En la vida existen pocas actividades que permitan a pequeños y mayores disfrutar en comunidad, una de ellas son las ferias. En Zaragoza se localizan, como viene siendo costumbre durante las Fiestas del Pilar, en el recinto de Valdespartera. Aquí, las ferias desarrollan su vida entre dos carpas: el Circo Mundial y la Oktoberfest pero siempre cerca de los hoteles de los feriantes: sus caravanas. Pero pocas veces se repara en las personas que hacen posible esta diversión, personas que viven con la casa a cuestas y que viajan con las atracciones de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo.
A los feriantes parece cubrirles un halo de misterio y devoción cuando se ve como se ganan la vida. Para ellos, el ver a la gente disfrutar es su negocio, su forma de mantener un trabajo “estable”. Un negocio gravado con tasas que tienen que pagar tanto de transporte, por su componente itinerante, como por el alquiler que abonan para poder desplegar su maquinaria en cualquier ciudad. “Se solicita el alquiler del terreno en el Ayuntamiento en el mes de agosto y de septiembre para instalar la atracción, echas una solicitud y si la aprueban, te dicen cuanto tienes que pagar. Pagas las tasas y a montar”, así lo explica el encargado de una de las atracciones situadas en Valdespartera, Agustín Villar, de 40 años.
Agustín se toma su profesión como algo normal: “Te levantas por la mañana repasas las atracciones y lo preparas todo para la hora de abrir”. Esta es la rutina que todos los feriantes llevan a cabo para prevenir posibles accidentes. Este tema de seguridad preocupa entre los usuarios y, Agustín deja claro que es un ingeniero el que antes de la apertura de las atracciones revisa su estado.
La vida nómada del feriante provoca que estén en continuo movimiento migratorio. Las primeras ferias a cubrir son las de Palma de Mallorca y después las de Andalucía, unas de las más prolíficas en cuanto a beneficios y ganancias. Una mayoría, como es el caso de Agustín, trabajan hasta que terminan las Navidades.
“Normalmente hay varios que bajan en Navidades a Valencia y a Alicante. Otros, aproximadamente el 70 %, nos quedamos en casa hasta marzo que empieza la feria de Sevilla”, afirma Florencio Hernández, encargado de los autos de choque de Valdespartera.
En el caso de Florencio, feriante logroñés de 64 años, su vida siempre se ha ligado al mundo de las ferias. Sus padres ya adquirieron una caseta de tiro donde estuvo trabajando a una edad temprana. Años más tarde adquirió unos autos de choque y ahora mismo se encuentra solo al frente de su negocio. A diferencia de otros feriantes, con Florencio se rompe una línea hereditaria ya que sus hijos decidieron no seguir con este oficio, por lo que todo el peso de su trabajo recae sobre en el. “Ahora estoy aquí pero luego tengo que llevar mis camiones y trasladar mi material a otra punta. Cogemos chavales extra para ayudar a desmontar y demás. Pero soy yo el que traslado, soy 3 en 1 que llaman: hay que hacer de todo”, relata.
Conforme pasan los años, la edad pasa factura por todas las exigencias de este mundo. La experiencia es un grado, pero tiene que ser la gente joven la que siga con todo el proceso. Las generaciones rotan y muchos padres meten a los hijos en la feria para convertirse en dueños y señores de su propio negocio. Pero la elección, siempre y cuando sea posible, la tienen los hijos. Agustín lo tiene claro: “El que quiera estudiar que estudie y el que quiera seguir en la feria que siga ya saben cómo es esto. Esto es duro los primeros años pero luego ya te vas haciendo como un trabajo normal”.
Según estos feriantes, la profesión no tiene una edad fija para la jubilación. “Hay de todos los estamentos, depende un poco de los hijos. Si los hijos se casan antes de tiempo, se les pasan los negocios a ellos e igual te ves obligado a retirarte antes. Si los hijos no se casan, te ves obligado a seguir un poco más. Depende de las circunstancias de cada casa”, explica Florencio.
Estos empresarios ambulantes avisan de que la vida del feriante está en declive y que apenas aparece gente joven que se inicie en este negocio o siga con la tradición familiar. En su mayoría son extranjeros los que ocupan la gran parte de las atracciones.
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