Este domingo se entregan los Goya en su vigesimoséptima edición. Los premios de la Academia de Cine casi nunca despiertan excesivo interés. Nadie reconoce que va a ver la ceremonia, aunque la tendencia en la audiencia televisiva de los últimos años no lo confirme así.
El año pasado, primera edición presentada por Eva Hache, TVE fue líder de audiencia en su franja, superando los cuatro millones de espectadores y recogiendo un más que notable 23,3% de share. Competía con “Salvados” que bajó en cuatro puntos su audiencia habitual. Muy cerca, andan las cifras del que quizá haya sido uno de los mejores años en cuanto a espectáculo se refiere: el de la edición de 2010. En esa ocasión, fue Andreu Buenafuente el maestro de ceremonias, aglutinando frente al televisor a más de cuatro millones y medio de espectadores con un 26,4% de share. Máximo histórico, para el año en el que un inspirado Álex de la Iglesia (presidente de la Academia por aquel entonces) decidió trasladar la alfombra roja y la entrega de premios al centro de Madrid, al mismísimo Teatro Real, otorgando así el necesario plus de espectáculoque requiere una ceremonia de este tipo. Así que, en cuanto a fenómeno televisivo se refiere, nadie nunca ve los Goya, pero desde el 2009 sus audiencias dicen justo todo lo contrario.
Lo cierto es que, normalmente, este tipo de galas, con apoyo o sin apoyo de la audiencia, suelen ser un muermo. Por lo general son lentas y están cargadas de eternos discursos que no despiertan el más mínimo interés. De unos pocos años para aquí, el interés de la gala se ha trasladado del televisor a las redes sociales. Ya no es tan interesante seguir la ceremonia, como sí leer los tuits que se publican sobre la misma. Algo mucho más ameno, recomendable y divertido.
Al final, la reflexión que haremos siempre será la misma: “Esto en los Oscar no pasa. Allí sí saben lo que es el espectáculo”. Porque, para qué negarlo, nos encanta compararnos, sobre todo si de esa comparación salimos perjudicados. Allí todo brilla más, todo luce más, todo el mundo es más guapo, viste más elegante y sonríe mejor. Puestos a comparar, en algo ganamos a la potente industria norteamericana. Ellos tienen la extraña manía de empezar su gala a altas horas de la madrugada.Con lo bien que se ve una ceremonia de estas después de cenar. Alguien debería decirles que no se puede empezar una gala a las dos de la madrugada. Que no son horas. A eso, no hay derecho, hombre.
Conforme se van cumpliendo años, uno le va quitando crédito a esto de los premios. Por dos razones bastante simples. La primera, porque casi nunca hacen justicia. Los premios no suelen rendirse ante las mejores películas, sino ante multitud de razones que trascienden a la propia película, muy poco relacionadas (salvo excepciones) con la calidad artística de un film. Y la segunda, porque en rara ocasión coinciden con el juicio y los gustos que uno tiene sobre las películas del año. Sin embargo, es inevitable alegrarse (si no se tiene horchata en las venas y seviven las películas con cierta pasión), cuando el premio coincide con lo que uno cree justo y que además coincide con su criterio.
En cuanto a cine se refiere, cada año las nominaciones de los Goya están más polarizadas. Cuatro películas aglutinan casi todas las categorías y una siempre parte como favorita. Este año es el turno de Blancanieves. Le acompañan, para dar la sorpresa: Lo imposible, El artista y la modelo y Grupo 7. Las cuatroeclipsan por completo a otras películas que se han colado entre las conocidas “categorías técnicas”. El resto, poco o nada suele interesar a la gran mayoría. Así, uno espera que cuanto antes pasen las categorías de película hispanoamericana, documental o las diversas categorías de cortometrajes (donde, por cierto, este año hay películas más que destacables). Todo suena a algo predeterminado. Sin excesivas sorpresas. Aunque nunca se sabe. Recientes ediciones alzaron a pelis como La soledad o Panegre, cuando no entraban ni en la quiniela de los malos apostadores.
Lo peor de estos eventos suelen ser todas las películas que no tienen representación, como si estas nunca hubiera existido. La historia del cine español (desde que existen estos premios) recoge unas cuantas. Este año, no podía ser menos. Películas tan interesantes como El mundo es nuestro, Orson West, Los niños salvajes o incluso [REC 3] Génesis (que ni siquiera está en maquillaje, actriz o efectos especiales, tres categorías donde parecía evidente su nominación) no coparán los titulares de la prensa al día siguiente.
El año 2012, en el que tan buen cine hemos visto,está condicionado por la presencia de tres películas de producción propia entre las diez más taquilleras del año en España (Lo imposible, Las aventuras de Tadeo Jones y Tengo ganas de ti). Lo imposible, convertida en un verdadero fenómeno, ostenta además el título de película española más taquillera de la historia. De esta forma, de paso, se han maquillado un poco las cifras recaudadas por el cine español que mejoran a pesar de que la producción cinematográfica ha bajado. Todo sin Torrente, Almodóvar, ni Amenábar de por medio.
Pero no olvidemos que estos premios se dan también en medio de una gran incertidumbre en el sector, con una agravante crisis económica como telón de fondoy un profundo (y necesario) cambio en la estructura global del sistema de financiación y exhibición de películas. En ese sentido, habrá que estar atentos al discurso del presidente de la Academia, que ojalá, sea más acertado que el del año pasado, donde advirtió de forma bastante aparatosa que “internet no es una alternativa, ni sustituto, ni siquiera un complemento al enorme esfuerzo económico que supone producir cine”. Como si hubiera llegado a la gala aparcando unDelorean en la puerta. Dicho esto, lo más divertido en toda gala de premios es la quiniela previa. ¿Que quién creo que va a ganar este año? Pues me da a mí un pálpito, que a Concha Velasco algo le cae. El lunes ya me comentan si he acertado.
*Ignacio Lasierra es licenciado en Comunicación Audiovisual, Máster en Guion de Cine y Televisión por la Universidad Pontificia de Salamanca, Máster en Cine, Televisión y Medios Interactivos de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y doctorando en Comunicación en la Universidad San Jorge. Es profesor de la Universidad San Jorge y miembro del grupo de investigación: “Televisión y calidad: observatorio audiovisual aragonés”. También forma parte del Equipo Reseña del semestrario de crítica cinematográfica Cinepara leer. Ha escrito, producido y dirigido varios cortometrajes (Salomón, 2008 – La granja, 2011), proyectados y premiados en numerosos festivales de cine nacionales e internacionales.
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