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Los músicos toman las calles de Zaragoza

Jóvenes del conservatorio tocando en la Plaza España de Zaragoza
Jóvenes del conservatorio tocando en la Plaza España de Zaragoza
Jóvenes del conservatorio tocando en la Plaza España de Zaragoza

La capital aragonesa ha experimentado un aumento del número de músicos que tocan en las calles durante los últimos meses. El Ayuntamiento de Zaragoza ha concedido diez licencias para esta actividad, aunque en un paseo por la ciudad es posible encontrar más del doble de grupos y solitas en plazas, calles y rincones diversos.

Para poder solicitar el permiso para tocar en la calle es necesario tener Permiso de Residencia o Permiso de Trabajo, así como atestiguar en lo posible que tienen conocimientos o titulación musical, explican desde Servicios Públicos del Ayuntamiento de Zaragoza. La licencia es anual y, una vez concedida, se debe abonar una tasa de 82,65 euros. Además, se define un entorno específico en el que pueden tocar y son concedidas por orden de solicitud. En principio, deben ajustarse a esas ubicaciones, que han sido seleccionadas con el objetivo de que no provoquen demasiadas molestias ni a vecinos ni a viandantes.


Actualmente,el número de músicos callejeros oscila en torno a la treintena, y son Rumanía y Rusia las procedencias más habituales entre estos artistas. “Llevo tres años tocando en el mismo sitio, tengo un horario fijo de nueve de la mañana a dos de la tarde y de cinco a nueve”, asegura Valentín Marín, un acordeonista asiduo al Paseo de Teruel. Este músico es de origen rumano y afirma que tiene tres hijos y cuatro nietos a los que mantener: “Suelo sacar al día entre 10 y 15 euros”.

Acordeonista en Paseo Independencia
Acordeonista en Paseo Independencia

Según afirman fuentes municipales, la Policía Local es permisiva y no persigue demasiado a los músicos callejeros que no tienen licencia, siempre y cuando no causen molestias o no sean denunciados por otros músicos. No obstante, regularmente piden las licencias y, si no tienen o la tienen caducada, cursan la correspondiente denuncia.

Mariano Rybak es un saxofonista de origen rumano con un título profesional de música no convalidado en España. Confiesa vivir  mejor aquí tocando en la calle que en Rumanía trabajando como profesor. Rybak tiene una enfermedad de corazón y asegura: “En mi país ya habría muerto porque necesitaba una operación muy cara.  Aquí, al menos,  puedo costearme las medicinas con el dinero que gano tocando”.

El Casco Histórico es la zona de la ciudad más frecuentada por los músicos. Entre el Paseo Independencia y la Calle Alfonso se concentran hasta 10 de ellos los sábados y domingos por la tarde. La Asociación de vecinos Juan de Lanuza del Casco Viejo apoya este tipo de iniciativas e incluso fomenta la puesta en marcha de otras nuevas.

El presidente de esta asociación, Javier Rodríguez, asegura: “Desde nuestra organización apoyamos las iniciativas de las actividades musicales en calle y entendemos el derecho a que la gente se gane la vida”. Ejemplo de ello es la propuesta que desde la asociación se ha hecho al Ayuntamiento para llevar a cabo pequeñas actuaciones de una coral por las distintas calles y plazas de la zona.

El hang drum se da a conocer en Zaragoza

Joseph Llopis es de Gerona y lleva un mes recorriendo  España con el dinero que consigue tocando el hang drum. El hang drum es un instrumento musical suizo muy innovador y todavía desconocido. Joseph Llopis lo conoció gracias a la tienda de instrumentos que tiene su padre y en cuanto lo vio se volcó en el aprendizaje de este.

El músico asegura que antes de iniciar esta aventura trabajaba en sitios no especializados hasta que un día decidió luchar por lo que de verdad le gusta. Fue así como el viaje comenzó con seis perros, un burro y cuatro personas en una furgoneta.  Ahora se han incorporado a la aventura  dos chicas y han decidido dejar el transporte por lo que su caminarán desde Zaragoza hasta Galicia, su próxima parada.

“Puedo ganar hasta 60 euros al día, aunque la verdad es que el las pequeñas ciudades se gana más porque hay menos cantidad de músicos por las calles y es algo más novedoso, además los policías suelen ser bastante respetuosos”, asegura Llopis.

Una de sus compañeras define la música del hang drum como una nana que sirve para la meditación. “Para tocar el hang drum hace falta un don especial porque con él puedes llegar al alma de las personas, además es muy relajante”, añade Joseph Llopis.

Joseph Llopis y sus compañeros comparten la misma filosofía de vida: “La aventura te lleva por caminos y lugares que no te habías planteado recorrer. Es una experiencia que recomiendo a todo el mundo aunque sea durante unas vacaciones para los menos atrevidos. Te ayuda a desprenderte, al ritmo de la música, de todo aquello que crees necesario para tu día a día pero que es totalmente prescindible”.

Universidad San Jorge