Entrevistas

Soledad Bolea: “Yo soy mucho más importante que un cáncer”

Soledad Bolea

Soledad Bolea, una mujer de origen monegrino, de la localidad de Almuniente, donde vivió hasta los diez años. En ese momento se trasladó a casa de sus abuelos en Grañén para estudiar. Sus orígenes son humildes, su padre panadero y su madre tendera. Ella, desde pequeña, colaboraba junto con sus dos hermanos en el negocio familiar, una pequeña panadería. Tuvo una infancia dura, de pasar frío pero de la que destaca numerosas vivencias entrañables. El primer punto de inflexión al que tuvo que hacer frente, con 14 años, fue la muerte de su abuela con la que tenía unos lazos afectivos muy fuertes.

Por Gemma Cortijo Romance

A LOS 14 AÑOS. Mis padres me dijeron que tenía que elegir o estudiar a fondo o ponerme a trabajar en la panadería. En ese momento con el bachillerato no tenía claro qué estudiar y elegí trabajar. Empecé en la leche RAM, una empresa lactaria española, que estaba en Grañén. Trabajé de administrativa y del control de los trabajadores. Luego decidí que quería estudiar en Huesca el bachillerato nocturno. A partir de los 14 años siempre estudié trabajando. En Huesca no se podían estudiar las carreras por la noche así que me trasladé a Barcelona a estudiar magisterio. Allí trabajé en una compañía de seguros que es filial de MARE NOSTRUM, de ocho a tres y luego a las cuatro iba a estudiar a la facultad. Empecé a aprender catalán y con 18 años tenía que moverme en una ciudad grande, buscando piso y haciendo una vida de adulta.

El siguiente punto de inflexión de su vida llega con la muerte de su hermana con 27 años en un accidente de tráfico, dejando a dos niños pequeños.

LA MUERTE DE MI HERMANA ME CAMBIÓ EL RUMBO. Pensé que tenía que aproximarme más a Huesca. La misma empresa en la que trabajaba en Barcelona me ofreció trasladarme a Zaragoza y acepté. A partir de ahí noté un contraste muy fuerte, estamos hablando de los años 77 y 78. Barcelona estaba en plena efervescencia de la Asamblea de Cataluña, en la iniciación de los partidos y todo el día estábamos de manifestaciones. En ese momento pensé que me había equivocado, pero ahora creo que no lo hice. Al llegar empecé a estudiar en la facultad Geografía e Historia, allí conocí al que cuarenta años más tarde es mi marido y el padre de mi hija.  Zaragoza ha resultado ser una ciudad acogedora en la que he disfrutado de momentos muy buenos.

MÁS TARDE, EMPECÉ A TRABAJAR EN LA UNIVERSIDAD POPULAR DE ZARAGOZA. Me dediqué a la educación de adultos, compaginaba esto con los seguros. Después, empecé mi andadura en el Ayuntamiento, en la Casa de la Mujer. Esto me gusto más porque había un campo nuevo para realizar. Los proyectos consistían en que las mujeres hicieran acceso a la universidad, que se introdujeran en el mundo laboral y sobre todo campañas en contra de la violencia. Empecé a trabajar ilusionadísima y muchas horas.

TRAS CINCO AÑOS PENSÉ QUE TENÍA QUE LLEVAR A CABO OTROS CAMBIOS. Me ofrecieron ir a cultura y festejos a organizar las Fiestas del Pilar. Yo acepté porque también quería promocionarme, cambiar de aires. Festejos me pareció un sitio apasionante, conoces a toda la ciudad, colectivos, las peñas, las bandas de música, las asociaciones de vecinos… Además de los artistas famosos como Tina Turner o Michael Jackson. Ahí viví 5 años apasionantes, pero trabajaba muchas horas y con mucho estrés. Mi hija tenía 5 años y yo estaba estresada por no atender todo lo que yo quería a mi familia debido a que mi trabajo era muy absorbente.

En este momento llega su golpe más duro, le detectan cáncer de ovario.

A LOS 37 AÑOS LLEVABA UNA SÚPER ACTIVIDAD. Costó detectar mi enfermedad, los síntomas estaban muy enmarañados. Yo sentía cansancio, que no rendía de la misma manera, que me faltaba el aire. Unos médicos decían que era un problema de estómago y otros que era un problema respiratorio. Un día en un pueblo de Teruel bailando con una amiga que era médico de familia me puso la mano en la tripa y me dijo que al día siguiente fuera al Hospital Miguel de Servet porque tenía cáncer de ovario. En ese momento descubrieron que era un cáncer grave, ya que se encontraba en estadio IIIB. En ese momento me dije: “yo soy mucho más importante que un cáncer”.

CUANDO TE DICEN QUE TIENES CÁNCER TODO EL MUNDO SE TE CAE. Fue una sorpresa porque no me podía imaginar que me pasara eso a mí, y más con 37 años. Sentí miedo, la enfermedad es una incertidumbre permanente porque, aunque te cures, la posibilidad de recaída existe siempre. A pesar de que dije a todo el mundo que en un mes estaba de vuelta para organizar las Fiestas del Pilar, eso no tuvo nada que ver con lo que sucedió realmente. Durante un año recibí tratamientos de quimioterapia muy fuertes ya que era joven. Estaba ingresada dos días y luego volvía a casa. En ese momento hay que hacer frente a los síntomas de la quimioterapia como los vómitos, las llagas en la lengua o el acartonamiento de manos y pies que me llegó a impedir andar.

NECESITABA UN APOYO. Yo sabía que sola no lo iba a superar. Necesitaba mujeres que hubieran estado peor que yo y que hubieran salido, para imitarlas con mis células espejo, conectar con ellas y decir: “si tú has salido, yo también”. Pero en Zaragoza no había nada de esto, así que me fui a Barcelona. Allí contacté con enfermeras del Hospital San Pablo y con una psicóloga y a partir de ahí hice mis terapias y mi trabajo personal. Entonces descubrí que cuando iba a Barcelona y hacía mis terapias la quimioterapia no me sentaba mal y cuando no iba estaba devolviendo durante una semana. Ese año gracias a mi marido y a mi hija, que estuvieron muy pendientes, y gracias a los cuidados pude superar una cosa tan dura como era la quimioterapia. Esto me impulsó a estudiar psicología y a crear la asociación.

CUANDO ME DIJERON QUE HABÍA TERMINADO EL TRATAMIENTO ESTABA AGOTADA. No terminas el tratamiento de quimioterapia y al día siguiente estás perfecta, no. El efecto secundario suele durar mínimo dos años, porque cuando matas las células infectadas, matas las sanas también. Además, hay que desintoxicarse mentalmente, lo más importante es aprender a dominar el pensamiento y saber que quien manda en tu mente eres tú. Cuando terminé la quimioterapia pensé que me habían caído 40 años encima, por lo que decidí que tenía que complementarme con temas vitamínicos y haciendo yoga. Un momento clave para mí fue realizar el Camino de Santiago con el que descubrí que seguía siendo joven.

El diagnóstico de la enfermedad fue duro para toda la familia.

MI MADRE ME VINO A VER AL HOSPITAL. Fue allí cuando le conté que me había salido célula y cáncer. En ese instante ella pidió un abanico porque se ahogaba del sofocón que llevaba. La vi tan preocupada que asumí que mi madre no era la persona adecuada para cuidarme, porque ella lo estaba pasando peor que yo. Hay que tener en cuenta que ya había sufrido la muerte de una hija, entonces en cierta manera ya estaba tocada. Además, recuerdo que ese día se me cayeron dos lágrimas y ella me dijo: “si tú lloras yo me muero”. Sin embargo, mi marido y dos amigas sí sabían cuidarme. Esto es algo fundamental, saber cuidar. El cuidador realiza un papel importante y tiene que dejar al otro expresar todas sus emociones, lo que se le ocurra en ese momento.

SUPONGO QUE TAMBIÉN SUFRIRÍA MI HIJA. A pesar de que tan solo tenía 5 años ella se percataba de todo y se le llegó a caer un mechón de pelo ya que al estar nerviosa por las preocupaciones de la enfermedad se rompía su propio cabello. Yo intentaba hablar mucho con ella y le explicaba que me iba al hospital pero que iba a volver. Mientras yo no estaba se quedaba con ella su padre para que no notara la ausencia de los dos. Cuando volvía del hospital le pedía que me trajese agua a la mesilla, para mí lo más bonito de todo era ver con el amor con el que mi hija me traía el vasito de agua. Era precioso porque ella también estaba muy contenta de que estuviera en casa, era muy emotivo.

EN AQUEL MOMENTO A LO MEJOR SÍ LO VI  MUY DRAMÁTICO. Ahora no, después de todos estos años pienso que ha sido muy importante en mi vida. He despertado a muchas cosas, a valorar mucho más y a priorizar. Eso ha sido una experiencia importantísima en mi vida, porque me ha dado la felicidad interior que yo no tenía. Ha sido una suerte todo el aprendizaje que yo he hecho después de la enfermedad.

CUANDO SALÍ DEL HOSPITAL PENSÉ QUE HABÍA QUE CREAR UNA ASOCIACIÓN. El tratamiento físico era muy bueno porque los oncólogos del Hospital Miguel Servet y los cirujanos eran muy buenos. Pero allí quedaba algo vacío. Nadie acompañaba tus pensamientos, sentimientos y todo lo que pasa cuando estás en la cama sola y, además, no te dan casi posibilidades de que vas a salir. A partir de ahí, pensé en crear una asociación que sirviera como soporte para que las personas puedan hablar, expresar sus emociones (llantos, miedos, inseguridades…) para no sufrir tanto ni pasarlo tan mal. A raíz de esto me uní con María José Aibar, que también trabajaba en cultura en el Ayuntamiento y que había sufrido cáncer. Creamos la asociación y rápidamente tuvo mucho éxito, fue muy aceptada desde el primer día. Llevamos 25 años y han pasado unas 1.600 mujeres. Aquí la mujer sabe que tiene un lugar, unos recursos, que puede hablar, que puede expresarse, que tiene compañeras, que hay relajación, que hay visualizaciones… A nivel médico y de asociaciones ha tenido más de 6 premios. Además, este año hemos sido hijas predilectas de la ciudad.

TRAS SUFRIR ESTA ENFERMEDAD DECIDÍ ESTUDIAR MI TERCERA CARRERA. Cursé psicología por la UNED y mi marido hizo también psicología, pero centrada en el papel de la familia. Fueron 5 años de estudio. Tras esto me di cuenta de que quería especializarme en psiconcología, los psicólogos que se dedican a pacientes de cáncer. Me trasladé a la capital de España a cursar el máster en la Universidad Complutense de Madrid. Gracias a la enfermedad descubrí que la psicología es apasionante, que la mejor rentabilidad que puede hacer un ser humano es conocerse a sí mismo y llevar la vida lo más armónica posible. Tras superar el cáncer también volví a trabajar en la Casa de la Mujer ya que quería un trabajo con más conciencia de ayudar a las mujeres, de atenderlas. Pero también necesitaba tiempo para mí y para mi familia.

AHORA ESTOY JUBILADA. Voy a poner más energía todavía en mis cuidados, mis viajes, mis placeres, mi familia… También voy a seguir haciendo la parte de asociaciones, sobre todo en ASACO (Asociación de Afectados por Cáncer de Ovario), donde estoy más involucrada, porque a fin de cuentas mi operación fue de este tema. También voy a colaborar en momentos determinados con AMAC-GEMA (Asociación de mujeres Aragonesas con Cáncer Genital y de Mama), que es la asociación donde también fui socia fundadora.

 

Universidad San Jorge