Entrevistas

Gabriel Sopeña: “La poesía nació para ser cantada”

Nació el 9 de agosto de 1962 y destaca en varias especialidades. Profesor de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza, escritor, compositor y músico. Ha colaborado con diversas personalidades del mundo de la música española e internacional, llegando a ser un invitado especial en el Lincoln Center for the Performing Arts de Nueva York.

Beatriz Aparicio.- ¿Cuál es su ocupación actual?

Gabriel Sopeña.- Contractualmente soy profesor de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza, pero no contractualmente trabajo también como compositor y como escritor.

B.A.- ¿Cuándo decidió que quería dedicarse a esto?

G.S.- Es difícil, supongo que todo sucede por eliminación en la vida. No te levantas un día y dices “me voy a dedicar a componer”. Empiezas a escribir cosas, empiezas a estudiar música y vas tocando, te juntas con gente, te toca vivir un momento determinado de la historia de este país difícil. No hay nada hecho, hay gente que lucha antes que tú y que abre un surco. Te da la sensación de que siempre vas detrás de Labordeta o esta gente, pero cuando pasa el tiempo comienzas a cantar y hacer canciones, la gente empieza a escuchar tus canciones, grabas discos, terminas la carrera, te ofrecen un contrato en Logroño. Te ves en el carril, ves que lo que haces no solamente es útil sino que es valioso, tienes fuerza, esa fuerza te da ganas. Si nos preguntamos un momento, yo diría que fue cuando tuve que tomar la opción de descubrir cosas distintas a las que tenía en España, con 17 años, cuando mi padre me tuvo que hacer un permiso para marcharme a estudiar a Toulouse. Fue cuando descubrí las dos grandes vertientes de la cultura europea en el sentido musical, e incluso en el sentido académico, donde aprendí un idioma nuevo, donde estudié francés, pude practicar el inglés, empecé a tocar en clubs de jazz de verdad, empecé a ser músico de verdad, empecé a ser profesor de verdad.

B.A.- ¿Primero fue la música o la historia?

G.S.- Siempre fue primero la música. En este país la música era un espacio de debate en un mundo en el cual no se podía decir nada. A los 12 años recuerdo veraneando en Burriana escuchando la Javanese, escuchando la música de Europa en un momento en el cual además el Festival de Eurovisión era fantástico y te permitía abrirte a mundos que no conocías y a lenguas que no conocías. Oías hablar inglés, francés, griego, rumano y todo era fantástico. Estoy hablando de Cliff Richard, Abba… Fueron siempre primero la música y poesía.

B.A.- ¿Cómo decidió dedicarse a la historia?

G.S.- Por eliminación. Tenía dos opciones, los idiomas o la historia, pero los idiomas eran algo que se me daba de manera natural. Veía los idiomas como un modo de comunicación. Me gusta comunicar y que me comuniquen y decidí que la Historia era una opción porque era una ciencia moral. En seguida tuve muy claro que no quería trabajar por el legítimo lucro. Quería humanizar el ambiente, un mundo más humano y la Historia, como la Medicina, es una ciencia moral. Tengo un compromiso moral con mi especie. Este compromiso moral, que tiene el médico y tengo yo, es el que reclamo dentro de la profesión y por eso soy historiador.

B.A.- Volviendo al mundo de la música, ¿cómo empezó en él? ¿Fue por su cuenta o colaborando con algún artista?

G.S.- Cantando De qué color es la piel de Dios, en el coro del colegio. Luego te juntas con gente interesante, con personas que te ayudan mucho, el caso de Mauricio Aznar que fue el líder de Más Birras. Empezamos a cantar en fiestas, hice mis pinitos en orquesta, y a partir de los 19 años ya me recuerdo tocando siempre solo en proyectos o con grupos, colaborando.

B.A.- Ha sido cantante y ha colaborado con artistas como Bunbury, Loquillo, Jose Antonio Labordeta y grupos como Héroes del silencio. ¿Qué se siente al trabajar con personas con estilos tan diferentes pero tan relevantes en el mundo musical?

G.S.- Un gran sentimiento de generosidad por su parte. Son muy generosos al colaborar conmigo y, sobre todo, la gente más grande es la que menos pretensiones tiene y la que menos problemas da. Es lo que he aprendido. Trabajar con Jackson Browne, que es un dios que está al nivel de Dylan o Springsteen y, de hecho, es amigo suyo y colabora con ellos, ha sido una experiencia tremenda. María Creuza, que es la mejor embajadora que tiene Brasil, una persona maravillosa, fantástica, de una generosidad infinita y un talento sobrecogedor. Yo me siento profundamente bendecido por poder trabajar con ellos y por poder seguir trabajando con ellos, por haber podido colaborar con ellos, por seguir teniendo esa opción, por gozar de su amistad.

B.A.- ¿Es más complicado tratar con estas personalidades del mundo de la música o con los alumnos?

G.S.- Lo que es complicado es tratar con lo que rodea al mundo de la música, porque normalmente son gente sin ninguna preparación y sin ningún escrúpulo. En este sentido, alimentan monstruos, son artistas que no tienen ni futuro, ni talento y que, además, son un pésimo ejemplo para la juventud. Qué haces tú intentando inculcar una serie de valores cuando un artista de un comportamiento tan execrable como Melendi, que se jacta de no haber leído en su vida un libro y es capaz de hacer dar la vuelta a un avión en marcha porque pilla una borrachera innoble, es un artista de éxito.  Es como remar a contracorriente. Tratar con personalidades como las que hemos nombrado antes es muy sencillo. Jackson Browne cede gran parte de sus ingresos a causas benéficas. Es costoso tratar con los alumnos. Tienen la información antes de que esa información se haya codificado en elemento susceptible de convertirse en cultura, les cuesta trabajo comprender que hay un filtro: el magisterio. Tratar con los estudiantes requiere inteligencia, sigilo, sagacidad y el máximo de los tactos. Ese es el gran reto, porque son el tesoro más grande que tenemos. Cantar una canción es generar un espacio de debate. Escribo canciones como escribo libros: para generar espacios de reflexión, no pido que me veneren. Melendi no lo hace y quien lo apoya tampoco. Con esos es difícil tratar, con todos los demás no solo es conveniente, sino deseable y recomendable

B.A.- Al margen de su tarea como docente, ¿sigue trabajando en el mundo de la música?

G.S.- Muy activamente. Sigo componiendo y de hecho ahora estoy mezclando lo que va a ser mi próximo disco. Está casi acabado y lo estoy mezclando ahora en Madrid. Me produce una gran satisfacción porque esto de la docencia en cierta medida te permite abolir el tiempo histórico, en una clase se pueden contar las cosas atemporalmente. Pasar a la arena de la realidad cuando estás en el mundo de la música es también inmiscuirte en el tiempo histórico, esto me genera una gran sensación de vitalidad y satisfacción.

B.A.- También está relacionado con el mundo de la literatura a través de sus adaptaciones musicales. ¿Cómo influye la poesía en su faceta musical y en su vida en general?

G.S.- Influye de una manera definitiva. En mi faceta musical porque me permite sobre todo una cosa que me parece encantadora, la poesía nació para ser cantada. Cantar poesía me resulta gratificante cuando yo no la escribo y, sobre todo, cuando la cantan amigos míos como puede ser el caso de Loquillo. La poesía en mi vida ha influido de manera muy importante. La poesía no es un bien en sí, es un bien “para sí”. Para mí ha sido útil y valiosa. Yo no sabía lo que era el tagalo hasta que no leí poesía. Con ella he descubierto mundos, idiomas, países, sensaciones, palabras, personas, situaciones, conflictos que no podía ni imaginar. Es inefable y tiene el don del misterio. Cuando yo era joven, la emisión de las dos únicas cadenas de Televisión Española se cerraba siempre con una poesía recitada por las maravillosas voces de Natalia Dicenta, José Bódalo.

B.A.- ¿Hay alguna anécdota vinculada a sus ramas profesionales?

G.S.- La más relevante para mí fue el año que fui a dar mi primera clase a Logroño, en 1988. Tenía tanto miedo aquel día y estaba tan desubicado que, en lugar de irme a la mesa del profesor, me senté con los alumnos, hasta que me dí cuenta de que era yo quien daba la clase. Estaba aterrorizado.

B.A.- ¿Cuál sería para usted un referente musical?

G.S.- Hay muchos. Una referencia clara: la canción de autor en cualquier idioma. Bob Dylan y Leonard Cohen. Me gusta Damian Rice y mucha más gente de ahora también. En el ámbito francés Ferré, Brassens, Brel. Del ámbito italiano Branduardi. Esto no significa que la música clásica no sea una gran influencia, o la canción popular. En realidad soy muy ecléctico, pero en el sentido de maridaje entre literatura y música, la gran canción de autor sería mi mayor referencia.

B.A.- ¿Y su referente poético?

G.S.- Me gusta mucho la poesía que va vinculada con música. Cohen es un gran referente. Poéticamente la literatura ceremonial antigua: salmos, Homero, Virgilio. La literatura muy antigua o la extraordinariamente contemporánea. Nacho Escuín, Miguel Labordeta, toda la Generación del 27. Me encanta Garcilaso, pero no lo tomaría como un referente particular. Te mencionaría toda la literatura bíblica, talmúdica, judía, esa sí que es un gran referente.

B.A.- ¿Algún personaje histórico que admire?

G.S.- El pueblo es mi personaje histórico favorito. Es el que mueve la historia, los demás simplemente la protagonizan, pero quien la hace es el pueblo.

B.A.- ¿Es fácil compaginar tantas actividades con una vida personal?

G.S.- A una determinada edad no. A otra determinada edad sí porque ya tienes equipos formados. Es distinto dar una clase, la tienes que dar tú y no hay otro remedio; escribir un libro, lo tienes que escribir tú y no eres como los famosos que contratan negros. En el sentido de música cuando tienes buenos equipos es relativamente fácil hacerse con ese asunto.

Informa: Beatriz Aparicio

Universidad San Jorge