Eficacia. Esta es la mejor cualidad del Real Zaragoza o, por lo menos, la única. Dos ocasiones claras, dos goles y uno de ellos de penalti. Un penalti un tanto injusto. Es cierto que hay un agarrón de Dealbert a Aranda, pero es muy leve y de esos hay miles durante un partido de fútbol.
El polémico penalti significó el empate del conjunto maño. Un empate que no parecía que iba a ser posible tal y como empezó el envite. En el minuto ocho, la defensa blanquilla volvía a mostrar su falta de concentración y su ingenuidad. Barragán aprovechó la empanada de Abraham en un saque de banda cercano al área zaragocista, para meterle un buen balón a Soldado. El ariete valencianista apuró hasta línea de fondo y realizó un pase de la muerte que aprovechó Parejo para abrir el marcado.Gol, por cierto, dudoso también ya que Aduriz está en posición antirreglamentaria e impide al meta Roberto ver con claridad el balón. Para colmo, el Zaragoza se quedaba con diez por una dudosa expulsión de Álvarez. Posteriormente, el árbitro pudo haber expulsado perfectamente a Soldado por propinarle un codazo voluntario a Abraham.
Para evitar males mayores, Jiménez colocó a Lanzaro de lateral derecho y retrasó a Abraham al izquierdo para que Paredes ocupara el puesto de central. El Valencia buscaba sentenciar cuanto antes y no repetir los errores de otros partidos. Sin embargo, el Zaragoza y el árbitro se sacaron ese penalti de la manga que supuso un jarro de agua fría para los valencianistas. El conjunto ché pudo volver a adelantarse en el luminoso, pero Aduriz no tenía su día. Falló lo infallable. Con sensaciones bien diferentes para ambos conjuntos se llegó al descanso.
En la segunda parte se vio a un Valencia muy ofensivo y eléctrico. El peligro venía sobre todo por las bandas, con Mathieu tirando desmarques y Barragán eligiendo el momento oportuno para subir la banda y sacarse de la chistera unos centros espléndidos. Centros que no eran bien rematados ni por Arudiz, ni por Soldado. Eso sí, todo el juego del Valencia estuvo muy bien controlado y dirigido por Parejo.
Jiménez dio entrada a Zucculini en lugar de Juan Carlos. Una sustitución que le dio más contención al centro del campo aragonés. Por su parte, Emery metió en el campo a J. Alba por Matieu y a Feghouli por Albelda, toda una declaración de intenciones por parte del vasco. Pero el Valencia se topó con una defensa magnífica y con los jugadores zaragocistas perfectamente colocados en el campo.
Muchas ocasiones tuvo el Valencia para adelantarse de nuevo, pero las desperdiciaba todas. Jiménez no lo veía claro y realizó un cambio defensivo: Obradovic entra por Aranda. Lafita pasó a ser delantero. El Zaragoza aguantó y aguantó (cómo no, con un Roberto sobresaliente), hasta que le llegó su oportunidad de oro. Dealbert se durmió en el control de un balón despejado por la defensa maña, Lafita lo aprovecha y la roba en el medio, sube hasta el borde del área y la cede a Apoño para que con un zapatazo con la izquierda limpie las telarañas de la portería de Guaita. No ocurrió nada más, excepto la expulsión infantil de Zucculini por doble amarilla.
El Valencia no supo rehacerse de semejante batacazo y deja pendiendo de un hilo el futuro de Emery, mantenido en el puesto a la espera de lo que ocurra en la Europa League. El Valencia sigue ocupando el liderato de la «otra» liga, pero el Levante está al acecho, solamente a tres puntos. Mientras, en el Zaragoza afrontan los últimos partidos con ilusión y esperanza de lograr el milagro de la salvación, que tras el empate del Villarreal, se encuentra a 6 puntos y con el golaveraje a favor.
Por: Mariano López Bolea
Comentar