valor patrimonial. También tiene un gran valor cultural el templo de Nuestra Señora, siglo XIII al XV, y su Virgen con niño, en mármol blanco, obra de Miguel Ángel. Además, este oratorio tiene la torre de ladrillo más alta de la ciudad.
Uno de los lugares más tranquilos y singulares de la ciudad es la zona de bequinaje. Es el distrito donde las mujeres religiosas se congregaban, vivían de forma autónoma y ayudaban a los más necesitados. Ahora está protegido por el Patrimonio de la Humanidad por conectar el Minnewater o lago del Amor son su canal y es uno de los lugares más fotografiados por los turistas.
Brujas conserva prácticamente en su totalidad las estructuras arquitectónicas medievales en murallas, torres y puertas de acceso a la ciudad. En el siglo XVIII, la fortaleza que rodeaba la ciudad fue transformada en una zona verde que todavía se conserva y engloba sinfín de actividades de los brujenses al aire libre desde pasear, ir en bicicleta o leer.
Esta ciudad, declarada en 2002 Capital Europea de la Cultura, junto con Salamanca, contiene multitud de museos de los más variopintos. El más reconocido a nivel mundial es el museo Groeningemuseum gracias a su amplia representación desde el arte flamenco hasta el actual. Van Eyck, Memling, Petrus Christus o Gerard David son solo algunos de los prestigiosos pintores que dan color en las paredes de estos edificios.
También es muy reconocido y visitado el bar-museo de la última fábrica de cerveza, De Halve Maan o el museo de la patata frita, del siglo XIV, que engloba más de 400 objetos antiguos utilizados en la manipulación de las patatas, el origen de este alimento y su presencia en el arte.
De una forma u otra, Brujas deja un buen sabor de boca a todo el que la visita. Sus patatas fritas están consideradas las mejores del mundo a causa de que se fríen dos veces y se lanzan al aire, por ello, es común encontrar en sus calles establecimientos o puestos en los que se venden con multitud de salsas.
Pero si una comida ha de caracterizar a Brujas es el chocolate. Todo su casco histórico está repleto de chocolaterías tradicionales en donde se puede ver cómo preparan de forma artesana los dulces belgas tradicionales y adquirirlos. Son comunes también los grandes gofres de chocolate, nata y/o fruta que se pueden degustar mientras se camina o se descansa en un local.
Informa: Leyre Beazcochea
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