Un panorama desolador. Una realidad inminente. Miles de historias marcadas por un conflicto que estalló en 2011. La Guerra de Siria, quizás la más cruenta de la historia presente. Demasiadas vidas con tragedia tatuada en la retina. Una tinta que nada podrá borrar.
El escenario del drama Sirio brinda una escenografía nada alentadora para soñadores. Pero, y es aquí donde la vida da sorpresas, tengo el placer de presentarles a Dunia y Hassan; dos insaciables soñadores.
Dos jóvenes que se enamoraron un agosto de 2009. Ella de Zaragoza, él de Alepo. Una frontera, España-Siria, les separaba. El estallido de la posterior guerra avecinaba imposible un futuro reencuentro. Ahora, noviembre de 2015, ellos, perseverantes, con tenacidad lucharon y cumplieron su sueño. Hoy Hassan y Dunia después de 7 años y una guerra de por medio pueden contar juntos desde el confort de una cafetería de Zaragoza su historia.
Vidas marcadas por contrastes. Zaragoza, viernes por la tarde, tiendas abiertas y demasiada gente. Tres sillas y tres cafés con leche para acompañar a una de las historias de amor más impresionantes que he escuchado nunca. Resulta complicado conversar con fluidez ya que Hassan lleva sólo un mes en España y no habla el idioma más allá de un “¿hola, que tal estas?”
Dunia hace de traductora. Sus miradas se unen y yo, sin entender una sola palabra de árabe, empiezo a comprender demasiadas cosas.
Una relación que surge 2009. Dunia con 15 años con un espectacular mestizaje hispano-sirio va a visitar a parte de su familia a Alepo. Es ahí donde conocer a Hassan, su primo, y la persona que sin que nadie lo esperara va a cambiar completamente el rumbo de la vida que se espera de “una joven europea”.
Hassan entonces con 20 años, estaba prometido. Anillo en mano en el dedo índice de chica Siria y dos familias con los preparativos de una boda en marcha. Todo apuntaba a que esa chica europea no iba a tener la mejor bienvenida para formar parte de la familia de Hassan.
Siria era el lugar en el que la pareja había decidido formar una familia. “Allí teníamos la vida hecha. Yo tenía trabajo y los muebles comprados para la casa que íbamos a compartir” comenta Hassan. Pero, como añade Dunia, “de un día para otro se rompieron todos nuestros esquemas”.
«Pasé de tenerlo todo a no tener nada»
La fatal guerra rompió los esquemas de la pareja y de un país entero. De fondo, sonido de bombas. Aerolíneas bloqueadas. Agua, luz e internet cortados. Sin comunicación y sin poder entrar a Siria las posibilidades de mantener la relación quedaban reducidas a la desesperanza.
“O él salía de Siria o no podríamos vernos nunca más”, comenta Dunia. Como solución Turquía, como medio una boda. Hassan debía viajar a Turquía como única posibilidad para encontrarse con Dunia una vez al año pero, sin estar casados, no podían estar juntos a solas ni si quiera “darse un beso” sin estar bajo las miradas de los primos vigilantes.
Dunia sonríe, “nos casamos por el rito musulmán. Como no podía ir a Siria lo hicimos por Skype. Al otro lado de la pantalla un peregrino, Hassan, su familia y mi tío de testigo para tomar mi palabra”.
Parece que con la alegría que suelen traer las bodas, las cosas empezaban a cambiar. Hassan dejó todo para irse a Turquía, buscar trabajo y esperar a reunirse con su reciente mujer. “Fue muy duro. Como nacer de cero”, comenta Hassan. “Empezar a caminar, una nueva lengua. Encontré trabajo en un taller de fabricación de telas. Las condiciones eran pésimas, mucha noches dormía en el suelo, entre suciedad. Pasé de tenerlo todo a no tener nada. Se aprovechan mucho de los sirios. Tuve que vender mi móvil para poder pagar un alquiler”.
Llegó el verano. Y, el reencuentro en Turquía, no fue la luna de miel esperada. Dunia lo recuerda con una sonrisa inexplicable: “Cuando fui Hassan estaba todo el día trabajando. No nos veíamos. No teníamos dinero para comer. En Turquía no iba a salir nada bien. En ese momento decidimos cambiar de planes y que fuera Hassan el que viajara a España”.
Un nuevo objetivo, conseguir el visado como fuera. Demasiada burocracia para tan poco tiempo. Primera visita a la embajada denegada con el sello de “no tener propiedades suficientes”. Cambio de planes. Probar suerte en el Líbano, una vez más sello de “visado denegado”.
“Voy de país en país pero sin encontrar mi sitio. Lo de Siria va para largo. Hay que olvidarse, no hay nada que te diga que va a terminar»
2014 Dunia viaja al Líbano para ver a Hassan y seguir intentando conseguir el visado. Contra todas las leyes de lo esperado a la tercera no fue la vencida. Visado denegado con “no sois familia”. Un año más tarde la pareja con fuerza maga no deja de perder la esperanza en ningún momento.
2015 parece que algo brilla. Un viaje al Líbano con un libro de familia en mano y último cartucho de esperanza. Tres años más tarde por fin sello de “visado emitido”. Por fin, un movimiento con aire triunfal, abrazos que se funden libre en un momento terrible. El viaje de Hassan a Zaragoza coincide con la mayor crisis migratoria que nuestros ojos de primer mundo ha podido ver después de la Segunda Guerra Mundial.
Parece que hay algo de luz después de despertar con el drama cada mañana. La lucha parece haber terminado y viene un merecido momento de tregua para la pareja. Maletas hechas en Siria, que han cruzado más fronteras de las deseadas, se abren ahora en Zaragoza. Pero… ¿Y ahora? ¿Cómo es vivir sabiendo que en cualquier momento el teléfono traerá malas noticias? Parece que la tempestad no termina tan fácil para aquellos a los que arrasó la marea.
“Voy de país en país pero sin encontrar mi sitio. Lo de Siria va para largo. Hay que olvidarse, no hay nada que te diga que va a terminar. Todo es muy complicado”. Hassan ahora con gesto preocupado, espejo de su interior, empieza a mostrarse más hablador: “Había soñado mucho con venir a España. Ahora estoy aquí pero no quiero estar sin hacer nada. Necesito trabajar. He conseguido venir aquí, pero no todo acaba.
“Lo más difícil es estar cambiando siempre de país. Empezar siempre de cero»
Mientras Hassan remueve con la cucharilla los últimos sorbos del café, Dunia me comenta que muchas veces lo ve pensativo y triste. “Le digo, ¿qué te pasa? Y él me contesta que tiene toda su vida ahí. Por mucho que ahora estemos juntos siempre le falta algo”.
Como si Hassan supiera exactamente de lo que estamos hablando mira a Dunia y le empiezan a hablar para que me traduzca. “No sé cuándo voy a volver a ver a mis padres, mi abuela, a mis hermanos pequeños. Siempre tengo en mi menta esa pregunta. Muchas veces querría volver a Siria pero sé que si voy no voy a poder volver”.
Hassan, con un tono de voz uniforme, sigue hablando con Dunia. Ella con ojos de vidrio traduce. Yo con nudo en la garganta y una especia de cemento en el pecho me limito a escuchar.
“Lo más difícil es estar cambiando siempre de país. Empezar siempre de cero. De Siria a Turquía, Líbano, ahora España. Nunca se cómo va a seguir mi vida. Y vivo con la incertidumbre de lo que le va a pasar a mi familia.
Cada mes te enteras de que le pasa algo a un familiar. Y piensas que a tu familia también le va a tocar. Tengo miedo de que me llamen y me den malas noticias ya que de ahí no puede llegar nada bueno”.
Resulta complicado poder asentir como si comprendiera lo que me está diciendo porque no es real. Me cuesta asimilar los límites de resistencia que una persona puede llegar a tener, y sobre todo seguir teniendo ilusión y ganas de vivir.
Con tres tazas de café vacías Dunia mientras mira a Hassan de reojo comenta que en Siria él lo tenía todo. “Nunca llegas a ver hasta qué punto de fuerte puedes llegar a ser”. Hassan, adivino otra vez de lo que hablábamos, añade “puede soportar todo, no te queda otra. Pero a veces me pregunto: ¿Cuándo me va a venir algo bueno? Han sido muchos años con demasiadas cosas. No me apetecía levantarme. El visado no llegaba. De momento la paz la tengo.
Como comentaba Hassan ahora está en paz. Vidas que se cruzan, una relación que avanza. Dos “jóvenes locos” que han arriesgado absolutamente todo por caminar juntos. A pesar de todo, suena una canción alegre. Mucho que aprender. La historia de cómo las fronteras pueden desaparecer cuando hay valores universales muy por encima de éstas.
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