El ex director general de Participación Ciudadana del Gobierno de Aragón, Ignacio Celaya, asegura que el odio generado hacia la clase política a raíz del 15-M fue “desorbitado y fuera de tono”. “Los políticos sirvieron de chivo expiatorio”, afirma. A ello, añade: “Me sentí señalado por aquellos que decían que la clase política era el problema de todo lo que estaba ocurriendo. Los políticos pasamos a ser los culpables y me duele que siempre salgamos derrotados antes de haber empezado el partido”.
Celaya reconoce que este movimiento “ayudó a descubrir que todos los políticos respondían con los mismos instrumentos a los mismos problemas”, aunque lamenta que, desde entonces, la mayor parte de la ciudadanía piense que los dirigentes no han sabido resolver sus problemas. Por este motivo, sostiene que “la política debe dejar de ser el problema y pasar a formar parte de la solución”. “Necesitamos gente que sepa lo que hay que hacer. Los gobernantes no tienen que dar respuesta al ciudadano que les vota sino al conjunto de la sociedad”, explica.
El ex director general del Ejecutivo autonómico recuerda que “la política no son los políticos sino todo aquello que tiene que ver con construir un modelo de sociedad” y considera que se debe llegar “mucho más allá de la mera gestión”, ya que esta rama de la moral “nació para intentar construir lo público”. En este sentido, aboga por “una participación ciudadana de calidad”. Y es que, según este experto en movimientos sociales, “si las cosas se hiciesen con la metodología adecuada, entre todos podríamos generar la inteligencia colectiva necesaria para afrontar el problema que quisiéramos”.
“Se está condenando al pozo de la exclusión a los más débiles. Ahora se impone el sálvese quien pueda, se dice que cada uno tiene lo que se merece”, admite. De hecho, Celaya dice estar más preocupado por los ciudadanos que por los políticos debido a que “la sociedad solo responde cuando algo le afecta directamente”. Por ello, insta a hacer “una política con mayúsculas”, basada en la regeneración democrática y la participación ciudadana de abajo a arriba, que ayude a devolver la confianza en las instituciones y que permita “que la sociedad decida sobre cuestiones complejas”.
Informa: Jorge Lisbona
Comentar