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Los clásicos nunca mueren

Comecome Zaragoza
Comecome Zaragoza

Fotografía de Comecome Zaragoza

Los centros comerciales están invadiendo las ciudades. Entre 2009 y 2015 en Zaragoza, 1.400 negocios minoristas se vieron obligados a cerrar, convirtiéndose esta en la segunda provincia con más grandes superficies de España, según datos de la Federación de Comercio y Servicios (ECOS).  Sin embargo, a pesar de la debacle del pequeño comercio, muchos establecimientos de la ciudad abrieron sus puertas hace casi 100 años y, hoy en día, continúan. Se trata de clásicos que todo zaragozano conoce.

María y Nacho Montal son los dueños de Montal Alimentación, un negocio familiar especializado en gastronomía.  Fue fundado en 1919 por sus bisabuelos, pasando así por cuatro generaciones que han hecho del establecimiento un referente en la ciudad. Tras cien años, han logrado ampliar la oferta y adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder su esencia. María lo tiene claro, «nuestro objetivo siempre ha sido diferenciarnos ofreciendo especialización, servicio, calidad y asesoramiento, y, sobre todo, la experiencia de compra”. No es lo mismo comprar los productos por internet con un simple clic que acercarse a la casa-palacio de la Plaza San Felipe, en la que se encuentra Montal.

Desde hace 100 años, Montal se encuentra situado en la Plaza San Felipe.
La evolución consiste en mejorar y ampliar la oferta.

 

Conocido por muchos como El Café Gijón de Zaragoza, El Café de Levante fue fundado en 1895 con más de ciento veinte años de historia. En la actualidad regentado por Óscar Blázquez, es uno de los negocios más conocidos de la ciudad que siguen sobreviviendo. Gracias a sus famosos granizados y leche merengada, en verano, y sus torrijas y chocolate con churros, en invierno, se han convertido en un referente histórico. Por otro lado, el dueño reconoce que el café no ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, incluso sigue manteniendo parte del inmobiliario comprado por su bisabuelo. Óscar admite que «la evolución ha consistido en corregir, mejorar y aumentar la oferta hostelera, pero en realidad sigue siendo siempre lo mismo»

«Tenemos un compromiso con la gastronomía, el arte y el patrimonio de la ciudad»

 

El Café de Levante todavía conserva inmobiliario de 1895.

La localización de los establecimientos juega un papel muy importante en la memoria de los compradores. En el caso de Montal, el negocio ha evolucionado junto a su arquitectura. La ampliación de la bodega de vinos y el restaurante, desembocaron en una restauración del edificio y la inauguración del Museo dedicado a la Torre Nueva, uno de los miradores de estilo mudéjar más simbólicos. En pleno Casco Histórico y en un edificio del siglo XV, la familia Montal ha podido hacer historia, no solo entre los ciudadanos, también en la cultura de Zaragoza. «Tenemos un compromiso con la gastronomía, el arte y el patrimonio de la ciudad», cuenta María.

Otro claro ejemplo de la importancia de la ubicación es El Café de Levante. A lo largo de su historia ha estado en tres locales diferentes. En sus inicios, se encontraba en la Puerta del Carmen, punto de convergencia social, pero en 1927, cuando decidieron convertirla en plaza, les obligaron a trasladarse. Por lo tanto, se instalaron hasta 1976 en el Paseo Pamplona, donde ocurrió algo parecido. Por motivos urbanísticos tuvieron que mover el negocio a su localización actual, Calle Almagro. Las diferentes generaciones de Zaragoza han conocido este establecimiento en ubicaciones distintas, pero nunca han dejado de ir. Óscar, orgulloso, reconoce que «nosotros tenemos la fortuna de que el café forma parte de los recuerdos familiares y personales de la gente».

Se trata de tradiciones familiares que construyen un lugar lleno de historias personales

 

Montal comenzó siendo una tienda de barrio.

Los establecimientos tradicionales suelen heredarse y pasar de generación en generación, dentro de una misma familia. Sin embargo, la evolución de la clientela funciona de la misma manera. De acuerdo con la Real Academia Española, el llamado «boca en boca» es una técnica que consiste en propagar una información de una persona a otra de manera verbal. Gracias a este método, negocios de más de cien años, han logrado sobrevivir a lo largo del tiempo y, del mismo modo, mantenerse como un imprescindible entre la población actual de Zaragoza. Es decir, Montal Alimentación comenzó siendo una tienda de barrio, pero con la ayuda de la especialización y las recomendaciones entre vecinos se expandieron por toda la provincia. «En tiempos, se llevaban pedidos a los autobuses de línea que iban por los pueblos, allí nuestros clientes recogían sus pedidos», así recuerda María las historias de sus abuelos.  En la actualidad, servicios como el de la terraza han hecho que la edad media de los consumidores de Montal crezca de manera muy evidente. 

 

La clientela del Café de Levante es muy variada.

Jóvenes, mayores, trabajadores e incluso artistas como José Antonio Labordeta han sido siempre habituales en el Café de Levante. Qué sería de un clásico sin generaciones diferentes entre la clientela. Óscar afirma que muchas de las personas mayores que acuden al café, ya lo hacían cuándo tenían apenas veinte años. Incluso, la gente joven de ahora, lo hace porque tienen recuerdos de niños. Se trata de tradiciones familiares que construyen un lugar lleno de historias personales. Manteniendo una estrecha relación con la cultura de Zaragoza, el establecimiento siempre tendrá aquello que traslade a la gente al pasado, desde su ambiente hasta sus sabores: «Como seguimos haciendo las cosas de la misma forma, se comen una croqueta y sabe exactamente igual que cuando tenían tres o cuatro años».

Los centros comerciales han facilitado la vida de las personas. Sin embargo, nunca llegarán a sustituir a los negocios familiares de siempre. La relación personal con los trabajadores, los lugares, las tradiciones, los recuerdos o las anécdotas hacen especial a los pequeños comercios. Aprender de los abuelos y padres es imprescindible para mantener las tradiciones en los negocios, pero también en la compra. Gracias a las experiencias personales de cada uno, locales clásicos como estos seguirán cumpliendo años y escribiendo páginas de la historia de Zaragoza y su gente.

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Beatriz Molina

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