Gemma Mateo, socorrista con amplia experiencia, nos abre la puerta a conocer el mundo del cloro desde un punto de vista diferente al que conocemos. La seguridad de los usuarios está a su cargo, lo que conlleva una gran responsabilidad. Por ello, afirma: «Cada temporada de verano termino dando gracias porque todo ha ido bien»
¿Cómo sentiste que tenías vocación de socorrista?
Todo viene porque desde niña nadaba y competía. Entonces decidí sacarme el curso de monitora de natación y empecé a trabajar. Me di cuenta de que me gustaba el agua y enseñar a los niños a nadar porque era algo que yo había hecho en mi infancia. Para mí era muy motivador, porque daba clases de natación y entrenaba a la vez. Cuando dejé la competición me fui a otra empresa, y ahí me dijeron que si quería trabajar en verano podía sacarme el curso de socorrista.
¿Lo viste con claridad desde el principio?
Yo no estaba muy dispuesta porque no es lo mismo enseñar que estar a cargo de la seguridad de tanta gente. Me dio miedo pero me animaron. Hice el curso en la Cruz Roja y aprendí mucho.
¿Todavía tienes algún miedo?
Sí. Todas las temporadas de verano acabo dando gracias todo ha ido bien. Ahora trabajo en una piscina muy tranquila, privada. Está dentro de una urbanización. No es lo mismo que una piscina municipal. Allí hay muchísima gente y niños muy pequeños, además, no sabes quién es el usuario que va a venir. Yo tengo la suerte de que los conozco a todos.
¿Cómo hacéis los socorristas para tener esa capacidad de observación?
Es experiencia. Se va adquiriendo con el paso del tiempo. Para mí, el primer año fue muy duro. No paraba de moverme y no sabía dónde mirar. Ahora llevo diez años de socorrista, y de esos diez, siete los he pasado en verano. Aprendes a desarrollar los sentidos.
¿Alguna vez has tenido que actuar?
Actuar para sacar a un ahogado en una piscina no, pero sí que he tenido a un señor que se desmayó tomando el sol. Venía de jugar al tenis y se quedó tumbado al sol. Nosotros como socorristas tuvimos que reanimarle. Lo que hago mucho es curar picaduras, pequeños golpes de alguna caída… Para evitar tener que actuar más prohíbo muchas cosas como volteretas, ir encima de los hombros, correr por la playa de la piscina…
¿Nos puedes dar algún consejo para poner más fácil al socorrista su trabajo?
Los consejos que se deberían seguir en todas las piscinas: ducharse antes de entrar y salir del agua, no dar volteretas al saltar… Son cosas lógicas que todos debemos seguir pero está bien recordarlas de vez en cuando.
¿Cómo se vive la diferencia entre el verano y el invierno?
La piscina en verano es totalmente lúdica. La gente viene a pasárselo bien. En una piscina en invierno, la gente viene a nadar para hacer deporte. Algunos también aprovechan para hacer ejercicios dentro del agua, pero la diferencia es abismal. Precisamente por esto, en verano hay muchos más peligros.
Dentro de tu terreno, ¿a qué te hubieses dedicado si no fueses socorrista?
Como a mí todo me viene por la natación, me encanta enseñar a nadar. Disfruto viendo nadar bien a la gente o dándome cuenta del progreso que llevan los niños. También me motiva mucho ver a un niño pequeño que nada bien. Me dedicaría a ello plenamente. Durante el año me dedico a dar clases de sala, estoy en el gimnasio, en una piscina dando cursillos… Aunque en invierno también soy socorrista en una piscina climatizada, no es mi única actividad.
¿Y fuera de tu terreno?
Sin duda, maestra.
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