Las situaciones sociales, culturales y políticas de muchos países limitan a sus deportistas de élite. La situación se pone más difícil todavía si su género es el femenino, su religión la musulmana y su pasión el deporte.
Pilar Quirós
En pleno siglo XXI varios países musulmanes todavía prohíben el acceso de sus atletas femeninas a las competiciones. En Arabia Saudí no pueden ir al gimnasio o a la piscina y se generan clubes deportivos clandestinos.
La deportista marroquí Nawal al Mutawakel, ya dijo en 1984 que «la participación de las mujeres en el deporte es un reflejo de su posición en la sociedad en general. su entrada en estos espacios deportivos coincide a menudo con su participación activa en la sociedad civil y la política».
Uno de los mayores problemas reside en que las mujeres en Irán si están casadas necesitan el permiso de sus maridos para poder viajar y salir del país, lo que las limita en poder participar en torneos olímpicos o juegos internacionales.
“Las mujeres en Irán si están casadas necesitan el permiso de sus maridos para poder viajar”
El redactor jefe de deportes de El Mundo, Orfeo Suárez González destacaba que había conocido muy de cerca a las chicas que quieren competir en los países árabes y fue consciente de todos los problemas que tienen. “He visto a una jugadora de vóley enfrentarse a su propio marido porque él veía mal que ella quisiera competir, aunque ese fuera su sueño”, aseguraba.
Irán es uno de los países que más fuertes restricciones tiene en las prácticas deportivas para mujeres. Está prohibido que un entrenador masculino se desplace con ellas o tenga un mínimo contacto físico con las atletas. Además, cualquier deporte o disciplina en la que pueda existir un roce están restringidas.
Por otra parte, los códigos de vestimenta también suponen un problema para estas mujeres, ya que, en muchos de estos países deben de llevar el velo y para muchas deportistas esto supone un esfuerzo a la hora de practicar algunos deportes.
En definitiva, el deporte, entendido de una forma amplia, puede ser, como se pretende desde diversas iniciativas políticas, una herramienta de inclusión de estas mujeres en la nueva sociedad de acogida. Puede permitir tener cierta independencia a las mujeres árabes deportistas y conseguir cambiar poco a poco sus derechos, pero todavía queda mucho por hacer.
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