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Trabajar cara al público durante una pandemia

La delicada situación sanitaria en la que nos encontramos, provocada por el virus de la COVID-19, ha causado una crisis que ha influido, en menor o mayor medida, a todos los sectores. Sin embargo, las secuelas de esta recesión van más allá de lo económico, de las muertes, de los contagios o de los niveles de ocupación de las UCIs en los hospitales.  Este brote de Coronavirus que llevamos viviendo desde marzo del 2020 ha afectado de forma directa a la salud mental de los trabajadores, tanto en aquellos que se han convertido en víctimas del agobio de vivir y trabajar entre las mismas cuatro paredes, por culpa del ya conocido teletrabajo; tanto como por tener que salir de sus domicilios para ir a sus puestos de trabajo exponiéndose a contagiarse y lidiando con los clientes de sus establecimientos, no siempre tan considerados como podría estimarse oportuno.

Por Lucía Membrado

Marzo – Mayo 2020 – EL CAOS

Estallido de la pandemia que regirá los próximos meses de nuestras vidas. Se para la vida como la conocíamos hasta ahora y descubrimos lo que es estar en casa, conocer a nuestros vecinos de balcón y descubrimos lo esenciales que son los trabajadores de supermercados, farmacias, panaderías… únicos establecimientos que permanecen abiertos. Durante tres meses son los encargados de lidiar día a día con un virus desconocido y con unos clientes que no siempre cumplen las normas.  «Al principio hubo algún altercado entre los clientes porque no guardaban las distancias y se gritaban unos a otros y al principio del confinamiento la gente no se ponía la mascarilla para entrar al establecimiento y casi tuvimos que llamar a la policía en una ocasión», comenta Carolina Castillo, trabajadora en Martín Martín. 

Durante estos meses los supermercados comienzan a sufrir falta de abastecimiento en sus repisas ya que los clientes, atemorizados, se lanzan a comprar en grandes cantidades, aprovisionándose como si de una guerra se tratase: «Primero fue la etapa del papel higiénico como en todos los supermercados, luego fue la etapa de todos los productos de repostería. Nosotros, en el mismo local, en el bajo, tenemos ferretería, y, a pesar de que no se podía vender nada de ferretería, como no podíamos cerrarla porque no están separadas de ninguna forma, vendimos muchísimas pinturas y el resto de materiales que conllevan pintar y arreglar una casa porque la gente estaba en casa, estaban aburridos y se dedicaron a pintar. Pinceles, brochas, etc.», comenta la propietaria de un supermercado, Elena Giménez de Bagüés. 

Mayo – Septiembre 2020 – NUEVA… ¿NORMALIDAD?

En lugares pequeños es sumamente importante contabilizar el aforo. Fuente: Cecilia Policart.

Pasamos a vivir una nueva realidad, la mascarilla es obligatoria para salir a la calle y para entrar a los establecimientos, donde además debemos echarnos gel desinfectante en las manos. Es en este momento donde los trabajadores de los comercios comienzan un duro y pesado trabajo. En las tiendas de ropa los probadores o bien están cerrados o bien solo mantienen uno disponible para así tener mayor control de la ropa que ha sido tocada por los clientes para, posteriormente, poder desinfectarla como es debido, «Todas las prendas que son probadas por los clientes en los probadores se meten después en una habitación habilitada ex profeso después de la pandemia para higienizar todas las prendas en un proceso que dura entre 15 y 20 minutos. Este, mediante ozono y rayos ultravioleta, se ocupa de desinfectar todas las prendas que han sido probadas por los clientes», explica Víctor Navarrete, trabajador de El Corte Inglés.

Me he llegado a encontrar a gente en ropa interior en los pasillos

Inés Cutillas, trabajadora de Sport Direct

No todos los clientes cumplen estas normas, pues a muchos hay que recordarles que la mascarilla se debe llevar por encima de la nariz. Otros se prueban la ropa a escondidas en lugares estratégicos y, si luego no les gustan la vuelven a dejar en su sitio, con el riesgo que eso conlleva, como nos afirma Inés Cutillas, trabajadora de Sport Direct: «me he llegado a encontrar a gente sin camiseta y en ropa interior en los pasillos».

Sin duda, a lo largo de los meses el testimonio de estos cuatro trabajadores representa un ejemplo de profesionalidad y de lucha, una de las cosas positivas que nos ha dejado el virus, puesto que a pesar de todo lo vivido han seguido al pie del cañón. Todos coinciden en que lo que más temor les da no es contagiarse ellos mismos, sino contagiar a sus familiares, algo que les produce estrés, sobre todo los meses de confinamiento. Ahora, casi 10 meses después, han aprendido a vivir con ello.Se sienten más protegidos por las medidas de seguridad que toman en sus puestos de trabajo, a lo que se añade que sus clientes están cada vez más concienciados. 

Universidad San Jorge