Al ver a Jesús Ruiz nos quedamos impresionados. Es un hombre imponente. Sus músculos revelan un modo de vida preparado solo para las personas más fuertes. Sin embargo, y aunque parezca imposible vista su imponente figura, afirma que «no se pierde ningún capricho de la vida». En esta entrevista explica cuáles son las claves para tener un cuerpo saludable y así poder convertirnos en, como él llama, “fofisanos” en forma, o “guapifeas” para miss mundo.
Por Miguel G. Pobes
¿Cómo descubrió la vocación de culturista?
Vengo del mundo del deporte desde el colegio. Practiqué fútbol, atletismo y caí en el kárate con nueve años. Poco a poco, fui creciendo en el kárate hasta llegar a cinturón negro, con 15 años. Desgraciadamente, una lesión muy grave me apartó, pero ya estaba enganchado a los hierros. Desde ahí todo es historia. Aprendí a entrenar, a comer, a suplementarme… A llevar un estilo de vida que sigo manteniendo.
¿Qué le llevó a continuar como entrenador personal?
Nunca me he considerado un entrenador personal al uso, no me veo detrás de los clientes para que me contraten porque soy «el mejor». Otra cosa es alguien que necesita apoyo extra para recuperarse de una lesión (por eso también soy quiromasajista y osteópata), o alguien que requiere ayuda para una prueba concreta. Me considero entrenador personal desde que entro a mi puesto de trabajo hasta que me voy.
¿Qué le ha marcado en su carrera culturista?
Cada día que entreno saco algo positivo o negativo. A nivel competitivo, ha habido dos momentos que me han marcado mucho: mi primera competición en abril del 1988, dedicada a mi padre, quien falleció en enero de ese año. Allí me di cuenta de lo grande que es la familia, los amigos. Todos veían que, en vez de estar llorando, lo di todo en la tarima. Otro momento especial ha sido mi última competición, el pasado octubre, 17 años después de haberme retirado.Todavía oigo la vocecita de mi hijo diciéndome: “Vas a la competición de superhéroes, ¿verdad papá?”. El resultado fue lo de menos, el abrazo y la sonrisa de mi niño de cinco años hizo que olvidara todas las penurias de la preparación.
¿Qué tipo de personas van generalmente a trabajar con usted?
Deportistas que quieren verse mejor o aumentar su rendimiento. Sin embargo, donde más cómodo me encuentro es con la gente normal, con sus problemas cotidianos. Gente que me pregunta si se puede hacer algo, a pesar de ser celíaca, intolerante a la lactosa, etc. Entonces los miras a los ojos y les dices que claro que sí. Yo aporto todo lo que pueda y ellos hacen el resto. Y con ese entusiasmo y ese buen hacer, llegarán lejos.
“Con el entusiasmo y el buen hacer se llega muy lejos”
¿Alguna vez ha dado por perdido a alguien que haya recurrido a usted?
Nunca doy por perdido ni desanimo a nadie. Sí que es verdad que doy poco jabón a la gente. Les cuento las cosas como son, y si alguno tira la toalla es por su propia voluntad. En el caso de no saber algo, no le hago perder el tiempo.
¿Es muy dura la vida de la persona que está permanentemente en una forma física tan específica?
Si con permanentemente te refieres al punto de competición, es muy duro. Además, se puede mantener lo justo. Por el contrario, estar en buena forma física no es más que una forma de vida sana y es positivo.
“Nunca doy por perdido a nadie”
¿No se pierde los “pequeños” placeres de la vida con las dietas que hay que seguir?
Una preparación para competir es algo específico y tiene una duración concreta. Durante el resto del año comemos sano y limpio, y si hay que darse un capricho se da. No me pierdo nada.
¿Nos puede dar un par de consejos para estar en forma y vivir como un fofisano?
Lo que hay que hacer para estar “fofisano” en forma, o una “guapifea” para miss mundo, es abandonar la zona de confort y hacer algo de deporte, moverse un poco. Después, hay que comer bien un 70-80% de los días. De esta manera, puedes darte esos caprichos que te convierten en un “fofisano” y te sabrán a gloria.
¿Qué riesgos tiene ser un culturista?
Los mismos que tiene un ciclista a 100 kilómetros por hora. Su cuerpo es su única protección. Como todo, si está bien hecho y en su justa medida, carece de riesgos. Un ejemplo de la vida diaria podría ser el vino. Un vasito de vino para comer y para cenar es bueno, pero si tomamos un litro para comer y para cenar… Ahí está la respuesta.
“Nunca renunciaría al culturismo”
¿Hubiese renunciado al culturismo si hubiera sabido todo lo que conllevaba?
El trabajo con cargas es la base de cualquier deporte, tanto para mejorar como para recuperar. Siempre se debe realizar para optimizar nuestra salud, postura o sarcopenia [pérdida degenerativa de masa muscular y fuerza debido a la edad]. Por ello, no renunciaré nunca. Detrás del culturismo está ese trabajo con cargas que me hará envejecer, si Dios quiere, con dignidad. Benditos riesgos, si sirven para poder valernos por nosotros mismos.
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