En un mundo donde el número de personas mayores de 65 años que viven solas ha crecido un 25% en diez años -más de la mitad del género femenino, por su mayor esperanza de vida-, Pilar Adiego, una voluntaria de Valdefierro, se encarga todos los martes de reunir al mayor número de ancianas de su barrio que se encuentran solas, para brindarles un lugar en el cual sentirse amparadas. El pretexto, un café muy bien acompañado.
Por Pilar Quirós Gascón
“Ay si no fuera por el café, ay si no fuera por el café, es lo único que tengo”, llora Enriqueta Úbeda de 88 años, con lágrimas de felicidad y agradecimiento hacia lo que ella misma califica como su familia. Ella y un grupo de personas mayores permanecen sentadas a la mesa, sonrientes, y esperan a que les sirvan un menú del día.
Son veinticinco mujeres mayores del barrio de Valdefierro (Zaragoza) que, desde el año 2000, participan en el Café de las Buenas Ideas, una iniciativa que se creó como una propuesta para todas aquellas ancianas que se encontraban viviendo solas, afirma Pilar Adiego, voluntaria y fundadora del café. «Queríamos que supieran que no lo estaban”, enfatiza.
Pilar tiene 67 años, se desplaza sobre una silla de ruedas y necesita respiración asistida. Sin embargo, ello no le impide dedicar parte de su vida a atender a esas veinticinco mujeres, supervisando que todo les va bien. Con frecuencia, busca voluntarios que se ofrezcan a darles clases de gimnasia, nutrición, higiene y salud.
“Estoy atrapada en mi silla de ruedas, pero me hacen sentir que puedo volar”, dice. Agrega que lo hace sin ánimo de lucro y que no es fácil, ya que en los últimos años han bajado muchos las subvenciones para financiar este tipo de entidades sociales, y que ahora apenas consiguen reunir poco más de 100 euros. Ella tiene que buscarse la vida para que este proyecto siga en pie.
“La iniciativa se creó como una propuesta para todas aquellas ancianas que se encontraban viviendo solas, queríamos que supieran que no lo estaban”.
Le acompaña en la tarea Magdalena De Los Reyes, una de las más jóvenes del café, a sus 69 años. Magdalena, además de ser integrante del café, ayuda en todo lo que puede. Dice que la asociación es una salida para la mayoría de las mujeres de este barrio, que se han quedado solas y que, en gran parte, son olvidadas por la sociedad. Las veinticinco se reúnen en el Centro Cívico de Valdefierro y allí son como una pequeña gran familia, expresa Magdalena.
Para formar parte del café solo hay que estar dispuesta a asistir y a ser ayudada, no hace falta ser de Valdefierro, pues todo el mundo es bienvenido en el Café de las buenas ideas.
Las mujeres del café expresan que, a partir de los noventa años, es improbable que sigan asistiendo. De hecho, las más veteranas, ya fatigadas por la edad, dejaron de asistir. No siempre han sido veinticinco. En sus años de esplendor, en el café llegaron a ser cuarenta y ahora buscan integrar al mayor número posible.
“Muchas veces me siento sola, pero pienso en que llegará el martes y tengo una razón para levantarme de la cama”.
El porqué está sólo integrado por mujeres lo explica Pilar: “En el año 2000, pusimos un anuncio para mujeres y hombres mayores que quisieran participar, pero solo aparecieron mujeres. A partir de ahí le dimos ese enfoque. Que todas fuesen mujeres ha creado lazos de hermandad y cariño entre nosotras”.
“He sufrido mucho en mi vida. Yo era de Cádiz y me costó mucho trabajo llegar hasta aquí. Era muy pobre y no tenía casa, viví un par de años compartiendo habitación con otros parientes hasta que conseguí un hogar propio y formé una familia. Ahora ellos ya son mayores y yo soy viuda desde hace diez años», relata Enriqueta. «Muchas veces me siento sola, pero pienso en que llegará el martes y tengo una razón para levantarme de la cama”, continúa. El rostro de Enriqueta está marcado por el paso del tiempo y el dolor, pero también refleja alegría. Y esperanza.
Pasan unas horas en el transcurso de la comida y las abuelas se levantan, llevan dos regalos para Pilar y, con una sonrisa de oreja a oreja, se los entregan. Han puesto un pequeño dinero entre todas, para comprarle unas flores y unos jabones en agradecimiento por su gran labor.
Pilar, muy modestamente, dice que no se lo merece, que no hace nada del otro mundo, pero se puede apreciar cómo se le han humedecido los ojos. Para ella, estas mujeres se han convertido también en su familia. “No hago nada del otro mundo, no hacía falta”, les dice Pilar con una mirada entrañable. Se funden todas en un abrazo, me uno yo también y pienso lo que todas las demás; claro que te lo mereces Pilar Adiego.
“Estoy atrapada en mi silla de ruedas, pero me hacen sentir que puedo volar”.
En la España de hoy, tres de cada cuatro de los mayores de 65 años que residen solos son mujeres. El número de hogares formados solo por una mujer de 65 años o más asciende a 1,2 millones. Es necesario más gente solidaria que se anime a formar iniciativas como las de Pilar. El café solo es un pretexto. Lo importante es la buena compañía.
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