Arturo Daudén Ibáñez, aragonés y ex árbitro internacional (Cantavieja, Teruel, 1964), traza una panorámica de lo que ha significado para él su trayectoria en el mundo del fútbol. Es el séptimo colegiado que más partidos ha dirigido en la historia de la Primera División de España y fue internacional entre 1998 y 2005. Entre sus méritos se encuentra el de formar parte del equipo de árbitros de la final de la Champions League de 2005, en la que se enfrentaron el Milan y el Liverpool. En esta entrevista pasa revista a su dilatada experiencia y analiza los problemas del colectivo arbitral, entre ellos el de la violencia en los campos de fútbol, que él ha vivido en carne propia.
Miguel G.Pobes y Ana Isabel Aguirre
¿Cómo sintió su vocación como árbitro?
Fueron las circunstancias del momento. Yo estaba estudiando en Teruel. Me encantaba jugar a fútbol. Estaba en cadete y no destacaba mucho. Coincidí en el colegio residencia con un grupo de chicos que habían empezado a sacarse el curso de árbitro y estaban arbitrando. Fueron ellos los que me convencieron. Probé y no dejé de arbitrar, hasta hace unos años.
¿Cuál es la diferencia entre la Primera División y el resto de categorías del arbitraje?
Conforme se sube de categoría, la diferencia se nota en la calidad del fútbol, sobre todo en la velocidad del juego. En los componentes ajenos, cuando empiezas en el fútbol base o regional, tienes sensación de inseguridad. Parece que todo el mundo te insulta e, incluso, sientes temor de riesgo físico. En Primera División la seguridad es total. El componente diferencial es la presión. Sabes que cualquier decisión es muy trascendente, por la posición de los equipos en la clasificación, por los medios… Tienes una responsabilidad muy importante.
Con respecto a la presión, ¿cómo puede afectar a un árbitro de máximo nivel?
Contrariamente a lo que se piensa, la presión del estadio no es la más importante. En algún momento, cuando el público corea tu nombre o chilla por tus decisiones, se percibe esa presión, pero la más fuerte es la derivada de la toma de tus decisiones. Sabes que el partido se está viendo por televisión y que tus decisiones en ese instante están siendo evaluadas por los medios de comunicación. Te sometes a un examen continuo de decisiones inmediatas muy trascendentes. Son partidos de máximo nivel. En un Real Madrid – FC Barcelona es imposible abstraerse de la presión externa. Eso es mucho mayor que las protestas en un estadio.
¿Cómo se prepara antes de salir al terreno de juego?
En primer lugar está el tema físico, que es muy exigente. Hoy en día se siguen planes de entrenamiento y preparaciones muy programadas, tanto a nivel de ciclos durante la temporada como el plan semanal de dos horas y media al día cinco días a la semana. En el plano del análisis del partido, varía en función de cada equipo. Hay que tener actualizada la actitud de los jugadores, conocer a quien hay que prestarle cierta atención porque genera problemas… A nivel mental entrenamos todo aquello que tiene que ver con mantener la concentración.
«En un Real Madrid – FC Barcelona es imposible abstraerse de la presión externa».
¿Cómo fue esa final de la Champions en la que estuvo de cuarto árbitro?
Fue en 2005, en Estambul. Se enfrentaban el Milan contra el Liverpool. Empezó ganando el Milan 3-0 y acabó perdiendo la final en los penaltis. Fue un partido muy bonito en cuanto a las alternativas en el marcador.
¿Cómo lo vivió?
El entorno de la Champions está muy bien organizado. Está todo muy programado desde el día de antes. Todo lo que envuelve la final indica que es un partido muy grande, con mucha audiencia y trascendencia. Se hace igual que cualquier partido de Champions pero es imposible abstraerse de que es una final. Una vez que empieza, el entorno está muy controlado y se vive con mucha tensión, tanto desde la grada, dividida entre dos aficiones, como en los banquillos. Ese partido que empezó 3-0 y en la segunda parte empataron. Ves las sensaciones totalmente contrarias de uno y otro. Se vive de manera especial por su trascendencia.
¿Qué sintió antes y durante el partido?
Yo fui cuarto árbitro, así que no lo viví con la misma tensión porque quienes toman las decisiones son el árbitro principal y los asistentes. Aun así, vives todo con un hormigueo en el estómago. Eres consciente de que todo el mundo está viendo ese partido. Una vez que empiezas es cuestión de centrarse. Estás tan concentrado que no te das cuenta de lo que sucede alrededor
«Casi todo el mundo que está en el arbitraje ha sufrido algún episodio de violencia».
En los partidos de categorías inferiores últimamente hay varias agresiones. ¿Ha vivido algún episodio de este calibre?
Sí. Casi todo el mundo que está en el arbitraje ha sufrido algún episodio de violencia. En el fútbol regional un par de veces salí zarandeado y a patadas. Lo más triste de todo esto es que no hemos evolucionado. Hay que respetar al árbitro como un componente más de cada partido. Han pasado cuarenta años desde que empecé y no ha cambiado nada. Queda mucho por hacer, especialmente en el fútbol base, que es donde se educa a los chavales.
¿Ese mal episodio le afectó en otro partido?
No. Cuando empiezas en este mundo estás concienciado de que te va a ocurrir. Cuando te ocurre es muy desagradable, es una sensación de rabia e injusticia. Piensas por qué te sucede a ti y por qué se comportan así. Luego el fin de semana siguiente vuelves a arbitrar y ya no piensas en ello.
¿Cómo se podría cambiar esta situación?
Trabajando la educación en su etapa de colegio y de instituto. Enseñarle el respeto al compañero y al árbitro. Ponerlo como algo obligatorio. Que los entrenadores tengan esa obligación. Por otro lado, deberíamos tomar medidas disciplinarias. No puede ser que a día de hoy que un joven agreda a otro. Hay que tomar medidas contundentes para que todos los clubes sepan las consecuencias. Una tercera vía es mediante los propios clubes, que controlen como entidad el comportamiento de los padres y exigirles una actitud respetuosa. Al fin y al cabo, los equipos forman a sus hijos y se les puede exigir. No puede ser que en un proceso de formación los padres den mal ejemplo.
«Se debe trabajar la educación en su etapa de colegio y de instituto. Enseñar el respeto al compañero y al árbitro».
¿A que se hubiese dedicado si no hubiese sido al arbitraje?
Soy biólogo y actualmente me dedico a ello. Me he especializado en medio ambiente y tengo un máster. Mi función está relacionada con proyectos europeos y de I+D que es lo que me gusta. Si no, me hubiese dedicado a lo mismo, pero tendría más trayectoria en este ámbito debido al tiempo que le he dedicado al fútbol. Cuando estaba en activo le dediqué poco tiempo a este trabajo. La única diferencia estaría en que probablemente hubiese sido mejor investigador.
¿Sigue relacionado con el mundo del fútbol?
Prácticamente nada. Estuve dos años haciendo comentarios en Carrusel Deportivo. Sigo el fútbol por afición y porque lo conoces por dentro.
¿Cómo ha cambiado su vida siendo árbitro?
La sensación que tengo durante todo este tiempo es que el arbitraje me ha servido para conocer el deporte de élite en su máxima expresión, en este caso con el fútbol. También para estar en contacto con los jugadores, viajar por toda Europa… A nivel mental te da una visión muy amplia. Me ha servido para tener una perspectiva más abierta de todo. Por otro lado también percibo que es muy absorbente, que te pierdes muchas facetas de la vida porque te exige mucho a nivel mental y temporal. Al final está equilibrado. Te exige mucho, pero te aporta conocimiento del mundo y de la gente.
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