Los valores cambian con los tiempos, es verdad. Pero qué duda cabe de que los valores se encarnan en las personas; para empezar, porque son los seres de más valor, y un valor que es, además, absoluto, como hizo ver el señor Kant en aquellos tiemposcalificados deluminosos, hace más de doscientos años, o como desde mucho más atrásviene mostrando el cristianismo.
Cuando nos preguntamos por la crisis de valores en la que andamos inmersos, comprobamos que hay valores que ya ni siquiera entienden muchas personas de hoy. Este es probablemente el caso del pudor, que no deja de ser un valor importante, pero un valor que para algunos ha quedado ciertamente obsoleto. No es esto, sin embargo, lo que plantea un libro de éticatraducido por primera vez al español desde el ruso por un profesor de Filosofía que vive en la hermosa San Petersburgo. José María Vegas traduce La justificación del bien. Ensayo de Filosofía moral (Sígueme, Salamanca, 2012), obra central de Vladimir Soloviov, un filósofo ruso que murió el mismo año que Nietzsche, y cuyo pensamiento moral se basa precisamente en la nociónde pudor. Para Soloviov, el pudor es un valor y una cualidad inherente al hombre, que eleva a éste muy por encima del instinto animal de conservación de la especie, y que se halla así en el arranque de la misma moralidad. “Al poseer esta capacidad para el pudor, que no se descubre en los demás animales –escribe Soloviov−, el hombre podría ser definido como el animal que se avergüenza”.
Si nos paramos a pensar, este “avergonzarnos” ante la propia desnudez sólo a las personas les sucede; y si Soloviov se fija en ello es porque para fundamentar su ética busca notas características del hombre yelaboradesde ahí un estudio de la diferencia y una caracterización de la moral, que es algo también exclusivo del ser humano. Y es que Soloviov está convencido de que el hombre no es únicamente un instrumento de un proceso natural; para él resulta claro que aspiramos infinitamente a más, y que esa es la razón de que el hombre se niegue a someterse a esasuerte de rueda del remplazo de las generaciones que se encierra en lo sexual. Merced a su naturaleza espiritual, la persona alberga la capacidad de acoger la plenitud de la vida. Y por eso el pudor,y con él la conciencia y una actitud reverencial ante el universo y su Creador, vienen a ser expresiones de un proceso moral “divinizador”del hombre, que empuja a éste, desde sus propios adentros, a la búsqueda del Bien; en tal búsquedaconsiste el quehacer principal de la vida humana.
Hace más de 2500 años, Sófocles se refería a la maravilla que es el hombre. Pero desde bien pocos lugares senos insta hoy a profundizar en ello; es una pena. No se trata de leer las casi seiscientas páginas del libro de Soloviov−aunque quien suscribe no puede dejar de recomendarlas−, sino de que pensemos en este fundamento de la conciencia moral que propone el pensador ruso, y nospercatemos de que, aunque cambien los valores, los seres humanos seguimos siendo esa maravilla que exalta el viejo Sófocles: maravilla de la que hemos de seguir maravillándonos, al descubrir esa esencia personal que no se muda.
* Carmen Herrando es profesora de Ética en los grados de Comunicación Audiovisual, Fisioterapia, Farmacia y Enfermería de la Universidad San Jorge. Doctora en Filosofía. Miembro del Instituto Emmanuel Mounier, y en la Universidad San Jorge pertenece al Instituto Humanismo y Sociedad.
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